El Significado de la Vida
Baekhyn se unió a Namjoon en el escalón más alto de la escalera, aferrando agradecida el costado de la escotilla abierta. Se sentía como si estuviera pisando tierra firme tras un viaje por mar.
Tenían vistas a un jardín, donde cantaban los pájaros. Estaba rodeado por setos bien cuidados… setos cuadrados, pensó, y ciertamente estaban muy rectos, con aberturas pulcramente cortadas entre ellos, y giros en ángulos precisos, y el césped estaba tan plano y ordenado que el jardín parecía más bien una caja verde, con el cielo azul como tapa.
Pero no por nada los llamaban setos cuadrados, ¿verdad? Era un jardín bastante formal, con estatuas de piedra cuidadosamente colocadas. Sobre las piedras había runas talladas, y unas pocas caras… más de esas Falsas Advertencias, decidió Baekhyn, preparándose para sus sombrías predicciones.
La escotilla a través de la cual habían emergido estaba en lo alto de una gran urna ornamental, colocada sobre una mesa de mármol. Vaya un acomodamiento más ridículo, reflexionó Baekhyn, mientras trepaban fuera de la urna y bajaban al césped. Nada era lo que parecía ser. Era como un idioma en el cual todas las palabras eran iguales a las del tuyo, pero donde significaban algo diferente a lo que estabas acostumbrado. A partir de ahora, no aceptaría nada por su apariencia. Miró con suspicacia a la urna, y después abajo, a la hierba. Avanzó cuidadosamente. Puede que resultara ser la parte superior de la cabeza de alguien.
Namjoon extendió las manos.
—Aquí estamos. A partir de ahora ve por tu cuenta.
—¿Qué?
—Esto es todo lo lejos que voy.
—Tú… —Dije que no prometía nada —se encogió de hombros, insensiblemente.
—Pero tú… —Y tú dijiste que no necesitabas que nadie te salvara.
—¡Pequeño tramposo! —Baekhyn estaba indignada—. ¡Asqueroso y pequeño tramposo!
—No soy un tramposo. Dije que te llevaría tan lejos como pudiera. Bueno, esto es.
—Estás mintiendo. Eres un cobarde y un mentiroso y… y… Él resopló.
—No intentes avergonzarme. No tengo orgullo.
—¡Renacuajo!
—No digas eso. —Namjoon apretó los puños.
—¡Asqueroso tramposo pequeño achaparrado renacuajo bueno para nada!
—¡He dicho que no digas eso! —Sus cejas se fruncieron hasta unirse.
Él se inclinó hacia él, y susurró:
—Renacuajo.
—Argg. —El cuerpo de Namjoon se tensó.
Desnudó los dientes, y después los abrió en un grito. Con los puños juntos, saltó en el aire, aporreando la tierra cuando aterrizó. Entonces perdió el equilibrio, y rodó por la hierba, agitando los puños en el aire, pateando con sus piernas rechonchas. Su voz alternaba entre gruñido y grito.
—Fuiste tú el que insistió en seguir. Te dije que abandonaras, pero, oh, no, tú eres muy listo. Tú sabes más que nadie, ¿verdad? Arrghhh. Bueno, ahora ve por tu cuenta, y buena suerte, y que te vaya bien. —Cerró los ojos, y rodó otra vez por la hierba.
Baekhyn le observaba, con la boca abierta de asombro. Nunca había visto a nadie tan furioso, ni siquiera a Sehun.
Finalmente Namjoon se tranquilizó, y yació un rato con los ojos todavía cerrados y el cuerpo sacudiéndose ocasionalmente. Baekhyn se preguntó si necesitaría algún tipo de ayuda. Se sentía culpable. Él había provocado todo esto sólo con una palabra, que era claramente más hiriente que palos y piedras.
Namjoon abrió los ojos. No lo miró mientras se ponía en pie, sacudiéndose la ropa, y fingiendo que tenía la suficiente dignidad como para marcharse con la cabeza bien alta.
—Namjoon no volverá para salvarte esta vez —le informó.
—Oh, sí, lo hará —masculló Baekhyn por lo bajo. Y antes de que él pudiera alejarse, se lanzó hacia adelante y agarró la cadena de broches y medallas de su cinto. Tuvo que tirar bastante fuerte para soltarla, y a consecuencia de ello Namjoon se tambaleó hacia adelante.
—¡Ey! —protestó.
—¡Ah, ah! —Él sostuvo sus preciosas joyas demasiado alto para que él las alcanzara.
Namjoon danzó en círculos bajo la cadena colgante, intentando saltar y agarrarla. Fue inútil.
—¡Devuélvemela! —chilló.
—No. Podrás recuperarla cuando yo llegue al centro del Laberinto.
—Pero ya oíste a Chanyeol —lloriqueó Namjoon—. El centro está más lejos de lo que yo puedo ir. ¡No! ¡No! —su lloriqueo se alzó hasta convertirse en un quejido chillón—. Bocabajo en el Pantano del Hedor Eterno —dijo. Cerró los ojos, y se estremeció.
—Allí está el castillo —dijo Baekhyn, con un tono deliberadamente práctico, el que un padre utilizaría con un hijo tras una rabieta. Por encima de los setos, podía ver los capiteles del castillo y sus torretas y torres brillando al sol, y las señaló—. ¿Qué camino deberíamos intentar?
—No sé —Namjoon se había vuelto hosco.
—Mentiroso.
—¡Devuélvemela! —Namjoon estaba intentando brincar y agarrar la cadena de nuevo—. ¡Devuélvemela!
Él lo ignoró.
—Intentemos ese camino —propuso, y avanzó enérgicamente a través de una de las aberturas en el seto, a un pasillo también de setos.
Namjoon lo siguió a regañadientes, con la barbilla en el pecho.
Baekhyn abrió el camino hacia abajo por el pasadizo, y pronto llego a otro jardín, que se parecía al que acababan de dejar. De hecho, era tan parecido al primer jardín… que era el mismo, comprendió. Fue hasta la urna, y alzando la tapa, lo comprobó. Si, ahí estaba la escalera por lo que habían ascendido.
Frunció el ceño.
—¿No es éste el mismo lugar que acabamos de abandonar?
Namjoon no estaba prestando atención a nada que no fuera su cadena de baratijas.
—Tú… tú… —saltó, pero no consiguió alzarse más de medio centímetro del suelo—. ¡Devuélvemela! —bramó.
—Estoy seguro de que es el mismo lugar —Baekhyn miró fijamente a los setos y decidió intentar con otra salida—. Vamos —dijo a Namjoon—, intentemos con esta de aquí.
Él trotó miserablemente tras Él.
Editado: 14.04.2022