Por Mis Bigotes
La Ciudad Demonio era un conjunto de chozas, formada por aproximadamente diez bloques de casas ruinosas, escondidas entre las sombras unas de otras, con retorcidas sendas entre ellas. Los edificios terminaban en aleros puntiagudos o techos de paja cónicos. Las ventanas que penetraban las paredes estaban tan desordenadas que desde fuera cualquiera se preguntaría si las casas tenían algún techo en absoluto. La mayoría de los edificios estaban decorados al grotesco Estilo Demonio, madera afilada como las puntas de un mostacho de cera, pies Demonioomórficos o cuernos tallados hasta formar un capitel. Las sendas estaban punteadas de restos de comida lanzados desde las ventanas, y otra basura tan podrida que habría sido una tarea ingrata analizar lo que habían sido una vez.
El lugar estaba hacinado a la sombra del castillo, que se alzaba detrás, encumbrado de torres y torreones. Un tramo de escaleras, la entrada principal al castillo, estaba de cara a las puertas de patio, y debía haber formado una entrada imponente antes de que las chozas se alzaran interrumpiendo la vista.
Sir Didymus sobre Ambrosius, Namjoon, Baekhyun, y Ludo pasaron de puntillas a través del mercado situado justo dentro de las puertas. Estaba amaneciendo y la ciudad estaba aparentemente dormida. Viendo el castillo erguirse ante ellos, hicieron el camino callados a través de las sendas, hacia él. Aquí y allá se arrastraron junto a un Demonio adormecido, apoyado contra la pared.
Sir Didymus se aclaró la garganta y anunció, ruidosamente:
—Este sigilo es contrario a mi naturaleza.
—¡Sshhh! —le dijo Baekhyun.
—¡Calla, bocazas! —añadió Namjoon, en un gruñido.
—Lo lamento, bÉl doncÉl —se disculpó Sir Didymus, con una voz apenas modulada—. Yo no conozco el miedo.
—Lo sé —respondió Baekhyun—, pero yo sí.
—Y yo también —añadió Namjoon—. ¡Calla!
Más allá de las chozas, entraron en una plaza abierta. Los escalones que subían al castillo estaban en el lado opuesto. Todo estaba extrañamente tranquilo. Comenzaron a avanzar suavemente hacia los escalones.
El corazón de Baekhyun palpitaba.
—Vamos a conseguirlo —susurró.
—Pan comido —le dijo Namjoon.
Debía haber sido más listo. Cuando lo había oído utilizar esa frase la última vez, la pena había sido la máquina apuñaladora. Esta vez, fue la guerra. Sonó un clarín, y de ambos lados de la plaza el ejército Demonio surgió de repente cargando hacia ellos, con pies pesados y armaduras traqueteantes y un extraño y ululante grito de guerra. Podían verse cabezas ataviadas con yelmos corriendo con pasos cortos a lo largo de las almenas inferiores del castillo. Sólo quedaba una cosa por hacer: huir. Y había un único camino por el que huir… de vuelta a la ciudad.
El ejército surgía de corredores gemelos, que se curvaban alrededor de los lados de las escaleras principales así que sus salidas estaban una de cara a la otra. Un pelotón de bombarderos empujaban un cañón en la vanguardia de cada ejército, y como los corredores tenían una cuesta, y los cañones eran pesados, y los empujones entusiastas, los pelotones del cañón iban a colisionar a menos que tiraran rápidamente hacia atrás. Lo cual hicieron.
Inútilmente, sin embargo, debido a la presión de la infantería y la caballería tras ellos que les conducían inexorablemente hacia adelante.
Cuando los cuatro invasores corrían en busca de la protección de la ciudad, oyeron un estruendoso choque, como si mil latas vacías hubieran chocado a la vez. Se dieron la vuelta, y observaron cómo una ola de soldados Demonio se iban apilando uno sobre otro. Sobre las almenas, un cornetín inaudible tenía la cara roja de tanto soplar a la carga.
Chanyeol se sostenía en perpendicular a una ventana del castillo, observando la acción. Hizo una mueca, casi imperceptible.
Namjoon conducía a Baekhyun, Ludo y al montado Sir Didymus en una carrera a lo largo de las laberínticas sendas de la ciudad. Cabezas de Demonios se asomaban a las ventanas sobre ellos para observar. Sir Didymus estaba protestando.
—Debemos quedarnos y luchar con ellos cara a cara. Es la única cosa honorable…
Namjoon se detuvo de repente, con los brazos extendidos como advertencia. El resto se paró tras él. En el extremo más alejado de la calle, una unidad de Demonios apareció confrontándolos, erizado por las lanzas.
—Uh-Oh —masculló Baekhyun—. Esto se pone feo.
—No temáis, dulce señorito —le dijo Sir Didymus—. Estos Demonios de carácter débil no son rival para Sir Didymus. —Alzó su vara, y estaba a punto de cargar contra el ejército sin ayuda de nadie cuando Ambrosius giró a toda prisa y escapó otra vez. Esta vez, su jinete se las arregló para permanecer en la silla y, después de recorrer las calles, llevó a Ambrosius de vuelta a donde habían empezado.
Baekhyun llamó urgentemente desde un portal.
—¡Aquí dentro!
Había encontrado una casa desierta en la cual ofrecer resistencia. Era un edificio parecido a una torre.
A regañadientes, Sir Didymus desmontó y condujo dentro a Ambrosius.
Baekhyun deslizó el cerrojo. Estaba sonriendo con excitación. Por extremo que fuera el peligro que corrían, nada sería nunca tan intimidante como la mujer chatarra.
—Vigila la puerta —dijo a Sir Didymus—. Namjoon y yo haremos guardia en la ventana. Y tú, Ludo… arriba en el tejado.
Editado: 14.04.2022