DENIS EN BUCAREST
Carta del señor Thoma Lake a Denis Vian Barón de Visi
Mi estimado Barón,
Los años no pasan en vano, me he vuelto viejo, y un viaje hasta Francia me es imposible, sé que ha estado alargando esta visita, pero ahora los asuntos legales no pueden esperar más, y necesitan de su firma y autorización, el contador Talbot me hará el gran favor de viajar a Francia, y estarse unos días con usted hasta que los documentos queden en orden, espero que lo reciba y le dé su hospitalidad.
Sin más me despido, su buen amigo Thomas Lake.
El hombre apartó la carta con un deje de desagrado, la imposición de tener a una persona viviendo en su casa, aunque fuera por unos cuantos días le disgustaba.
Habían pasado unos 20 años desde que dejó Inglaterra después de la muerte de su esposa, compró una vieja mansión a las afueras de Provins, había decidido tener el mínimo contacto con la humanidad, para eso tomó algunas medidas, no contaba con servicio en su casa, salía solo cuando era realmente necesario, el frente de la mansión la había dejado descuidada, la maleza, los rosales, gardenias, madreselva, etc, crecían de forma desordenada y a como a ellas caprichosas les venía en gana, también estaba el hedo de que la mansión 15 días al mes se encontraba sola, el tiempo en el que Denis convertido en lobo, se iba a refugiar al bosque. Como todo lugar al que iba, Denis causaba más preguntas que respuestas, los aldeanos de Provins vivían intrigados por el residente de la mansión a las afueras, pero eran las damas las que sufrían por el desdén de aquel hombre tan agraciado, no había reunión en la que no se comentara el que alguna lo vio de lejos, de cerca, se topó con él de frente, muy pocos los comentarios de que alguna llegó hablarle, pero todas estaban muy seguras de haber caído bajo el hechizo de unos ojos rojos como el vino, una de ellas dijo que una vez lo había visto sonreír, y todas quedaron admiradas. Los caballeros trataban de minimizar las acciones del Barón, pero muy en el fondo al igual que las damas estaban igualmente intrigados.
Una tarde plomiza una mujer con dos valijas tocaba a la puerta de la oscura mansión, Denis se llevó una gran sorpresa al ver a la mujer en el umbral.
-Barón, buenas tardes mi nombre es Gwen Talbot, mucho gusto – le dijo extendiéndole la mano, Denis se quedó paralizado tratando de comprender aquello, luego recordó la carta de Thomas, “el contador Talbot le hará una visita” ella al ver el asombro continuó – soy el ayudante del señor Lake.
- ¿Una mujer? – Gwen se quedó callada unos segundos, luego agregó.
-Si, tal vez le sea difícil de comprender, que las mujeres puedan hacer cuentas de más de dos cifras. – Luego de unos segundos Denis reaccionó.
-No es eso, es que yo vivo solo, se me hace raro que Thomas no se lo haya comunicado.
-Lo hizo, pero no se preocupe solo estaré un par de días, sabré arreglármelas, su casa es lo suficientemente grande como para que me proporcione una habitación para mi sola – le dijo echando un vistazo alrededor.
Denis después de unos segundos le dijo…
-Bien pues sígame – tomó las valijas y le indicó el camino.
La habitación no desentonaba con la casa, era lúgubre, con muebles viejos, pero dentro de todo alrededor, era cómoda, la alfombra derruida hacía que la habitación no fuera fría, la cama, aunque muy antigua sus cobijas estaban limpias y bien acomodadas, una mesita en el centro con un jarrón con flores secas o más bien petrificadas, cuadros de personas de vidas pasadas colgaban de las paredes.
- ¿Sus antepasados?
-Me temo que no, toda esta decoración venía con la casa. – Ella fue a la mesa y tocó las flores de pétalos rugosos.
-No recuerdo desde cuando están ahí.
-No se preocupe estaré cómoda, solo son unos días.
Se despidió deseándole buenas noches, un poco burlón, qué dama podía pasar una buena noche en aquel lúgubre lugar, pero sentía que era como un castigo por llegar a invadir su intimidad y sin revelarle su sexo sin previo aviso.
Al contrario de lo que pensó Denis, Gwen pasó una reconfortante noche, fue al comedor, se sorprendió al ver a una mujer muy apresurada en poner la mesa, luego entró Denis.
-Es una de mis vecinas, vendrá para ayudarla mientras se encuentre aquí, - se acercó a la mujer y la presentó como Blanca, Gwen le dedicó una amable sonrisa. Ambos se sentaron a disfrutar los alimentos que Blanca muy afanosa les servía.
-Espero que me dé algo de su tiempo esta tarde para comenzar con los documentos.
-Claro, hoy mismo comenzaremos, - dando a entender que quería terminar con el asunto lo más pronto posible, hubo un silencio incomodo luego le dijo - su apellido me es familiar. – Algo de incomodidad veló el semblante de Gwen.
-Abemos muchos Talbot en Inglaterra.
-Claro, seguro que usted no pertenece a los legendarios Talbot.
-No creerá en esas leyendas populares. – Denis hizo una mueca de sonrisa, Gwen pudo ver sus blancos y largos colmillos, como todo el mundo que los llegaba a ver se impresionó, él lo supo y como siempre la seriedad volvió a su rostro.
-Disculpé, - le dijo levantándose de la mesa, - recordé que tengo que hacer algo, la espero en una hora en la biblioteca.