En el cielo del medio día se vieron extrañas luces, todos sabían que la tormenta de la que había hablado Vlad había llegado, ahora solo tenían que esperar las malas noticias, y así fue, los vigías que tenían aposentados en la región de Targoviste, mandaron informes sobre el extraño suceso del despertar de los soldados vampiros. Todos los Belmont se prepararon para ir a retenerlos, pero también se organizaban para tener una fiesta, todos sabían que la batalla era sangrienta y muchos morirían, pero esa noche tendrían música y alegría.
Todos los salones de la casa estaban llenos de hombres, mujeres, niños, viejos, los Belmont eran bulliciosos, bailaban, tomaban, corrían, comían y demás.
Vlad tenía fija su mirada en Gwen y ella en él, cuando se acercó a ella para tomarla por la cintura, ella le correspondió tomando sus musculosos brazos.
-Al parece esta rara familia ha aceptado a dos raros más – le dijo muy cerca, ella le sonrió
-Los Belmont no se andan por las ramas, si quisieran nos destrozarían.
-He vivido muchos años, una muerte digna sería bueno, pero ahora quiero vivir – le dijo mientras la acercaba – Gwen Talbot usted me ha hechizado – ella le sonrió - ¿acaso es usted una gitana?
-Tal vez alguien de mi familia lo fue, muchas generaciones han pasado por mi familia – le dijo sonriéndole. Él la llevó al centro del salón para bailar con ella, sin darse cuenta en que Denis no perdía detalle de lo que hacían, solo quería resignarse, Gwen Talbot le había entregado su corazón a alguien más.
Rudick se acercó con un tarro de cerveza, se la tendió y olvidándose de todos los títulos le dijo…
-Denis, es usted un hombre muy serio – Denis tomó el tarro y le dio un buen trago – eso, vamos a divertirnos hoy, por que mañana quizás no estemos, nosotros somos los Belmont – le dijo señalando a todos los presentes – y mañana demostraremos de qué estamos hechos.
-No necesita decírmelo, sé perfectamente quienes son, Eleana me lo dejó muy claro.
-Esta noche diviértase – le dijo alejándose para ir a tomar del brazo a una joven y llevarla a bailar.
-Mucha alegría por todos lados, menos por aquí – le dijo Eleana acercándose a él, miró hacia donde estaban puestos los ojos de Denis - mi prima no solo es hermosa, es inteligente, decidida, la última de los Talbot, y podría enumerarle un sinfín de cualidades más, captar la atención del mismísimo conde Drácula no es una sorpresa – Denis dejo de mirar a la pareja para volverse a verla – porque no trata de divertirse, ¿bailaría conmigo? – le preguntó con su intensa mirada.
-Jamás la despreciaría señorita Belmont – le tendió la mano, ella le sonrió tomando su mano para ir a bailar.
-Barón de Visi, es lamentable que no baile más seguido, porque lo hace muy bien – a lo que Denis le sonrió, Eleana vio sus largos y blancos colmillos y su hermosa sonrisa – también es lamentable que no sonría más seguido.
-Eso no se lo puedo asegurar – Eleana le sonrió para luego acomodar su cabeza en su pecho, él pudo oler toda su esencia de loba blanca, aunque su corazón una vez latió fuerte por Gwen, la mujer que ahora tenía en sus brazos era hermosa también, y como él, ella era una criatura extraña.
Eleana no podía reprimir sus sentimientos, Denis le gustaba demasiado, sus enormes ojos rojos serenos y tristes la tenían cautivada, el que la estuviera abrazando la hacía vibrar, y nada le gustaría más que besar sus carnosos labios rosados, todo eso hacía que su corazón latiera fuerte, lo que no pasaba desapercibido a Denis, él podía escuchar cada latido, se paró en seco, ella despego la cabeza de su pecho para mirarlo, no comprendía por qué había dejado de bailar repentinamente, él también se le quedó viendo, luego le dio un tierno beso en su pelo para respirar toda su esencia, para luego alejarse de ella.
En una habitación lejos del bullicio, Vlad y Gwen se besaban apasionadamente, no tenían dudas, ambos se querían, ella disfrutaba de sus caricias cerrando los ojos, él disfrutaba su belleza, besando sus bronceadas mejillas, pensaba en los cientos de años que había vivido sin tenerla, sin encontrarla, en todos los años de estar solo sin ella.
-Te encontré, y ahora no puedo vivir sin ti.
-Yo tampoco puedo vivir sin ti.
-Mañana no quiero que luches – Gwen dio un paso atrás.
-No me puedes pedir eso, tengo un deber que cumplir, y va más allá de nosotros dos.
-Pero no sabría que hacer si te pasa algo – ella le sonrió.
-Tendrás que protegerme – él cubrió el espacio que los separaba, la tomó por la cintura y la apretó a su cuerpo.
-Ahora tendré más trabajo – le dijo sonriéndole y dándole un apasionado beso, ella le correspondió, ese hombre la embriagaba hasta el punto de perder los sentidos, se entregaba al él en cuerpo y alma, recorrer con sus manos su pecho y sus brazos, sentir sus labios besando sus mejillas, su cuello, bajar a sus pechos para lamerlos y succionarlos, algo que le erizaba la piel, los dos completamente desnudos, ella sentía su virilidad dentro de ella, la hacía que arquera la espalda y disfrutaba con cada embiste, él la apretaba para sentir cada centímetro de su cuerpo, ella lo miraba y a él le encantaba perderse en ese mar esmeralda resplandecientes.