Cojo rápida la maleta de debajo de la cama y comienzo a meter toda mi ropa.
Necesito irme, alejarme de todo esto, pensar todo lo que ha pasado. Necesito volver a ser la misma Daisy que era hace no mas de nueve meses.
Mi vida ahora se basa en mentiras. Unas mierdas e hirientes mentiras.
¡Por qué!
Me llevo las manos al cabello y lo muevo hacia todos lados irritada.
No lo entiendo. ¿Por qué a mi? ¿Por qué todo el mundo me quiere destruir? ¡Por qué todo el mundo me miente!
¡Por qué!
Cierro la maleta con fuerza. Cojo mi bolso y meto lo ensencial que una mujer lleva en el.
Quito una lágrima solitaria que baja por mi mejilla de la rabia.
Necesito irme...
Bajo las escaleras rápida encontrándome a una Gara de espaldas. Al escuchar mis pasos apresurados se gira mirándome interrogativa.
— ¿A dónde vas?— pregunta bajando la mirada a mi gran maleta.
Niego sin poder decir nada. Trago saliva con fuerza y sigo caminando, pero al pasar por su lado, su mano coge mi brazo con delicadeza.
— No puedo dejar que te vayas Daisy.— me deshago de su agarre moviendo mi brazo con fuerza.
— No me lo podrás impedir.— digo entre dientes.- ya estoy harta de todo esto, y mucho más de ellos...— aparto la mirada de sus intimidantes ojos.
— Daisy.— niego al escucharla decir mi nombre.— Yo te llevo.— mis ojos se abren sorprendida.
— ¿Por qué lo haces?— sé que solo debería decir un "gracias", pero antes debo saber el por qué.
— He estado en tu situación y sé lo que se siente. Yo hubiera querido que alguien también me hubiera ayudado en ese momento.— asiento ante sus palabras.
— Esta bien, pero si me ayudas, no podrás decirle nada a ninguno de ellos, ni a Nathan...— mueve su cabeza hacia un lado y piensa. Asiente luego de unos largos segundos.
—¿A dónde te llevo?— pregunta comenzando a caminar.
— Muy lejos de aquí, a un lugar donde no me puedan encontrar.
Ella se quedaría a cargo de Tara.
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Mantengo mi mirada fija en el paisaje a través de la ventana. Miro a mi derecha. Una chica moviendo la cabeza al compás de la musica a través de sus audífonos. Miro a la izquierda. Un chico leyendo un libro.
Gara me dejó en una estación de tren no muy lejos del pueblo en el que vivíamos.
— Próxima parada, los calcos.
Al escuchar la voz, me dispongo a levantarme para poder salir antes. El tren no está muy lleno, pero me cuesta un poco salir con la gran maleta.
Sigo a la gente para poder salir de la estación. Comienzo a seguir los pasos del gps, el cual me guía a un hotel.
Por lo que me ha dicho Gara, éste pueblo es un poco más grande que el anterior.
Luego de unos largos minutos más andando, llego al hotel llamado Ilva. Desde fuera se ve bonito, no uno de éstos que parecen como si estuvieras en una cárcel antigua.
Le doy al recepcionista todo lo necesario, y al terminar, él me da una llave con el número indicado.
Me subo al ascensor y pulso el número 4. Una vez se para, bajo mirando a mis laterales. Veo justo en frente el número 405. Paso la pequeña tarjeta por su lugar y entro al interior.
El cuarto se compone de una gran cama al frente, un ropero y mesa de noche a la derecha y a la izquierda una mesa con dos sillas. Justo al lado de la puerta, se encuentra un gran cuarto de baño. Todo parece demasiado lujoso.
Dejo la maleta al lado de la cama y me tiro en ella cayendo boca arriba. Sonrío sintiendo las suaves sabanas.
Por fin me alejé de todos ellos...
Gara es la única que sabe dónde estoy. No confío del todo en ella, pero era la única escapatoria que tenía.
Ahora seré libre. Formaré una nueva vida aquí. Conoceré a nuevas personas...
Pongo la alarma para que suene una hora después. A las 9 tengo que estar en el comedor.
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Busco pisos que sean baratos y estén en buen estado. Luego de cenar, vine a una zona donde hay ordenadores portátiles. Es raro, ya lo se.
Observo con atención lo que pone en uno de ellos. De todos los anteriores, éste es el más económico. Miro el número y lo marco.
Un pitido, dos, tres, y al cuarto lo coge.
— ¿Si?— parece una voz femenina.
— Hola, buenas, llamaba por el piso que tiene en alquiler.
— Ahh, claro. Mi nombre es Alin. Si quiere, podemos quedar en persona en vez de hablar por aquí.— parece una mujer encantadora.
— Yo soy Daisy. ¿Dónde la espero?— digo intentando parecer amable.
— ¿Te parece bien en el bar del centro "la posada" sobre las diez de la mañana de mañana?