Cada vez que mi hombro rozaba el suyo, algo me recorría la espalda.
Cada vez que reía por lo bajo, él me miraba.
Y cada vez que lo hacía, yo sentía que el estómago se me comprimía, como si tuviera mariposas encerradas, esperando estallar.
Mi mente saltaba de escena en escena, pero ninguna tenía que ver con la pantalla.
Todo esto era demasiado. Desde que lo vi así hoy, mi cabeza no ha parado. Lo peor es que me doy cuenta, y me molesta sentirme así. Es como estar a punto de explotar.
Trato de enfocarme en la televisión.
Me doy cuenta de que es una película de terror. La trama es buena, en serio. Me voy metiendo en la historia, y por un momento logró distraerme de él. Pero entonces lo miro, y lo encuentro mirándome. No sé si emocionarme o ignorarlo. No tengo el valor para hacer nada, así que finjo que sigo viendo la película.
Pero es difícil. Cada parte de mí quiere abrazarlo. Me muerdo el labio sin darme cuenta, sin poder evitarlo. Miro la pantalla, pero todo lo que tengo en mente es él.
De pronto, un golpe fuerte se escucha en la película... y al mismo tiempo, un ruido extraño llega desde fuera de la casa.
Me sobresalto. Mi corazón se dispara. Me tapo los ojos, aterrada. No quiero mirar, no quiero moverme.
—¿Estás bien? —me preguntó.
Asentí rápido, con una risa nerviosa.
—Sí… es solo que estas películas me ponen tensa — dije quitándome las manos de la cara.
—¿Quieres que la quite? —preguntó, girando un poco el cuerpo hacia mí.
Negué.
—No… así tengo excusa para esconderme si me asusto.
¡Demonios!
Lo dije sin pensar.
Y cuando me di cuenta, ya era tarde.
Él sonrió.
Y esa sonrisa…
Esa maldita sonrisa.
—Entonces espero que te asustes mucho —dijo en voz baja. Y me miró. Directo. Como si pudiera leer cada pensamiento que me quería guardar.
Mi corazón se aceleró y no fue por la película.
Seguimos viéndola o fingimos hacerlo. Porque en realidad, ya no tenía idea de qué pasaba en la pantalla.
Solo sentía su presencia. Su calor. Su cercanía. Y cómo mi cuerpo quería acercarse un poquito más. Solo un poco.
Hasta que pasó.
Él movió su brazo y lo dejó justo detrás de mí, nuevamente en el respaldo del sofá. No me dijo nada, no me tocó, solo… lo dejó ahí. Ahora entendí que era una invitación silenciosa. Solo espero no equivocarme y estar malinterpretando las cosas.
Su brazo bajó y lo dejo sobre mis hombros. La acción se sentía natural. Perfecta. Me apoyé en el. Mi cabeza sobre su pecho. Su mano sobre mi brazo, acariciando apenas, como si tuviera miedo de romperme.
Intenté ver la película, aunque ya no importaba. Solo el latido de su corazón y el mío, compitiendo por quién gritaba más fuerte.
Un susto en la película me hizo brincar. Solté un pequeño grito y me tapé la cara con ambas manos.
De pronto, el susto ya no parecía tan malo.
Su mano acariciaba mi brazo, con movimientos lentos, casi distraídos, como si no se diera cuenta de lo que hacía.
El corazón me latía tan rápido que ni siquiera podía distinguir si era por la película… o por él.