Demons (libro 2. Ángel Rebelde)

Astucia

Azrael era uno de los Nueve, y como ya se dijo, originariamente era un ángel sanador, pero a raíz de su caída y su decisión de seguir a Satanael, se había vuelto también un sádico de la peor especie. Teniendo en cuenta lo anterior, una de las peores cosas que le podía suceder a alguien era caer en sus manos, y era justamente en las suyas en las que se encontraba Armeriel, de manera que era justo decir que no estaba ni en las mejores manos ni en la mejor situación.

Si Samael se hubiese limitado a ordenarle a Azrael ir por el chico y nada más, no habría supuesto mucho problema, pero también le ordenó quedarse con él, y si estar en presencia de Azrael era malo, si encima estaba aburrido y lo estaba, era aún peor, porque se desquitaría con quien estuviese con él.

Armeriel era un nephilim con muchos años ya, y no habría sido sencillo atraparlo, pero seguía siendo un descendiente y éstos no la tenían fácil en contra de uno de los Nueve, y si a eso le sumaban que Azrael se había valido de varios shedims para la empresa, Armeriel no había tenido mucha oportunidad.

En aquel momento Armeriel sangraba por varios lugares, y aunque sabía que se recuperaría, por una parte su naturaleza no les evitaba el sufrimiento, y por la otra, el ser víctima de heridas tan serias podía dejarlo débil por un tiempo indeterminado, aunque esto lo preocupaba poco, porque siempre contaba con Araxiel para que se hiciese cargo. De modo que lo que estaba era furioso por haber caído en lo que a todas luces había sido una trampa.

  • Creo que te han sobrestimado – estaba diciendo Azrael
  • Me gustaría ver que opinarías en una pelea justa solo entre nosotros – dijo con tranquilidad
  • Eres un simple descendiente, niño, y por lo tanto, débil
  • ¿Y eso lo dice el cretino que necesitó de un ejército de shedims para atraparme?

Azrael perdía miserablemente el tiempo intentando fastidiarlo con palabras, porque Armeriel no solo descendía de una nephilim, sino que por sus venas corrían siglos de arrogancia, ya que Limeriel no se había enamorado de cualquier mortal, sino de uno de sangre real, y el progenitor de Armeriel era nada más y nada menos que de Thierry[1] quien fuera a su vez el primogénito bastardo de  Hlodowig [2] fundador de la dinastía merovingia, y era por esto que el sello en el Adilik de Armeriel era una flor de lis y no la inicial de su nombre como acostumbraban a marcar las empuñaduras de los descendientes, de manera que no, no era precisamente a Armeriel a quien podían fastidiar de aquella manera y quien resultó fastidiado fue Azrael, quien clavó con ira su Adilik en la humanidad Armeriel.

  • Toda tu arrogancia no va a servirte de nada aquí – le dijo con odio manifiesto
  • Espero… que tengas buena… memoria, Azrael – dijo con los dientes apretados, pero con voz tan helada como la mirada de sus azules ojos – porque yo… sí la tengo y voy a cobrarte cada una de éstas – concluyó haciendo un gesto con la cabeza, pues se hallaba suspendido de unas cadenas
  • Supongo que estás contando con que tu padre lo haga por ti, porque… – estaba diciendo, pero se detuvo al escucharlo reír
  • Eso sería difícil, porque mi padre lleva siglos muerto y ciertamente no lo necesito para cobrar las deudas
  • ¿Crees que soy estúpido?
  • La pregunta es necia, porque tu estupidez es obvia – contestó en forma inmediata ganándose otra herida

Para Azrael aquella actitud soberbia y la forma de expresarse de Armeriel, era una prueba más de que era hijo de Heylel dijese lo que dijese.

  • Sigues siendo un triste descendiente, aunque lo seas de Su alteza, así que no puedes hacerme nada, mocoso
  • Tal vez yo no…
  • Pero yo sí – escucharon la extraordinariamente furiosa voz de Heylel

Azrael no tuvo ocasión de volverse siquiera, porque junto con la voz, sintió que algo que sabía muy bien qué era, se enroscaba alrededor de su torso dejándolo sin respiración. Cuando sintió que lo liberaba y quiso atacar, el látigo se enroscó en su mano y seguidamente en su cuello. Azrael deseó que le cercenase la cabeza, porque así su energía quedaría libre y podría recomponer su materia con rapidez, pero Heylel también sabía eso y no iba a hacerlo, pues su objetivo era destrozarlo pedazo a pedazo.

Entre tanto, Limeriel se ocupaba de su hijo con la ayuda de Araxiel que llegó unos segundos después.

  • Madre…
  • No te esfuerces, mi amor, vamos a sacarte de aquí y… ¿Armeriel?
  • Tranquila – le dijo Araxiel – solo perdió el sentido y va a estar bien en cuanto pueda atenderlo, pero está muy maltratado y supongo que se mantenía consciente por pura terquedad

Limeriel no tenía motivos para pensar diferente, pero le dolía verlo en aquel estado. No obstante, cuando Araxiel la apartó para cargar con Armeriel, y aunque hubiese tenido la intención de ajustar cuentas con Azrael, ya era tarde, porque Heylel se había encargado de ello y en ese momento estaba inclinado sobre el nephilim.

  • Sabemos que no podemos morir, pero también sabemos que podría causarte un dolor que te haría desear poder hacerlo, y te juro que si hay una próxima vez, me encargaré de que así sea, cretino infeliz




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