Demonios Entre Nosotros (libro 2)

23

Brook estaba ahí. La pelirroja con la que estaba al parecer estaba muy asustada. No la culpo, eso era lo que provocaba Frederick.

—¿Por qué los trajiste aquí? —pregunté y Brook corrió a abrazarme. Me ayudó con lo de mi pierna para que al fin pudiera moverme.

—¿No te preguntas quién es ella, Cassia? ¿No te preguntas cuántas veces haya besado a Brook? —habló Frederick.

—Apenas la conozco. —se defendió Brook.

Ni siquiera sabía quien era, sin embargo algo parecido a un sexto sentido me hizo saber que ella era como yo. Era un ángel de cristal, probablemente la única que quedaba después de mí.

—Tú.... La pelirroja, ¿cómo te llamas? —preguntó Frederick.

—Me llamo...

Antes de que la chica pudiera decir su nombre, Frederick encajó la espada de cristal en su corazón. La chica cayó al suelo y la sangre corría por el suelo. Ver eso me hizo sentir escalofríos. Una escena terrible, pero no tan terrible como el sentimiento de saber que la siguiente en morir eres tú. Ese sentimiento en el cual sabes que en cualquier momento tu vida dejará de ser tuya.

—En realidad no me interesaba tu nombre. —le dijo Frederick al cadáver de la chica. Es increíble como una persona puede ser tan apática.

Frederick se acercó a Brook, lo miró fijamente a los ojos y después susurró:

«No te muevas, no grites, no intentes nada».

Frederick podía controlar cualquier mente, no sólo la de los ángeles de cristal como él lo había dicho. Ahora comenzó a acercarse a mí lentamente y entonces supe que era el final. No pude evitar que las lágrimas rodaran por mis mejillas. Esto no era justo.

—Ahora, Cassia, en serio disculpame, eres muy linda—dijo a sólo unos cuantos centímetros de mí. Sus ojos azules miraron al suelo—. Pero tengo que matarte —podía notar que Brook comenzó a llorar, al no poder moverse para ayudarme.— El infierno no es tan malo. —habló Frederick acercando la espada a mí.

—¡Para! —gritó una voz conocida entrando al infierno. ¿Cómo demonios llegó Chris aquí?— Te doy mi vida humana, si la dejas ir.

—Tu miserable vida humana no me sirve para nada, Christian.

No. Simplemente no podía permitir que eso ocurriera. Chris no podía morir y menos si era por mí. Yo no lo iba a permitir.

—Toma mi vida, Frederick.



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En el texto hay: angeles, demonios, amor

Editado: 14.11.2018

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