Demons

39

Di un paso atrás, tomé la perilla y cerré la puerta tras de mí. Me apoyé contra la pared, tratando de recuperar el aliento. Mi mente era un caos: hacía un segundo pensaba que podía estar muerto... y ahora lo único que podía pensar era en su cuerpo, en sus labios, en sus brazos rodeándome.

¿Qué demonios me estaba pasando?.

Me reí. Bajito. Para mí. Ni siquiera sabía por qué.

Pero en cuanto lo hice, me asusté de lo que sentía.

Cerré los ojos. Me cubrí el rostro con las manos.

¿Qué estás haciendo, Clary?

Era como si algo se hubiese encendido adentro, y yo no supiera cómo apagarlo.

Como si todo mi cuerpo hubiera dejado de obedecer a mi cabeza.

Entonces lo sentí… Una mirada.

Demonios.

Abrí los ojos de golpe.

Y ahí estaba él. De pie. Observándome. Callado. ¿Desde cuándo…?

Me congelé. Por reflejo. Por pudor. Por el susto.

Gracias al cielo, ya tenía pantalones puestos. Supuse que acababa de vestirse. Pero seguía sin camisa. ¿Por qué seguía sin camisa?

Pero lo que más me perturbó no fue eso. Fue su mirada… Silenciosa. Directa. Intensa.

Como si me leyera entera y no dijera nada solo por respeto.

—Ya está lista la comida —dije, cortante, como si eso fuera suficiente para borrar todo lo anterior que habia sucedido.

Me giré antes de darle espacio para responder.

Bajé las escaleras lo más rápido posible. Al final tropecé un poco, pero no me detuve.

Fui directo a la cocina. Me apoyé en la encimera y cerré los ojos, respirando hondo, tratando de poner mi mente en orden. Mi pecho seguía agitado. Necesitaba calmarme. Necesitaba espacio. Porque si no, iba a hacer una estupidez.

No funcionaba.

Porque al cerrar los ojos, veía su torso. Sus labios. Y recordaba.

"¿Y… te arrepientes?"

No.
No me arrepentía.
Pero tampoco estaba lista para lo que eso significaba.

Abrí la nevera por inercia.

Los dedos se movían solos, buscando distracción.

Mi mente estaba hecha un nudo, y el silencio era demasiado fuerte.
Tomé una botella de agua.
Bebí.

El frío me golpeó la garganta, pero no hizo nada por apagar el incendio que sentía dentro.

Me giré, dejé la botella y tomé los platos. Serví la comida en silencio. Un plato para él. Otro para mí.

Coloqué el suyo al otro extremo de la mesa. Distancia. Necesitaba espacio.

Como si la distancia física pudiera salvarme de lo emocional.

No podía tenerlo cerca. No quería volver a perder el control. No quería que esa idea se hiciera realidad.

Lo necesitaba lejos.

Porque si se acercaba otra vez… no sabía en quién me iba a convertir.

¿Y si él sentía lo mismo? ¿Y si me deseaba como yo a él? ¿Y si no…?

Todo eso era demasiado. Entonces lo escuché.

—Hola —dijo, posandose frente a mí.

Harry apareció en el umbral de la cocina.
Ya vestido, aunque su cabello seguía húmedo y sus ojos… todavía un poco rojos.

Parecía alguien que se había peleado consigo mismo y apenas salía del ring.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.