—Ammm... —me aclaré la garganta— ¿te gustaría ver una película conmigo? —
No sonaba tan casual como quería. Los dos necesitábamos despejar la cabeza. Además es una buena excusa para pasar más tiempo con él. Y tal vez… estar cerca, sin tantas preguntas de por medio.
Y en el fondo… un poco de orgullo floreció. Había tenido el valor de proponerlo.
Él levantó la mirada y me sonrió.
No fue automática. No fue vacía. Fue de esas sonrisas que nacen lentas, desde adentro. Una sonrisa que duele un poco de tan bonita.
Y ahora que lo noto, ya no se ve triste, no se veía quebrado. Sonríe de verdad, con esa expresión que rara vez le veo y que siempre me roba el aire. Su sonrisa parece sacada de un momento raro, como cuando ves el sol después de una tormenta que parecía interminable.
Era como si el mundo, por fin, le diera tregua.
—¿Una película? —repitió, ladeando la cabeza, como si lo sorprendiera que yo quisiera algo tan simple.
—Sí… si quieres, claro —dije, rápido, por si tenía que protegerme del “no”.
—Claro, me gustaría —responde, con brillo en sus ojos que me hacen perder el equilibrio emocional por completo. Y su voz tenía ese tono… ese tono suave que solo saca cuando de verdad algo le importa.
Me levanté y recogí los platos sin mirarlo directamente y los dejé en el fregadero. El corazón me latía con tanta fuerza que sentía que se me iba a salir por la boca. Vuelvo al comedor con una sonrisa lo más tranquila posible.
—Voy a darme un baño rápido y a cambiarme. Mientras… puedes elegir la película y hacer palomitas —le dije, como si eso fuera lo más normal del mundo. Como si no estuviera al borde del colapso emocional.
Subí.
Después del baño. Ya en mi cuarto. Me pongo el pijama, me hago una coleta alta, y me echo un poco de loción. La que huele como promesa de algo bonito. La que solo se pone Yasmine cuando quiere sentirse distinta.
Esta… Era una de esas noches.
Bajé las escaleras despacio, intentando no parecer tan nerviosa como estaba.
Harry ya estaba en la sala. Había elegido una película, una de esas de suspenso que no sé si me asustan o me aburren, pero me daba igual.
Lo importante no era la película.
Era él y yo en el mismo sillón.
Las palomitas estaban en la mesa. Dos vasos con refresco. Todo perfectamente casual. O al menos eso quería creer.
Me senté a su lado, no tan cerca, pero tampoco tan lejos, manteniendo una distancia… Negociable.
—¿Ya empezó? —pregunté, solo para romper el silencio.
—Apenas los créditos —respondió, sin mirarme, pero con una sonrisa pequeña que vi desde el rabillo del ojo.
La verdad, da igual qué película sea.
Estoy junto a él, y eso es lo único que quería.
Sé que no voy a prestarle atención al argumento. Y claramente estaba en lo correcto.
Es imposible concentrarse con esos rizos tan perfectos, con esa cercanía. Entonces, su mano rozó mi hombro.
No podía dejar de mirarlo. Una parte de mí solo quería lanzarse y besarlo sin pensarlo, y sin darme cuenta el ambiente se iba llenando de electricidad, me iba acercando más y más.
Él estaba ahí.
Yo estaba ahí.