Renacuajo
Baekhyun se sintió caer hacia adelante en la oscuridad. Sólo balanceando los brazos frenéticamente se las arregló para mantener el equilibrio. La ladera era muy pronunciada.
Su boca se había quedado seca del miedo, se sentó. Así se sentía seguro, pero no podía permitirse quedarse allí sentado mucho rato, cuando sólo le quedaban trece horas para atravesar el Laberinto y encontrar a Sehun en el castillo.
Intentó reptar ladera abajo sobre el trasero, pero eso tampoco funcionaba.
Rocas y pequeños arbustos se lo impedían, y no se atrevía a ponerse en pie para pasarles por encima. Estaba todo tan negro que bien podría haber estado intentado encontrar su camino a través de un mar de tinta. Sintió las lágrimas florecer, pero parpadeó para contenerlas. Lo haría. No había límites en lo que el podía hacer, con determinación (cosa que indudablemente tenía), e ingenio (cosa que nunca le había faltado), y tal vez un poco de suerte (cosa que se merecía, ¿no?). «Lo lograré», prometió, mientras estaba sentado sobre la negra ladera sin tener ni idea de cómo dar un paso más.
Alto sobre el, hacia donde la lechuza había volado, se oyó a una alondra cantar. Miró hacia arriba con atención y al apartar la vista de la negrura de abajo fue consciente de un indicio de luz que manchaba el borde del cielo oscuro. Observó cómo la luz se hacía más y más brillante, cambiando de rojo a rosa, y después a un azul pálido, y cuando vio el borde del sol alzarse sobre el horizonte cerró los ojos y tomó un profundo aliento. Sintió cómo el sol caldeaba su piel. Lo conseguiría.
Cuando abrió de nuevo los ojos, el castillo de Chanyeol brillaba ante el, sus escaleras y torrecillas recortadas contra la luz del sol. Ansiosamente escrutó el valle, el cual, como una fotografía revelándose, tardó un rato más en mostrarse a sí mismo.
La primera cosa que pudo evaluar fue su anchura. La extensión de tierra entre sí misma y el castillo no era tan grande. «Puedo correr hasta allí en un par de horas», consideró. Sólo eran unas pocas millas. «Chanyeol estaba intentando embaucarme. Creyó que me asustaría tanto en la oscuridad que me rendiría y olvidaría a Toby. ¿Cómo podría hacer eso? De cualquier modo, en trece horas puedo estar allí y volver con tiempo de sobra».
Se preguntó si trece horas en la tierra de Chanyeol serían lo mismo que en casa. ¿Y qué pensarían su padre y su madrastra cuando volvieran?
Probablemente llamaran a la policía. Bueno, no había nada que el pudiera hacer al respecto. No esperaba encontrar un teléfono en el castillo de Chanyeol.
Sonrió débilmente.
El sol estaba por encima del horizonte, colores y formas penetraban el valle. Había un montón de cosas horribles allá abajo; podía verlo. Siguió observando y gradualmente tomó conciencia de la verdadera naturaleza del valle
Al principio no podía creérselo. Cuando el sol se alzó aún más arriba revelándolo más, sus hombros se encorvaron y su cara perdió la sonrisa.
Sacudió la cabeza lentamente, atónito.
Al pie de la ladera donde estaba sentado, hasta el castillo y más allá, y hasta donde alcanzaba la vista en cada dirección, se extendía un vasto e intrincado laberinto de muros y setos.
—El Laberinto —murmuró—. Así que esto es el Laberinto.—
Lo estudió, intentando descifrar en él algún patrón, algún diseño principal que pudiera guiarlo al atravesarlo. No pudo ver ninguno. Pasillos que giraban, volvían y se enroscaban. Portales que conducían a más portales que conducían a aún más portales. Le recordó a miles de huellas digitales colocadas lado a lado, superponiéndose unas a otras. «¿Alguien diseñó todo esto o simplemente ocurrió sin más?», se preguntó.
La imposibilidad de encontrar el camino a través del Laberinto comenzó a abrumarlo. Se puso en pie, apretando los puños y tensando la mandíbula, y se aclaró la garganta.
—Bueno —dijo—, allá vamos. Adelante, un pie delante del otro.—
A la luz naciente, podía ver bajo él un sendero que zigzagueaba ladera abajo. Escogió su camino con cuidado a través de las rocas y arbustos. Al pie del sendero, encontró un gran muro, fortalecido con contrafuertes. Se extendía hasta donde alcazaba la vista a derecha e izquierda.
Vacilante se aproximó a la pared, sin tener idea de qué haría cuando la alcanzara.
Mientras se acercaba, un movimiento justo en la base captó su atención. Era un hombrecillo, de pie junto a un estanque. Cacareaba mientras aplastaba algo con los pies.
—Perdone —dijo Baekhyun.
El hombrecillo casi saltó fuera de su piel.
—Sigue adelante —dijo, incluso antes de levantar la mirada para ver quién era.
Cuando se volvió, su cara resultó estar muy abajo así que la evaluó desde debajo de unas espesas y peludas cejas.
—¡Vaya! —exclamó, pareciendo asombrado y enfadado al mismo tiempo —. ¡Vaya! —Al parecer nunca antes había posado los ojos en una persona como Baekhyun. O quizás era que ninguna persona como Baekhyun lo había tomado nunca desprevenido—. ¡Vaya! —dijo de nuevo.
"Así nunca llegaremos a ninguna parte", pensó Baekhyun.
Era una personita extraña. Sus cejas pobladas claramente pretendían ser feroces, pero su cara arrugada no estaba a la altura de tal ferocidad. Su expresión era cauta ahora, no particularmente amigable, pero tampoco hostil.
Parecía evitar su mirada y notó que cada vez que movía las manos, los ojos de él las seguían. En lo alto de la cabeza tenía una gorra de piel. Del cinto que sujetaba sus zapatos, pendía una cadena de ornamentos tintineantes, bisutería por lo que
Baekhyun podía ver. Vio que su boca se movía para decir otra vez «¡Vaya!» y lo interrumpió rápidamente.
—Perdone, pero tengo que atravesar el Laberinto. ¿Puede mostrarme la forma de entrar?—
La boca se quedó congelada en la formación de la V, parpadeó hacia él una vez o dos. Entonces sus ojos se lanzaron a un lado. Se apresuró a recorrer unos pocos pasos hasta una caléndula, al mismo tiempo que sacaba una lata de spray de su chaqueta.
Editado: 14.04.2022