El pecho se me oprimía tanto que me limitaba la respiración, comenzó a temblar todo mi cuerpo y me deje caer al suelo cuando sentí que no podía sostenerme más. Sentía como comenzaba a hiperventilarme y mis ojos llenarse a su máxima capacidad de lágrimas.
Colgué el teléfono sin dejar hablar más al hombre, no podía pensar en nada, me costaba tragar saliva y no podía levantarme, no tenía fuerzas. Abracé mis piernas y recargue la barbilla entre mis rodillas. Algo se rompía por completo dentro de mí, algo me arrastraba a quedarme ahí fingiendo que nada era real, que solo era una pesadilla más.
Él lo era todo para mí, mi única familia verdadera, quien me cuidaba siempre y solo buscaba mi bien, cada que tenía oportunidad me impulsaba más porque estaba seguro de que algo grande me esperaba en el futuro; con él las horas se volvían minutos y no necesitaba a absolutamente nadie a mi alrededor porque me entendía. Era lo único que me quedaba después de tanto desastre y perdida. Y ahora no estaría conmigo, no podría verlo o prepararle la cena, no podríamos quejarnos de las personas a nuestro entorno o ver alguna película tirados en el sofá. Todo se había esfumado de un segundo a otro. Y ni siquiera había tenido oportunidad de despedirme de él, o de recordarle que lo amaba.
Reuní todas mis fuerzas y me levante con ayuda de los muebles cercanos, tomé de nuevo el teléfono y pulse la opción de volver a llamar al número del hombre con el que estaba hablando. No podía ver bien las teclas y mis dedos temblaban tanto que me tomó más tiempo de lo normal devolver la llamada.
El hombre volvió a contestar y reconoció de inmediato mis sollozos.
-Emma, tu padre era un colega nuestro, creo que será mejor que vaya a tu casa. Soy el oficial Jan.- no lo conocía, no solíamos hablar de su trabajo nunca, ni de sus conocidos.
-Sí, está bien.- fue lo único que logré decir antes de colgar de nuevo.
Subí a cambiarme de ropa con lo primero que encontré, y busqué algo de abrigo en el armario de él, al final de decidí por una gabardina ligera de color carmesí. Cuando estaba en mi habitación de nuevo, colocándome algo de calzado, la ventana se abrió de golpe y entro una sombra.
Se me acercó y me tomo de las mejillas, miré sus profundos ojos azules y no pensé en otra cosa que dejar que me abrazara mientras yo sollozaba con todo mi dolor sobre su pecho, ambos sentados en el suelo, él acariciando mi cabello con delicadeza mientras yo limpiaba la mayor cantidad de lágrimas posibles con la manga carmesí.
-Lo siento mucho.- dijo con arrepentimiento mientras no dejaba de acariciarme.
Perdí la noción del tiempo estando ahí entre sus brazos, el llanto no paraba y comenzaba a dolerme el cuerpo de tanto sollozar. El timbre los sacó a ambos de nuestros pensamientos, me despegué y el miró preocupado.
-Yo puedo, espera aquí.- me levanté y le sonreí más parecido a una mueca antes de salir de la habitación.
Bajé sujetándome muy fuerte de la barandilla, llegué hasta la puerta y suspiré al abrirla. Del otro lado del marco estaba un hombre no mucho más alto que yo, algo robusto y vestido con su uniforme policial junto a una chamarra con los mismos logos. Su expresión estaba seria pero se notaba algo incómodo y dolido, a pesar de eso me sonrió un poco en señal de empatía.
-Buenos días, pase.- me hice a un lado y después de cerrar lo conduje hasta la cocina donde había encendido antes la cafetera ruidosa que le encantaba a mi papá.
-¿Café?- le pregunté mientras sacaba las tazas, el solo asintió y se sentó en uno de los banquillos que rodeaba la barra.
Serví las tazas sin hablar ni una sola palabra, cuando ambas estuvieron llenas, la coloqué en frente del oficial y me senté del otro lado de la barra, quedando cara a cara para poder conversar mejor.
-Primero que nada, enserio lo lamento muchísimo, sé que su relación era muy... fuerte y quiero ofrecerte mi apoyo para todo.- sonrió un poco más lleno de compasión en sus gestos.
-Gracias, ustedes... ¿Eran amigos?- se me cortó la voz repetidamente, pero logré decirlo sorprendiéndome yo misma del tono ronco que tenía mi voz.
-Tu padre, no era un hombre de muchos amigos, así que prefiero llamarlo mi compañero. Pero hablaba mucho de ti, cada que podía.- las lágrimas me volvieron a brotar, pero esta vez más tranquilas.- Hace unas horas alguien reportó un accidente vial en la carretera, a unos minutos de muelle, no muy lejos de aquí. Estaba en turno nocturno así que me enviaron a ver qué había pasado.- él también comenzó a bajar la voz conmocionado por todo lo que pasaba.
-Yo, llegué hasta el lugar, al parecer algo en el camino se le interpuso, no había rastros de haber atropellado a algún animal o cualquier otro auto que hubiera podido estar en el incidente. Solo golpeó algo que hizo que el auto se volcara. Cuando llegué hasta ahí, él ya no...- se detuvo y se aclaró la garganta como si le costara seguir con la historia.
-Entiendo.- asentí mirando mis manos por debajo de la mesa, sin atreverme a levantar la mirada.- Gracias por venir personalmente, pero no sé qué debo hacer ahora.
-Tranquila, el cuerpo está siendo examinado por un experto probablemente permitan hacer un velorio en unos cuantos días. Además, el trabajo que él desempeñaba, le obligaba de alguna manera a tener un seguro de vida, así que no tienes que preocuparte por ningún gasto mientras terminas tu carrera, tal vez incluso más.
-Gracias.-fue lo único que había logrado formular.
Él se levantó de la encimera y se despidió con toda propiedad, como si temiera decir algo incorrecto. Mientras yo solo quería huir y que me dijeran que todo era solo una broma, o una prueba, y que él volvería a estar conmigo. Que todo estaría bien. Pero no era así.
Cuando el oficial se fue, subí las escaleras para encontrarme con Leviatán recargado en el marco de mi puerta, esperándome. Su gesto era extraño, no estaba sorprendido o afligido, estaba algo relajado pero con otro sentimiento que no era capaz de distinguir. En el instante que me vio, modificó un poco su postura y dejó que me acercara lentamente.