Demons

7

Al escucharla pronunciar mi apellido, cierro los ojos y ruego que no vaya a ser algo malo lo que tenga que decirme. Me volteo hacia ella para saber lo que dirá. Me doy cuenta que algunos me observan principalmente Isaac.

— ¿Sí? — pregunto curiosa.

— ¿No te acuerdas de mí? — lo dice mientras hace una mueca en su rostro como confundida, con un tono juguetón, como si esperara que de pronto la reconociera.

—No… ¿debería? — respondo con algo de miedo al preguntar.

La profesora me sonríe. No sé si reírme o preocuparme. Como respuesta, obtengo una resoplido de la maestra. ¿Acaso fue gracioso lo que dije? Miro a mí alrededor, incómoda, y veo a Isaac acercándose, sin su mochila, solo con una hoja en la mano.

—Esta bien, cuando te acuerdes me dices. Por el momento es todo te puedes retirar— dice tomándose pausas, como si esperara una reacción de mi parte.

Asiento en silencio y me dirijo hacia la puerta, para así salir del salón, al estar a un par de pasos de la puerta del salón, doy media vuelta para estar frente a ella y ver si viene Isaac. En eso alguien abre la puerta y choca conmigo — ¡Carajo! — digo en un suspiro mientras cierro mis ojos y siento que me toman de la cintura con firmeza, como para evitar que me caiga.

—Clary, ¿te han dicho que eres muy fácil de asustar? — dice la voz familiar de Isaac justo antes de soltarme suavemente. Abro los ojos y me encuentro con su sonrisa divertida.

—No, pero no te esperaba, pensé que estarías guardando tus cosas o algo por el estilo— explicó, aun con el corazón acelerado.

—Bueno no tienes nada que explicar, solo aceptar el recorrido — responde, con una sonrisa aún más dulce — ¿Qué te parece Clary?.

Asiento, devolviéndole una sonrisa de lado a lado, fue muy lindo casi imposible de ignorar.

—Oye, pero ahora… ¿qué pasará con la siguiente clase? — mi sonrisa se esfuma, vine a concentrarme en la escuela, no vine a perder clases con un chico que acabo de conocer.

—No te preocupes por eso— me guiña el ojo derecho.

—Okey…— digo extrañada por aquella acción.

Entonces me tomó de la mano, de una forma segura pero no invasiva y empieza a mostrar me cada rincón del colegio: los salones, la oficina del director, la sala de detención (donde espero no pasar por ahí nunca, por favor.), el salón de teatro, el salón musical, el vestidor de chicos y chicas (obviamente no entre ahí ¡que horror!), los baños, la sala de profesores, la oficina de la psicóloga y el comedor. Me explico cómo obtener mi comida lista sin hacer tanta fila.

—Tramposo— lo mire con una cara retadora.

—Oye te estoy dando consejos y muy buenos. No reniegues. — me saca la lengua.

—Has parecido un niño sacándome la lengua ¿sabías? —digo riéndome. No pude evitarlo, su energía es tan contagiosa.

—Vamos, ya casi terminamos — dice volviendo a tomarme del brazo para guiarme al final del recorrido.

—Por último— señala con orgullo -tenemos donde hacen los partidos de futbol, softbol y fútbol americano, las demostraciones de las porristas y otras cosas más.




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