Dentro De La Máscara De Papel.

Catorce Horas. Parte. — 2.

Joaquín llega a una plaza donde lo esperaba Tamara, al llegar, ella lo recibe con una sonrisa gigante, no podía esconder la felicidad que sentía al verlo otra vez.

—Hola Tamara.

—¿No tienes frío?.

Ella se había tomado unos segundos de su vida para observar la vestimenta con la que había llegado Joaquín, lo primero que llamo su atención fue que estaba solo con una manga larga, nada más que eso llevaba puesto arriba, mientras que ella tenía bufanda, gorro, dos remeras y una campera, al comparar su vestimenta con la de ella era evididente.

—No, para nada, estoy bien así, no te preocupes.

—¿Que necesitabas de mi?.

—Quiero comprar unos vestidos.

—¿Para tu madre y tu hermana?.

—No, para mí hermana y otra chica, quiero hacerle ese regalo.

—¿Que raro que tu estés pensado fuera de tu familia, por que?.

—Simplemente me gusta su expresión.

—Es muy raro de ti.

—¿Que cosa?.

—¿Que estés interesado en una chica, es la misma de la que me estuviste contando?.

—¿Por que iba a ser otra?.

—No sé, rechazaste a muchas chicas, tal vez ella sería pasajera.

—No, no lo es, es enserio.

—¿Que tiene ella de especial?.

—Nada, simplemente es normal.

—¿Entonces, por que ella? ¿Entre todas las que rechazaste, que diferencia hay en las demás?.

—La diferencia es que a Isabel la conozco bien, se cómo es realmente, me gusta cómo se esfuerza por conseguir lo que quiere, su humor, su carácter.

—¡Wow! Muy buena respuesta, te felicito, estás madurando pequeño Joaquín, aun que ella es mayor y tu aún eres ilegal, yo los apoyo.

—¿Gracias?.

—Bien, vamos a comprar ese vestido.

Isabella se despertaba luego de unos largos minutos durmiendo, mientras su mente se iba acostumbrado a la claridad de la siesta, comienza a persivir un aroma familiar, deja que su imaginación trabaje por ella recordando en donde había sentido ese mismo aroma, al acordarse que le pertenecía a Joaquín su mente se prende rápido y comienza a ver a su alrededor, sus sentidos se iban agudizando mientras corrían los segundos, así se dio cuenta que tenía puesta la campera y el gorro de él, se queda en la misma posición mientras miraba lo que tenía puesto.

—Maldito Joaquín, por que tenía que hacer algo tan tierno.

Sin darse cuenta deja llevar por su mente y comenzaba a oler el perfume que cargaba su campera.

—Mierda, no me gusta ¿Por que lo hago?.

Se pone de pie a grandes fuerzas y se viste con su campera. Comienza a caminar por los pasillos del colegio sin saber la hora, hasta que se topa con Carla.

—¿Por fin te encuentro niña, donde te habías metido?.

—Estaba durmiendo.

—Esa campera me parece conocida.

—Si, es de Joaquín, el maldito me la dejó para no pasar frío.

—Que tierno de su parte.

—No lo menciones.

—Vamos, Rocío te está esperando en la salida.

Al salir del colegio, ambas se acercan hasta donde se encontraba Rocío.

—¡Ya estoy aquí!.

—Por fin, ya me estaba por ir hasta tu casa.

—Perdon, puse alarma, pero me quedé sin batería, vamos.

—Vamos.

—Chicas, nos vemos.

—¿Que? Pero ven con nosotras.

—Acompañanos Carla, dale.

—No puedo, me tengo que ir.

—Bien, como quieras.

—Cuidate.

Las tres se abrazan para despedirse.

—Isabella, espero que mañana tengas una linda fiesta con tus padres, mándame fotos de cómo están ellos.

—Si, yo te mando, gracias.

—Si necesitas que te presté un vestido para mañana avísame esta noche, así lo buscamos juntas.

—Bien, gracias.

Ambas recorren el centro de la ciudad en busca del regalo para sus padres, le toma bastante tiempo poder encontrarlo, nunca pensaron que les llevaría tanto tiempo, luego de haber terminado su compra deciden irse a tomar un helado, eran las únicas dos que tomaban helado en invierno, ellas aún así estaban felices, luego de unos minutos caminando Rocío comenzaba a tocarle el hombro muchas veces para llamar su atención.

—¡¿Que?!.

Rocío señala con su dedo índice hacia adelante, levanta su mirada y se encuentra con Joaquín caminando con otra chica, él estaba feliz, ella sonreía de oreja a oreja, Isabella se queda mirandolos por unos segundos en silencio, mientras su mente procesaba y buscaba excusas para que su imaginación no tome posesión.

—¡Lo sabía!.

Toma rápidamente de la mano a Rocío y se la lleva del lugar mientras miraba de vez en cuando hacia atrás, odiaba sentirse molesta, no entendía el porqué, sentía que no tenía ningún derecho a estar enojada.

Alex M. Martínez.




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