La escuela pasó como un borrón.
Ni siquiera podría decir cómo llegué hasta ahí. Era como si alguien hubiera presionado “adelantar” en mi vida y yo solo estuviera viendo imágenes pasar rápido, sin poder detenerlas.
No retuve nada. Ni una clase, ni un rostro, ni una palabra.
Mis manos tomaban apuntes por inercia, pero las letras parecían garabatos sin sentido. Los sonidos a mi alrededor eran murmullos lejanos, como si estuviera bajo el agua.
Solo pensaba en él.
En Harry.
¿Qué éramos ahora?
Después de los besos, las caricias, el refugio en medio de la pesadilla, su mano vendando mi herida, de sus dedos rozando mi mejilla, de su cuerpo tan cerca que podía sentir el calor de su respiración.
Después de todo eso… ¿en qué se supone que quedábamos?
No podía encajar en ninguna palabra, definitivamente no eramos pareja, pero despues de ayer no éramos solo amigos.
El resto del día se convirtió en una repetición sin vida: timbres, pasillos, miradas que no veía, conversaciones que no escuchaba. Cada vez que pensaba que mi mente iba a descansar, la imagen de sus ojos volvía. Esos ojos que anoche parecían tan seguros… y que ahora no sabía si recordaban lo mismo que yo.
Quizá él lo había olvidado ya… quizá, para él no había significado nada.
Guardé los libros que no necesitaba en mi casillero. Cerré la puerta con más fuerza de la necesaria, como si con ese golpe pudiera encerrar también mis pensamientos, atraparlos en esa jaula de metal y perder la llave para siempre.
Justo entonces, como si el ruido los hubiera llamado, aparecieron Logan e Isaac.
—¡Clary! —dijo Isaac, con su típica energía que parecía nunca apagarse— Vamos al Vasallo, ¿vienes?
Fruncí el ceño.
—¿Otra vez ahí? ¿No fuimos toda la semana?
—¡¿Y qué?! ¡Su pasta es mágica! —Isaac levantó las manos como si aquello fuera una prueba irrefutable, como si la comida pudiera justificar cualquier cosa.
Iba a negarme, a inventar una excusa cualquiera… cuando algo en mí se detuvo. No fue Isaac, no fue Logan. Miré a Harry, que había aparecido por detrás de ellos, silencioso como siempre, con esa calma que a veces parecía arrogancia. O tal vez solo era el modo en que me miraba… o en que evitaba mirarme.
—¿Vas a venir? —le pregunté, con un tono más bajo de lo que esperaba, casi como si no quisiera que los demás lo oyeran. No sé si fue un reto o una invitación. Tal vez las dos cosas.
Él no dudó.
—Sí.
Isaac abrió los ojos como si acabara de presenciar un fenómeno paranormal.
—¿En serio? ¡Vaya milagro! ¡Hoy sí respondió!
Las risas se esparcieron. Incluso Logan sonrió.
Yo no.
Porque en mi cabeza, esa respuesta no era simple. No podía serlo.
El destino quedó sellado: iríamos al Vasallo. Otra vez.
No sería la primera vez que me sentaría frente a Harry con todo lo de anoche apretándome el pecho… y con Isaac y Logan ahí, pero ahora con testigos involuntarios de algo que ni yo misma entendía.
Isaac estaba tan emocionado, caminando junto a Logan a un ritmo frenético, dejando notar su impaciencia que era agotadora.
Mientras caminábamos hacia la salida, podía sentir la tensión colgando entre nosotros, invisible para los demás, pero tan densa que yo casi podía tocarla.