Demons

29

—¿Por qué te sentaste aquí? —añadió, sin rodeos.

—Puedo irme si te molesto —contesté, sin mirarlo, masticando como si no importara nada.

Asintió con suavidad, como si entendiera. No me presionó.

Miré hacia un costado, intentando no parecer tan alterada. Lo último que quería era que notara que aún tenía el corazón apretado.

Nos quedamos en silencio un momento. Él volvía a su comida, tranquilo, sin prisas, como si cada bocado lo anclara un poco más al presente. Y yo… yo trataba de no mirar hacia la barra, de no buscar esa figura que ya no me miraba.

La mirada de Harry… su mirada me sostuvo, cálida, sincera. Como si pudiera ver más allá de lo que yo no decía. Como si entendiera. Y, por un momento, el mundo dejó de ser tan pesado.

Pensé en la noche anterior. En sus heridas. En sus ojos cuando me miró desde el sillón con cansancio, como si hubiera vivido mil vidas. Y aun así, ahí estaba. Ahora, conmigo.

No sabía bien cómo ni por qué, pero su presencia era distinta. No como una solución. Pero sí como una pausa.

Hasta que todo explotó.

La mirada de Harry se endureció de pronto, fija en algo frente a nosotros. Me giré instintivamente.

Isaac.

No estaba solo. Había un chico con él. Uno que hasta hacía unos segundos sonreía con despreocupación. Pero ahora tenía el rostro tenso. La mandíbula firme. Los ojos llenos de decisión.

Y entonces todo pasó muy rápido.

El chico lanzó el plato contra la mesa de Isaac. El sonido del impacto se esparció por todo el comedor como un trueno. Isaac se levantó de golpe, la silla chirrió contra el suelo. El otro también se puso de pie, pero fue más rápido. Un golpe seco, sordo y brutal. Directo.

Un puñetazo que hizo temblar el comedor entero.

Harry y yo reaccionamos al mismo tiempo. Nos pusimos de pie y corrimos hacia ellos.

Isaac iba a responder. Se notaba. Su cuerpo entero se preparaba para devolver el golpe, como un resorte a punto de romperse. Pero llegué primero. Le sujeté la muñeca con ambas manos.

Me miró. Sus ojos estaban encendidos de furia, pero también de algo más. Algo que dolía. Su rabia feroz que llevaba dentro, pareció apagarse por un momento.

Por un segundo, se detuvo. Solo un segundo. Y ese segundo fue suficiente.

Pude sentir cómo su corazón latía en su brazo. Como si todo él fuera un tambor a punto de estallar. Su respiración era agitada. Su mandíbula, apretada.

Harry se encargó del otro. Lo apartó con firmeza, sin violencia innecesaria, pero con esa energía que anticipa peligro. Sus ojos estaban encendidos. No gritó. No golpeó. Solo lo sostuvo, y el otro chico retrocedió.

Y por un instante, todo se congeló. Como si el aire contuviera el aliento y nos observara. Como si el tiempo nos diera una única opción.

—Vámonos —le dije a Isaac, sin soltarlo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.