Demons (libro 2. Ángel Rebelde)

El Príncipe

Samael se había quedado lívido al escuchar a Lil, pero el largo ejercicio del engaño y la manipulación, vino en su auxilio.

  • ¿De dónde sacas que quiero matarte? – le preguntó
  • Yo pregunté primero – dijo Lil en forma absurda al menos para Samael que había olvidado qué había preguntado ella
  • ¿Qué cosa?
  • ¿Pensabas decírmelo alguna vez? – preguntó de nuevo y él se tomó un minuto antes de responder y fue cuando vio a Kellen y a Camel
  • Fuera de aquí los dos – ordenó
  • Eh, eh – dijo Lil – Ese puede irse – dijo señalando a Camel – pero el otro se queda

En cuestión de segundos varias ideas se formaron en el cerebro de Samael y dos nombres saltaron a la superficie como posibles responsables de aquel desastre. Uno era el del individuo que estaba allí, y el otro era el de Andras. Sin embargo, aun suponiendo que cualquiera de ellos le hubiese revelado su naturaleza a Lil, el segundo no tenía ni idea de cuáles eran sus planes, y Kellen si bien sabía una parte, no sabía que Lil iba a morir en el proceso, de modo que algo faltaba, pero su hija no parecía dispuesta a esperar a que él encajase las piezas en su lugar.

  • Estoy esperando una respuesta suponiendo que la tengas
  • Sería estúpido negar lo que ya sabes, es verdad, somos nephilims – reconoció él – ¿Pero por que habría de querer matarte? – insistió

No obstante, Lil no tendría ocasión de responder, porque en ese momento se escuchó una conmoción y un momento después entraban Heylel y varios más a los que Lil no prestó atención.

  • ¡¿Cómo te atreves?! – bramó Samael – ¡Fuera de mi casa!
  • Yo puedo responder a tu pregunta – dijo él con tranquilidad
  • ¡He dicho que…! – comenzó, pero se detuvo mirándolo con incredulidad
  • En realidad sería más apropiado decir que vas a sacrificarla – continuó Heylel como si estuviesen en medio de una conversación entre amigos y mientras se acercaba con sigilo a Lil – Y vas a hacerlo persiguiendo la más estúpida de las ambiciones

Samael se sintió hundido en un mar de confusión, porque por una parte había entendido con claridad meridiana que Heylel estaba perfectamente al tanto de sus planes, y que era posible que él mismo se lo hubiese hecho saber a Lil, pero al mimo tiempo concluyó que eso no tenía sentido, porque conociendo a Heylel, lo primero que habría hecho con certeza o sin ella, habría sido matar a Lil y por el simple hecho de ser su hija. No obstante, en medio de aquel descomunal caos, Samael se percató de que Heylel se había ido acercando con sigilo a Lil.

  • ¡Aléjate de mi hija! – exclamó moviéndose

Pero las cosas iban a ponerse feas, porque antes de poder avanzar más, se encontró con una filosa hoja en su cuello.

  • Yo en tu lugar me quedaría muy tranquilo y exactamente donde estás – dijo Araxiel
  • Vamos a calmarnos todos – dijo Arhiman que también había hecho acto de presencia y Lil notó que tenía una fea marca alrededor del cuello
  • No digas ni una sola palabra más, Ari – le ordenó Limeriel
  • ¡Fuera todos! – exclamó Samael - ¡Ninguno de ustedes tiene derecho a estar aquí!
  • Ya basta – dijo Lil que parecía haber perdido la paciencia – nadie se mueve de aquí y tú vas a contestar a lo que te estoy preguntando – agregó mirando a Samael

A esas alturas, el lugar lucía pequeño, pues estaba atestado tanto por los propios como por los invasores que después de la previsible escaramuza para entrar, se habían ido derechos hacia el estudio.

  • Ven aquí – le dijo Samael consciente de la peligrosa cercanía de Heylel
  • Aquí estoy bien y te escucho perfectamente

Heylel sonrió para sus adentros por dos motivos diferentes. El primero, porque había notado la mirada que había dirigido Samael a Kellen y a Sebastian, pero si bien Kellen habría podido ser un problema, el otro no estaba ni cerca. Y el segundo, porque le producía un maligno placer escuchar a Lil tratar de aquel modo a Samael y que éste no pudiese hacer nada ni para evitarlo ni para hacerse obedecer.

Samael por su parte, ordenó sus ideas lo mejor que pudo antes de comenzar a hablar, pero sabía que caminaba a ciegas, porque no tenía idea de qué era lo que sabía o creía saber su hija.

  • Por supuesto que pensaba decírtelo Lil, pero debía esperar el momento oportuno para ello, porque normalmente es una información que afecta mucho a los jóvenes y se hace más difícil protegerlos de nuestros enemigos

Lil compuso expresión de fastidio, porque aquello del peligro que corrían los descendientes ya lo sabía por Heylel, pero cuando iba a protestar, escuchó la voz de Kellen.

  • Escúchalo

Samael también captó esto y lo interpretó como que había estado acertado en cuanto a la lealtad de Kellen, pero aun seguía sin saber quién podía haberle proporcionado aquella información a Lil, porque evidentemente al menos para él, seguía siendo imposible que fuese Heylel.




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