Demonios del eclipse

Capítulo 18.

Unas semanas antes.

—Señorita… —expresó olvidadizo el médico.

—Thompson —Habló una chica pelirroja de ojos verdes—, Melissa Thompson.

El médico que la recibía en el vestíbulo del hospital psiquiátrico Orkus la veía de pies a cabeza con gran asombro.

—Disculpe que la vea así…es que realmente son como dos gotas de agua —comentó él.

—Si…ya he oído eso antes —sonrió hipócrita—, entonces ¿puedo pasar a verla?

—Ah por supuesto, sígame —le señaló el camino—, es probable que no diga muchas cosas con sentido porque se encuentra sedada.

— ¿Eso por qué?

—Ha tenido problemas con los enfermeros, hace unos meses intentó salir de su habitación por lo que tuvimos que pasarla a una más retirada por seguridad —expresó en voz baja lo último que dijo.

— ¿Seguridad para ella o para el resto? —cuestionó disgustada.

—Usted sabe a lo que nos referimos señorita —le sonrió ocultando el verdadero significado de lo que hablaban.

—El tratamiento ya no tiene caso ¿cierto? —suspiró— Supongo que no habrá más opción…trasládenla a la casa Orkus.

— ¿Está segura de eso? Es una decisión dificil, está hablando de su hermana.

—Lo sé, por esa misma razón no puede salir de Orkus…—apretó los labios frustrada— No me gustaría que empeorará allá afuera ¿Usted me entiende?

—Por supuesto, y no se preocupe por ella…estará en buenas manos, en Orkus nos preocupamos por todos nuestros pacientes en especial los que necesitan tratos especiales —seguía manteniendo su sonrisita maliciosa—. Es aquí.

—Gracias por permitirme verla, no es necesario que se quede…hace mucho que no la veo —fingía una actitud amigable—, quiero tomarme mi tiempo y no quiero que desperdicie el suyo.

—Está bien, de igual forma hay guardias en este piso que pasan cada tanto…si ocurre algo no dude en llamarlos —abrió la puerta y se fue.

La pelirroja quitó su sonrisa falsa y su farsante actitud de amabilidad para suspirar y revirar sus ojos, luego entró al cuarto y entrecerró la puerta para más privacidad.

—Preferiría vernos en otra situación —se mostraba abatida—, es una pena Alice que las cosas se dieran así.

— ¿Alice? —balbuceó la otra chica— ¿Por qué todos siguen diciéndome así?

—Porque ese es tu nombre cariño —se cruzó de brazos irritada—, debes estar mareada por los sedantes…me dijeron que trataste de escapar ¿Por qué?

—Yo no soy Alice…soy Melissa —afirmó desesperada— ¿Por qué nadie me cree?

—No digas tonterías Alice —acarició su frente— ¿acaso ya perdiste por completo la cordura?

— ¡Tú eres Alice! —gritó con esfuerzo y lágrimas en sus ojos— Yo no debería estar aquí…sácame Alice por favor —suplicó desesperada—, por favor.

—Sabes que no puedo hacer eso… —tomó el brazo de su hermana y lo apretó con fuerza— Yo no puedo volver a este lugar ¿entiendes eso?

— ¡Ah! —se quejó por el apretón en su brazo—, no quiero seguir aquí…por favor ¡Aah! —volvió a quejarse con más fuerza.

—Ya deja de gritar —reviró sus ojos exasperada—, no es para tanto…oh que fastidio —soltó el brazo con desdén.

— ¿Por qué quieres que siga aquí? —Continuaba con el balbuceo— ¿Qué vas a hacerme?

—Jamás le haría algo a mi gemela —fingió ofenderse—, me duele que creas eso de mi…pero más me duele lo que me hicieron tú y mis tíos —apretó los dientes molesta—, me dejaron aquí…sola, a mi suerte.

—No…jamás hicimos eso —decía agotada—, te amábamos.

— ¿Amarme? ¡Ja! —se carcajeó— ¡Que absurda mentira Melissa! —se paró de golpe de la cama— No…no, tú eres Alice yo soy Melissa, si —se recordó así misma en voz baja.

—Alice…

— ¡Deja de llamarme así! —Exclamó furiosa— Mi nombre es Melissa, tú eres Alice, recuérdalo…Alice —sonrió maliciosa.

—Tienes miedo… —susurró— Sabes que sabrán que soy Melissa y me sacarán de aquí.

—Cállate —susurró apretando sus dientes al hablar—, nadie vendrá a sacarte de aquí ¿sabes por qué? Porque nadie sale de Orkus nunca —volvió a apretar los brazos de la chica—, nunca nadie ha salido y nunca nadie lo hará.

Una extraña sensación de miedo ajena empezó a esparcirse por dentro de la chica con el sedante mientras que la otra pelirroja comenzaba a obtener más confianza para hablarle con más rudeza a su hermana.

—Dime quien tiene miedo ahora Alice —recalcaba el nombre con dureza.

—No soy Alice —balbuceaba con lágrimas en los ojos y con gran temor.

—Agh nunca aprendes —suspiró fastidiada y se alejó de ella—, tú querida tía se olvidará de ti en cuanto te envíen a la casa Orkus.

— ¿Qué? —Trató de levantarse de la cama— No, no pueden…no podrías —sujetó a la pelirroja del brazo—, porfavor te lo pido —unas lágrimas se empezaban a derramar.

— ¿Ah no? —Se rio soltándose de ella— En cuanto obtenga lo que quiero de ti te refundirás en ese asqueroso lugar y no volverás a ver a la luz de sol nunca más —la apretó de las mejillas—, llevas casi doce años aquí, ya deberías estar acostumbrada.

La pelirroja soltó a su hermana empujándola y caminó hacia la puerta para irse, pero la chica logró llegar a ella y se aferró a esta, pero la real Alice trataba de deshacerse de ella, pero lo que consiguió fue que su hermana terminara en el suelo sujetándola de las piernas.

— ¡Ya suéltame! —Gritaba mientras caminaba con dificultad hacia la puerta.

Mientras la verdadera Melissa la sostenía para no dejarla ir pudo ver ciertas cosas que perturbaban la mente de su hermana, el impacto que le causó a Melissa hizo que soltará a Alice.

— ¿Qué fue lo que hiciste Alice? —le dijo asustada— ¿Qué hiciste?

— ¡Por última vez deja de llamarme así! —gritó y abrió la puerta— ¡Ayuda! —Alzó la voz para traer a los de seguridad.

— ¡Alice! —Gritó la chica adentro del cuarto sin poder abrir la puerta que su hermana jalaba desde afuera— ¿Qué haces? No…no por favor ¡Alice!

Unos enfermeros y algunos de seguridad llegaron hasta donde ellas para sedar a la chica y amarrarla a la cama.




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