No Hay Problema
Namjoon seguía deambulando por el seto del laberinto, pensando en sus asuntos, y sobre todo pensando en el chico que le había quitado sus joyas. Él había intentando contentarlos a ambos, a él y a Chanyeol, y eso es lo que conseguía por intentar contentar a todo el mundo. Ni una de sus alhajas.
Oyó a Baekhyun cuando gritó. Aquello lo hizo detener sus pasos, que se dirigían al principio del Laberinto. Escuchó, oyó un segundo grito, luchó contra su rudimentaria conciencia, tomó una decisión, y comenzó a correr en su dirección. Conocía el camino por aquel sitio mejor que los estúpidos Demonios del castillo.
—Ya voy, señorito
Galopó girando la esquina, derecho a un par de rodillas.
Chanyeol llevaba puesta su capa y parecía hermosamente diabólico.
—Vaya —dijo amablemente— pero si eres tú.
—Sí —le dijo Namjoon, temblando.
—¿Adónde ibas, hmmm?
—Ah… —Namjoon miraba a las botas de Chanyeol—. Ah… —dijo con un tono diferente de voz, para mantener la atención de su audiencia.
Entonces pasó algunos minutos rascándose el trasero, sugiriendo que nadie podía esperar que contestara mientras se encontraba atormentado por un picor.
Chanyeol se contentó con esperar, con una sonrisa en sus labios.
—Eh… —Por fin Namjoon fue capaz de pensar en algo—. El jovencito, me había dado esquinazo… eh… pero acabo de oirlo ahora mismo…
Chanyeol entrecerró los ojos.
—Así que yo… eh… eh… voy a ir a buscarlo y luego lo conduciré de vuelta al principio. Justo como me indicó usted. —Deseó que el Rey de los Demonios le diera una patada, o una tunda, o hiciera alguna cosa, lo que fuese excepto sonreír con aquella sonrisa angustiosa y agradable.
—Ya veo —Chanyeol asintió—. Por un momento pensé que corrías a ayudarlo. Pero no, tú no harías eso. No después de haberte advertido. Eso sería estúpido.
—Ajá —convino Namjoon, con el corazón tembloroso—. Oh, jajaja.
¿Estúpido? Puede apostar a que sí. ¿Yo? ¿Ayudarlo? ¿Después de sus advertencias?
Chanyeol inclinó elegantemente la cabeza para examinar el cinturón de Namjoon.
—Oh, querido —dijo, con aspecto preocupado—, ¡pobre Namion!
—Namjoon —gruñó Namjoon.
—Acabo de darme cuenta de que tus preciosas joyas han desaparecido.
—Uh… —Namjoon bajó la vista a su triste cinturón sin adornos—. Oh, sí. Así es. Mis preciosas joyas. Desaparecidas. Vaya. Será mejor que las encuentre, ¿eh? Pero primero —prometió con voz totalmente digna de confianza—, voy a buscar al jovencito para llevarlo de vuelta al principio del Laberinto. —Pensó en si debía guiñarle un ojo, pero decidió no hacerlo —. Tal y como planeamos —dijo, y comenzó a avanzar hacia allí obedientemente.
—Espera —le dijo Chanyeol.
Namjoon se quedó helado en el sitio. Cerró los ojos.
—Tengo un plan mejor, Namjoon. Dale esto.
Con un movimiento de su mano izquierda, Chanyeol extrajo una burbuja del aire. En su mano se convirtió en una bola de cristal. Esperó a que Namjoon se girase y se la tiró. Namjoon la agarró. Se había convertido en un melocotón.
Namjoon lo miró, mudo de asombro.
—¿Qué… qué es esto?
—Un regalo.
Las cejas de Namjoon se proyectaron hacia arriba.
—No le hará daño al jovencito, ¿verdad? —preguntó despacio.
—Oh. —Chanyeol le puso una mano sobre la cabeza—. Vaya, ¿y esa preocupación?
Namjoon apretó los labios.
—Sólo… curiosidad.
—Dáselo, Namjoon. Eso es todo lo que tienes que hacer. Y todo lo que tienes que saber.
Namjoon se sentía dividido entre la total obediencia, la cual le era familiar, y el cariño, al cual no podía ponerle nombre.
—Yo… —Se puso más recto—. No haré nada que le haga daño. — Calculó que aquel momento de desafío bien podría ganarle un puñado de tijeretas en los pantalones, por lo menos.
En lugar de eso, Chanyeol le respondió con aquella agradable sonrisa que en aquel momento era como un cristal roto para los nervios de Namjoon.
—Vamos, vamos, vamos, Namion —el Rey Demonios rió de manera burlona—. Me sorprendes. Perdiendo tu fea cabeza por un chico bonito.
—Yo no estoy perdiendo la cabeza —Namjoon frunció el ceño.
—¿No creo que pienses que a un chico joven como él podría gustarle una pequeña roña repulsiva como tú, verdad?
Namjoon se sintió herido.
—Él dijo que éramos… —se detuvo a medias, pero era demasiado tarde.
Chanyeol le dirigió una coqueta y burlona sonrisa lateral.
—¿Qué? ¿Amigos íntimos? ¿Qué, Nami? ¿Amigos, ustedes?
Namjoon, con la cara enrojecida, estaba parpadeando hacia sus botas otra vez.
—No importa —musitó.
La voz de Chanyeol volvió a ser seca.
—Le darás eso, Namjoon, o te lanzaré derechito al Pantano del Hedor Eterno antes de que puedas parpadear.
En miserable obediencia, Namjoon asintió.
—Sí.
Se había apresurado a ponerse en camino, asumiendo que la conversación había terminado, cuando volvió a escuchar la voz de Chanyeol. Se detuvo, rígido, sin atreverse a darse la vuelta.
—Te diré algo —Chanyeol había girado la cabeza y estaba mirando la nariz de Namjoon—. Si él te besara alguna vez…yo te convertiría en un príncipe.
Editado: 14.04.2022