Frederick jalaba de mi brazo para que siguiera avanzando por la calle. Ni siquiera sabía hacia donde me llevaba y prácticamente sentía que los minutos de vida estaban contados. Creo que nunca había sentido tal miedo, ni siquiera con Charlotte.
—¿A dónde vamos? —pregunté y paré de caminar.
—Pronto lo verás. Ahora sigue caminando.
Después de muchos minutos caminando, llegamos a un terreno vacío. Parecía estar desierto, el poco aire que había hacía que la arena se levantara. Frederick tomó el palo de fierro de nuevo y con él comenzó a dibujar en la arena del terreno. Dibujaba símbolos que causarían miedo a cualquiera, sin embargo, yo no temía de los símbolos. Yo temía de él.
Después caminamos unos metros más y pude ver una pequeña puerta que parecía conducir a un sótano. Así es, un sótano en medio de la nada. La puerta estaba cubierta de arena y apenas y se podía notar. Frederick comenzó a quitar la arena de la puerta y arrancó el candado que impedía que ésta se abriera con sus manos sin hacer ningún tipo de esfuerzo.
—Entra. —ordenó cuando la puerta ya estaba abierta. Lo obedecí y entré con miedo. Todo estaba muy oscuro. Apenas y podía ver por donde pisaba, aunque a decir verdad, no quería ver. Frederick cerró la puerta y vino detrás de mí. Esto era como un túnel que parecía no tener fin. Me equivoqué. Por supuesto que tenía fin.
Mientras seguía caminando, vi a lo lejos algo de luz al final del túnel y entonces pensé que la pesadilla había terminado, que estaría a salvo. Pero no, esa «luz» no era más que fuego. Frederick me había traído al infierno.
Deje de caminar cuando el túnel terminó. El infierno no es tan diferente a como todos lo creen. Todo este lugar está en llamas, aunque a los demonios no parece afectarles en lo más mínimo, ellos caminan tranquilamente entre las ellas.
—Bienvenida a mi hogar. —expresó con una sonrisa. Él caminó adentrándose más a las llamas y me hizo un ademán para que lo siguiera.
—Sabes que no puedo. Soy un ángel, me quemaré si entro.
—Entra y prometo que no te quemarás.
No podía confiar en sus palabras, lo único que quería era salir de ese lugar y saber como estaban Brook y Chris. ¿Por qué Frederick me había traído hasta aquí? Necesitaba irme, así que di la media vuelta y comencé a caminar de vuelta al túnel para poder huir. Sin embargo, apenas di tres pasos y ya Frederick estaba detrás de mí. Tomó mi mano impidiendome seguir avanzando. Después, en un movimiento ágil me puso frente a él, cara a cara. Estaba demasiado cerca de mí y sentía como si él fuera el fuego que intentaba quemarme. Sus ojos azules me miraban fijamente. De pronto mis alas aparecieron en mi espalda.
«Chris me necesita» pensé.
—No fue Chris quien hizo que tus alas aparecieran. Fui yo. —dijo Frederick aún frente a mí, como si pudiera leer mis pensamientos.
—No te creo.
Al decir eso, mis alas se encendieron en llamas. Volteé mi cabeza un poco para poder verlas. Mis alas eran como las de aquel sueño que tuve. El lugar en llamas, y el chico de las alas de fuego, que en realidad las tenía yo.
—¿Ahora me crees? —dijo él.