Demons (libro 2. Ángel Rebelde)

Amigos

Tony estaba en la cocina de su departamento escuchando la interminable explicación de Maureen de por qué su teoría carecía de sentido mientras que la de ella era mucho más racional, pero si bien no podía evitar escucharla, en realidad no le prestaba atención y seguía dándole vueltas a los hechos, especialmente al asunto de no poder recordar con claridad muchos de ellos. No obstante, ambos fueron interrumpidos por el timbre, así que Tony dejó la tetera sobre la encimera y se dirigió a la puerta.

  • ¡Lil! – exclamaron ambos al verla
  • ¡Vaya! Cualquiera diría que acaban de ver un fantasma – dijo ella con tanta naturalidad como pudo reunir aun sabiendo que su presencia allí equivalía casi a lo mismo teniendo en cuenta el poco tiempo que pasaban ahora juntos

Hizo a un lado al sorprendido Tony que después que ella pasó, se asomó al pasillo mirando a los lados.

  • ¿Viniste sola? – le preguntó
  • ¿Y con quién esperabas que viniese?
  • Vamos Lil, desde hace un par de semanas no vas a ninguna parte sin Prince
  • Déjala en paz, Tony – le dijo Maureen y pasó un brazo por los hombros de Lil guiándola hacia un sillón – No le hagas caso linda, solo está celoso porque ya no es el único hombre en nuestras vidas
  • No, no se trata de eso – la contradijo Tony mientras se sentaba al otro lado y miraba a Lil con atención – Las conozco desde que llevaban trenzas, sé cuándo están bien y cuando no, se cuándo están felices y cuando están molestas, y definitivamente sé cuándo están en problemas – recitó – Así que a menos que ya no me consideres tu amigo, vas a decirme ahora mismo qué demonios es lo que te está sucediendo Lil Randall

Maureen miraba a Tony con los ojos muy abiertos, porque era la primera vez que él le hablaba así a alguna de ellas, y era ella quien solía utilizar aquel tono con él, mientras que Lil tenía expresión de resignación. Aunque Heylel y los demás le habían explicado, que en primer lugar la negativa a que le hablase a sus amigos de su condición, era pensando en la seguridad de ellos, y por otra parte la instaron a pensar que si a ella le había costado tanto creerlo no había casi ninguna posibilidad de que ellos lo hiciesen, aunque esto último sin duda lo decían porque no conocían a Maureen. Sin embargo, Lil pensó que tal vez había llegado el momento de ignorar las recomendaciones de Heylel y decírselo todo a sus amigos.

Entre tanto Araxiel que se ocupaba de distraer a Liver y se alegraba de que Sebastian aun estuviese preso en Bayal, se preocupó mucho al escuchar a Lil, pues aunque estaba ocupado, no había dejado de prestar atención a lo que ella hablaba con sus amigos, así que pidió la urgente asistencia de Limeriel. La cuestión fue que junto con Limeriel se presentó Heylel, algo que podía complicar mucho las cosas.

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Samael o Samuel Randall como era conocido este individuo, en aquel momento miraba a Kellen con atención. Kellen sabía lo que estaba haciendo, de manera que esperó sin oponer resistencia, pero riendo por dentro, pues aquel infeliz no tenía ninguna oportunidad con él  y parecía haberlo olvidado, o simplemente su desmedida arrogancia lo hacía creerse más poderoso de lo que en realidad era. Después de unos minutos Samael se giró en el sillón. Aunque Kellen asumía que había sido llamado para buscar a alguien, lo que no se imaginó fue a quién.

  • Irás por Sebastian – le dijo Samael

Aquello lo sorprendió mucho, pues él era un cazador y su trabajo habitual era localizar a los individuos que por algún motivo hacían los mayores esfuerzos porque Samael, o cualquier otro dispuesto a pagar lo que él valía, diese con ellos, pero Sebastian ciertamente no estaba perdido, y tampoco estaba en un lugar del que Kellen pudiese sacarlo, ya que Araxiel lo había enviado a Bayal.

Bayal era una especie de limbo que cumplía las veces de lugar de reclusión a donde eran enviados los nephilims transgresores. Determinar por qué podían ser enviados allí era algo que correspondía a los caídos, pero solo a nueve de ellos que eran los jefes de los nueve grupos que se formaron con los primeros doscientos, de manera que no bastaba con ser un caído para enviar a nadie a Bayal y menos aún para sacarlo de allí. No había nada escrito con respecto a los delitos que podían llevar a los nephilims a Bayal, así que éstos podían ir desde una transgresión menor como la de desobedecer una orden directa de alguno de los Nueve, hasta asuntos más serios como la intervención directa en una catástrofe.

No obstante, cuando la comunidad se dividió, y aunque lo hizo en muchos subgrupos, pronto fue evidente que había dos tendencias, la de aquellos que se decantaron por causar caos, y la de los que con el tiempo se constituyeron en defensores del orden, de manera que eran éstos últimos los que normalmente enviaban a los nephilims a reclusión, aunque eventualmente Samael, Arhiman o Azrael lo hacían también por puro capricho y era Badariel el que se encargaba de sacarlos de allí.

Cuando un miembro del grupo de Samael o los suyos era enviado a Bayal, y suponiendo que tuviesen algún interés especial en sacarlo de ahí rápido, debía exponer buenas razones y comprometerse a que el individuo no volvería a incurrir en la misma falta al menos de manera inmediata, porque a la larga siempre volvían a lo mismo.

En el caso de Sebastian, la falta que le había endilgado Araxiel era menor, de manera que sacarlo de allí no representaba un gran reto, aunque ciertamente no podía hacerlo Kellen. Sin embargo, él guardó prudente silencio a la espera de alguna indicación, aunque no pudo evitar pensar en la posibilidad de ser descubierto.




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