Demons

3

—Muy bien, señorita Miller. Tome asiento —dijo el profesor Reséndez.

¿Qué clase de apellido era ese? Me mordí el labio para no soltar una risa. No quería parecer una loca frente a todos.

Encontré el asiento perfecto: al lateral derecho, "junto a la ventana" —aunque, siendo realistas, la ventana quedaba como a más de un metro. Pero se sentía como mi espacio, mi burbuja.

Sonó la segunda campanada y el resto del grupo comenzó a llegar. El salón se fue llenando con cada segundo que pasaba.

El profesor cerró la puerta y comenzó a hablar. Se presentó, explicó su materia y cómo sería la forma de calificar.

Y ahí estaba yo, en un nuevo lugar, rodeada de desconocidos, con un apellido raro en el pizarrón y el alma llena de expectativas que aún no sabía si quería cumplir.

—Muy bien, chicos. Espero que podamos llevarnos bien este ciclo escolar. Cualquier duda puede ser aclarada al final de la clase conmigo... Me imagino que la mayoría de ustedes se conocen, ya que estuvieron juntos el año anterior —dijo el profesor con voz animada.

Oh no. No, por favor. Hoy no... Odio ser la nueva.

—Pero este nuevo año tenemos a alguien nuevo… — ¿Podrías callarte de una vez? —O más bien, nueva. Vamos, preséntate con nosotros. Dinos tu nombre y de qué escuela vienes.

Malditos profesores... ¿No podrías haber empezado la clase sin hacerme pasar esta humillación innecesaria?.

Hice una mueca de disgusto y me levanté, sintiendo el ardor de todas las miradas encima.

—Hola, mi nombre es Clary Miller y vengo de la Preparatoria Cortland —dije con voz firme, aunque por dentro quería desaparecer.

Después de mi breve y dolorosa exposición pública, miré al maestro, incliné la cabeza ligeramente hacia abajo y tomé asiento lo más rápido posible.

Perfecto, ya todos saben que soy la nueva. Genial inicio

En eso, llega aquel chico que le había pedido indicaciones de cómo llegar a la oficina.

—Lo siento por llegar tarde, pero estaba... —empezó a decir.

—No diga más, Clark. Pase en silencio, que estoy por comenzar la clase —interrumpió el profesor con tono firme pero sin reproche.

No sabía si estaba de buen humor o si simplemente era así todo el tiempo. En mi antigua escuela, los profesores te bajaban puntos por respirar muy fuerte

Recordé una escena en particular, una que aún me hacía apretar los dientes.

—Vamos, señor Jack, no me puede bajar puntos. El semestre está por acabar. ¿No habrá alguna forma de arreglar esta situación? Puedo hacer trabajos extra, clases extra, un examen, algo... —Ya estaba desesperada. Ese profesor parecía tener una fijación personal conmigo. ¿Por qué no se jubila ya?

—No, señorita Miller. Lo que debería hacer es pensar en sus actos de ahora en adelante y prepararse mejor para sus notas futuras —me dijo con ese tono seco y eterno de decepción.




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