Depht

Capítulo 6

Subí las escaleras corriendo, sin fijarme mucho en si podían quebrarse o no, de pronto comencé a escuchar gritos desde la puerta que llegaba hasta la linterna gigante, respiré hondo, y corrí escaleras arriba.

Leviatán estaba en el suelo, y Emmet impostor, que al parecer su nombre era Asmodeo, estaba sobre él, intacto. Me miro e hizo algo similar a una mueca antes de correr hasta mí, tomarme de la muñeca y acercarme hasta donde estaba Leviatán tirado y cubierto de sangre. Fue indescriptible el dolor y preocupación que pude ver en sus ojos cuando caí a un lado de él. Trato de levantarse para pelear, pero Asmodeo solo lo golpeo de nuevo dejándolo de nuevo en el suelo.

-Es una lástima que te toque el más débil.- comenzó a burlarse Asmodeo, mientras yo tomaba su mano y él se esforzaba por no cerrar los ojos.

-Déjalo en paz.- le grité levantándome, Leviatán trato de detenerme tomándome del tobillo, pero Asmodeo lo parteo más fuerte en el abdomen quitándole más aire y burlándose.

No supe exactamente de donde me salieron las fuerzas, pero comencé a forcejear con él, y gracias al anillo no podía dañare de ninguna manera. En un momento, lo tuve acorralado sobre un ventanal, no lo pensé dos veces y comencé a empujarlo repetidas veces y sin mirarlo hasta que el ventanal comenzó a agrietarse. Un último golpe hizo que los vidrios salieran hacia todos lados y el cayera desde la altura del faro. Me quede en shock un momento, pero los quejidos de Leviatán en el suelo me hicieron volver.

Corrí hasta él, sus ojos comenzaban a cerrarse cada vez más, como si algo lo obligara contra su voluntad a cerrarlos. Mi desesperación crecía, y entonces recordé lo que había pasado unas horas atrás, me quite el collar con mu anillo y lo puse con cuidado entre sus manos.

-Iré por agua, ¿Si?- dije rápidamente y bajé de nuevo corriendo hasta la puerta que no había abierto, la casa del vigilante.

Abrí la puerta y encendí las luces, desesperadamente busqué algo donde poner agua y un paño que pudiera servir, una vez que lo junté, volvía a subir corriendo hasta donde estaba Leviatán. Cuando llegué, él estaba sentado recargado en una de las pocas paredes completas de la habitación, con ambas manos sujetándose el abdomen en señal de queja.

Me agaché frente a él con las cosas y comencé a pasar lentamente el paño húmedo por su cara para ayudarlo a refrescarse y quitar un poco de todos los rastros de sangre que había. Mis manos temblaban mientras lo hacía y él tenía los ojos cerrados, solo los abría ocasionalmente para sonreírme, pero los volvía a cerrar.

-¿Por qué viniste?- su voz estaba muy ronca y se notaba el esfuerzo que hacía.

-Porque me necesitabas.- contesté seca sin dejar de hacer lo que estaba haciendo.

-En un momento estaré bien, solo ayúdame a levantarme.- sonrió y detuvo mi mano para que ya no le pusiera más el paño.

Hice caso, dejé las cosas a un lado y con todas mis fuerzas lo ayude a levantarse. Poniendo su brazo sobre mis hombros para servirle como apoyo.

-Vamos a mi casa, ahí puedo curarte mejor.- le dije y él asintió muy pequeño.

Con todo el cuidado del mundo, lo ayude a bajar y lo introduje en el auto que conduje de vuelta a casa. Cuando ambos ya estábamos en mi habitación, lo dejé recostarse en mi cama y yo limpiaba las heridas con agua para heridas que él ya conocía y hielo en los golpes.

Paso un buen rato hasta que terminé de curarlo y él se quedó perdidamente dormido. Mientras yo estaba sentada en la orilla a los pies de mi cama, esperando a que en cualquier minuto amaneciera y tuviera que alistarme para irme de nuevo a la rutina diaria.

Jugaba un poco con mis manos, pero lo que más me concentraba era el sonido tan tranquilo de la respiración de Leviatán, y sus quejidos repentinos. Me comenzaron a brotar lágrimas cuando caí en cuenta de que había asesinado a alguien.

Alguien que había suplantado a mi primo, había querido abusar de mí, matarme en el hotel y matar a golpes a Leviatán; pero al final, yo lo había asesinado sin pensarlo, como si no fuese una persona más.

Trataba de llorar en silencio hasta que los sollozos se me comenzaron a escapar y solo podía limpiarme las lágrimas que me inundaban la cara. Sentí unas manos en mis hombros, a lo único que reaccioné poniendo una de mis manos sobre la suya.

-Tranquila, no lo asesinaste, tú no eres mala. Ven aquí.- dijo con la voz adormilada.

Me levanté y caminé hasta sentarme a un lado de él. No podía dejar de llorar, pero sabía que su presencia me tranquilizaría. De pronto, él se corrió hacia el lado contrario y golpeo el lugar que había liberado para que me acostara ahí. Sin muchas ganas de discutir, lo hice, me metí a la cama y me acosté boca arriba sin que las lágrimas pararan un instante.

-Su nombre es Asmodeo.- dijo mientras con un dedo limpiaba las lágrimas del lado donde él estaba.- Asmodeo es un demonio de tercera orden que estaba cumpliendo una misión, llevarte con él, por eso hizo todo esto. Pero él no puede morir, solo se dio cuenta que no le temes y por eso se fue, como una retirada para hacer otro plan.

-¿Por qué yo?- comencé a sollozar más fuerte y me giré de espaldas a él.

-Eres más valiosa de lo que te imaginas, ahora duerme, lo mereces.- tomó las cobijas y me tapó hasta el hombro. Comenzó a tararear una canción mientras acariciaba mi cuello apenas tocándome por debajo de las cobijas.

El llanto ceso, y yo comencé a cerrar los ojos rendida. Como si en un segundo hubiera encontrado paz.

*********

Pasaron las semanas. Algunas noches Leviatán se escabullía a mi habitación, algunas veces conversábamos, otras solo disfrutábamos de nuestro silencio.

Una noche, estaba sentada en mi escritorio haciendo cualquier cosa, mientras él estaba recostado sobre la cama tendida mirándome como si no lo notara. Se levantó y camino hasta estar parado atrás de la silla giratoria.

-Quiero mostrarte algo.- dijo acercándose a mi oído.



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En el texto hay: demonios, romance, reina

Editado: 08.04.2021

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