Demons (libro 2. Ángel Rebelde)

En diversos lugares

En otro lugar imposible de describir por hallarse en una dimensión incomprensible para el ser humano, se efectuaba otra reunión en cierta forma parecida a la de los caídos, pero la misma finalizó casi antes de comenzar, pues quien la presidía decidió descender a la dimensión terrenal seguido de sus compañeros, adquiriendo entonces el necesario aspecto con el que podían moverse en él.

  • Mikhalyáh espera – dijo uno de ellos
  • ¡¿Esperar?! – vociferó el aludido – ¿Esperar qué exactamente Kamael?
  • No hemos recibido ninguna orden con relación a...
  • ¡No la necesitamos, Dina!
  • Mikha…
  • Tú no digas nada Jeremiel – lo cortó antes de que él pudiese expresar cualquier cosa – Te pasas la vida defendiendo lo indefendible
  • Y tú estás actuando en forma precipitada – dijo Zacharel, otro de los presentes
  • ¿Acaso no escucharon lo que dijo Yibril? Se atrevió a agredirlo
  • Es verdad Mikha, lo hizo, pero yo lo forcé a ello invadiendo su propiedad – dijo Yibril, y girándose se dirigió a otro – Estoy bien Israfil, déjalo ya

Esto se debía a que Israfil siendo como era un ángel sanador, estaba ocupándose del daño que había causado Heylel a Yibril con su látigo, y que al descender de nuevo a la dimensión terrenal, se había convertido en una fea herida de aspecto repulsivo.

Convencer a Mikhalyáh de dejar a Heylel en paz no resultó una tarea fácil como no lo era nunca tratándose de Heylel, porque el pleito que tenían casado aquellos dos se remontaba a un tiempo inmemorial.

El aspecto de Mikhalyáh y como ya se dijo con anterioridad con relación a Sariel, era el comúnmente asociado al de los ángeles, pero a diferencia de Sariel que vestía de forma convencional y análoga a los habitantes del planeta, Mikhalyáh vestía una armadura que en aquel momento recordó era algo de lo que Heylel solía burlarse mucho, lo que no contribuyó a la labor de calmarlo. Los demás sabían que en aquel plano, lidiar con las emociones que se materializaban, siempre era mucho más problemático, pero finalmente lograron convencer al recalcitrante guardián de dejar las cosas así.

  • Volvamos a casa, Mikha – dijo Yibril – en breve tendremos verdadero trabajo y no estamos como para perder el tiempo en viejos pleitos familiares
  • Entonces ten la bondad de no ir por ahí dejándote apalear por el príncipe de la arrogancia

Dicho esto desapareció dejando tras de sí una estela azul característica de su presencia, y casi enseguida fue imitado por los demás que se alegraban de haber evitado otra inútil confrontación.

 

En otro lugar se llevaba a cabo una entrevista que en breve alteraría de nuevo a los guardianes, pues la ira de Samael nunca era susceptible a ser ignorada por ciertos individuos entre los que se incluían los anteriores.

  • Repite eso Azrael – ordenó con voz helada
  • Aún está inconsciente, pero hay un espacio en su memoria que fue claramente suprimido y sabemos que hay pocos nephilims capaces de eso. Lo que sí está claro es que vio algo que Su Alteza está muy interesado en ocultar.

Una de las cosas que peor llevaba Samael era la falta de información general, pero si encima la misma estaba directamente relacionada con él, era mucho peor.

Heylel era una espina clavada en su garganta, porque aparte de sus diferencias personales que eran muchas, el hecho de que fuese responsable por la muerte de una innumerable cantidad de sus hijos solo acrecentaba su odio. No obstante, intentó serenarse y analizar con calma la situación. Lo primero que pensó fue que si aquello era obra de Limeriel y tenía pocas dudas al respecto si Azrael aún se esforzaba por recuperar los recuerdos de Sebastian, no iba resultar sencillo acceder a los mismos, aunque tampoco imposible y eventualmente los recuperarían, el asunto era que dependiendo de lo que fuese, la imprecisión del tiempo que les tomaría podía ser algo peligroso. De manera que saber qué era eso que Heylel estaba tan interesado en esconder, se volvía algo de vital importancia.

Pensando un poco más, llegó a una conclusión muy alarmante, porque el trabajo habitual de Sebastian desde hacía algún tiempo era vigilar a Lil y bien podía ser que el entrometido de Heylel hubiese descubierto a su hija. No  obstante, su soberbia le impidió seguir por ese camino, ya que en su opinión, él había hecho un inmejorable trabajo para proteger la identidad  de Lil y sobre todo su naturaleza, de manera que era imposible que Heylel lo hubiese descubierto. Posiblemente más adelante Samael entendería su error, aunque no fuese capaz de aceptarlo, pero por el momento solo quería averiguar qué era lo que Limeriel había intentado ocultar y por qué. No obstante, sabía que solo quererlo no iba a hacerlo realidad, de manera que se giró para dar una insólita orden.

  • Quiero que me traigan a esa estúpida criatura ya
  • ¿Qué? – preguntó Azrael con más alarma que sorpresa
  • Ya me escuchaste, la quiero aquí lo antes posible
  • Pero Samael… estamos hablando de Limeriel, no de cualquier nephilim
  • ¡No me importa! – exclamó




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