Estaba sonámbula… y había estado soñando.
Estaba tan desubicada por el simple hecho de que no parecía un sueño. Todo se miraba tan real y se sentía tan real.
—¿Clary? ¿Me escuchas? ¿Estás conmigo?—susurró, temblando más que yo, acercándose más, revisando mis pupilas, mis manos, como si necesitara asegurarse de que todavía era yo.
Yo no respondí. Seguía temblando, sentada en el asfalto, sin saber si llorar, gritar o simplemente cerrar los ojos otra vez.
—Clarissa…—dijo Harry, en voz baja, como si decir mi nombre con calma pudiera devolverme a mí misma.
Asentí. Apenas, con los labios secos, sintiendo cómo la garganta me ardía, áspera como si hubiera estado gritando durante horas. Podía escuchar los latidos de mi corazón en los oídos, como tambores sordos, fuertes, desordenados, como si aún estuviéramos corriendo, escapando de algo que no terminaba de irse. No podía hablar. No confiaba en mi voz.
Me abracé a mí misma. El frío se colaba por la tela fina de la pijama como cuchillas. No sabía si temblaba por el clima, por el miedo… o por todo a la vez.
—¿Qué pasó? —preguntó Harry, todavía con las manos en mis muñecas, sin atreverse a soltarme.
Tragué saliva. Mis labios temblaban. Levanté la mirada apenas. Él estaba más cerca ahora, con las cejas fruncidas y el rostro marcado por la preocupación.
—Te vi bajar… —continuó, sin esperar una respuesta— Te escuché abrir la puerta principal. Bajé de inmediato y salí tras de ti. Pero cuando te encontré… estabas ahí. Parada en medio de la calle. Quieta. Como si... como si estuvieras congelada.
Su voz era apenas un murmullo. Y, sin embargo, cada palabra pesaba.
—No te movías —añadió— No parpadeabas. Como si no estuvieras ahí.
Volví a tragar saliva. Me dolía. Pero no tanto como la confusión.
—Había… había algo en la casa —murmuré, sin poder evitar mirar por encima de su hombro, como si pudiera volver a verlo— No sé qué era. No tenía rostro. Era como... como humo negro. Pero con ojos.
Mis palabras salían en susurros, quebradas. Lo miré directo a los ojos.
—Harry… no era un sueño. No lo parecía.
Él se quedó en silencio unos segundos. Analizándome. Su ceño se apretó un poco más, pero no por dudar. No había juicio en su mirada. Solo miedo. Y preocupación.
—¿Entonces… estabas despierta? —preguntó.
Me quedé en silencio. Lo pensé.
—No lo sé —admití— No estoy segura si estaba despierta o dormida. Pero lo que sí sé… es que se sentía real. Como esto —extendí una mano, temblorosa, y señalé mi pie.
Me incliné con dificultad y le mostré el talón. Sangraba. El vidrio seguía ahí, incrustado. La sangre que me manchaba las manos venía de ahí.
Harry se inclinó más cerca, lo observó con atención. Luego me miró.
—Clary, eso no es parte de un sueño —dijo con firmeza, pero con suavidad.