¿Por qué me incomoda tanto Harry?
Escribo una fecha. Luego otra.
¿Es por su mirada? ¿Esa forma de hablar como si todo le diera igual?
Escribo "Objetivo del curso" en letras grandes. Mi mano se mueve sola.
No lo conozco, pero siento que hay algo más en él. No es solo por lo del restaurante, ni por la forma tan casual en la que dijo que el tipo con el arma era su padre. Es todo en conjunto. Es como si ocultara un caos bajo esa calma que intenta proyectar.
Subrayó con fuerza. Casi rasgo la hoja.
Misterioso, sí. Inquietante también. Pero no puedo negar que algo en él me atrae. No sé si es su forma de hablar, o la manera en que parece tener secretos pegados a la piel. Es como si una parte de mí quisiera entenderlo, y la otra solo quisiera salir corriendo.
Miro de reojo su perfil. Él parece tranquilo, como si esta situación no tuviera ningún peso para él. Pero yo sí lo siento. Siento esa energía rara entre los dos, esa tensión que no sé cómo romper.
¿Y si tiene razón su papá? ¿Y si Harry no se concentra porque ya está metido en cosas que no debería? ¿Y si no debería acercarme más?
Pero algo dentro de mí no quiere alejarse.
Escribo su nombre pequeño, en una esquina de la hoja. Luego lo tacho de inmediato.
No. Mejor concentrarme en la clase. No necesito más complicaciones.
Ignorar a Harry no era tan fácil como pensaba. No cuando estaba sentado justo a mi lado, no cuando su presencia parecía llenar el espacio como si tuviera un peso propio.
Intenté distraerme. Conté los segundos con la mirada fija en el reloj del aula, como si pudiera empujar al tiempo a correr más rápido. Cada tic sonaba dentro de mí, rebotando con el ritmo agitado de mi corazón. Faltaban unos pocos minutos para la salida.
Tomé la mochila y la coloqué sobre mis piernas. Abrí la libreta, deslicé una pluma encima, y fingí anotar algo. Pero mis pensamientos iban en otra dirección, más cargados de tensión que de atención a lo que decía la maestra. Su voz se volvió un murmullo lejano, como si yo estuviera bajo el agua y el mundo allá arriba siguiera girando sin mí.
Cuando faltaban unos segundos para el timbre, ya tenía todo guardado. Salí en cuanto escuché la campana, con pasos rápidos, cruzando el pasillo como si escapara de algo que no podía nombrar.
Las calles estaban tranquilas. El sol estaba en su punto más alto. Caminé un par de calles rumbo a casa. Al llegar a la esquina, me detuve a esperar que el semáforo peatonal cambiará.
Y entonces, el rugido.
Ese sonido grave, áspero, rompió la calma del momento. Volteé instintivamente.
Una motocicleta se detuvo justo frente a mí. Negra, elegante, algo intimidante. Era él. Harry.
¿Qué demonios hace aquí...?
Se quitó el casco con esa seguridad que parecía natural en él, y por un momento, solo lo observé sin saber cómo reaccionar. Me miró como si me hubiera estado esperando todo el día.
—Oye… quería invitarte un helado ¿Vamos? —dijo, con una sonrisa ladeada.
Parpadeé un par de veces. No supe si reír, fruncir el ceño o simplemente decir que no. Tenía el impulso de decirle que no me interesaba, pero también quería algún tipo de cercanía con él.
—No lo sé… tengo que ir a casa —respondí, bajando un poco la mirada mientras hablaba. No quería que notara lo confundida que estaba.
Harry no pareció molesto por mi respuesta. Al contrario, sonrió más, como si ya supiera que dudaría.
—Vamos, yo te llevo a tu casa después— dijo, extendiéndome su casco.
Miré el casco, luego a él, y de nuevo al semáforo, que ya estaba en verde para cruzar.
¿Y si me arrepiento? ¿Y si me subo y todo esto termina siendo una completa estupidez?
Pero también pensé...
¿Y si no lo hago y me quedo pensando en él todo el día?
El casco seguía ahí, esperándome. Y él también.