Capítulo 10

-Ella es una invitada especial, en realidad estamos aquí por ella.- recalcó Foras en un modo serio que jamás había conocido antes.

-Entiendo, yo también me muero por conocerla mejor. Así que siéntate cariño, te enseñaré mi habilidad favorita.- me sonrió y yo me senté girando la mirada hacia otro lado.

Forneus se acercó a su oído, parándose un poco de puntillas y le dijo algo que no escuché por la distancia entre nosotros.

-No puedo creerlo, pero si eres tú, Ma Reine, je suis surexcité.(Mi reina, estoy muy emocionado)- dijo en francés, el cual yo no entendía absolutamente nada.- Tenemos que hacer una fiesta, yo prometí una cuando esto sucediera.

-Por ahora no, en realidad vengo a pedirte un favor.- me levanté de mi asiento y lo encaré demostrando que no me alteraba, aunque tenía que alzar completamente la vista para verlo a los ojos.

Volvió a sonreír y me tomó de los hombros, con una facilidad que parecía broma me alzó y me colocó parada sobre el sillón donde estaba antes, retiró las manos de mí y dio un paso para atrás recuperando su lugar anterior.

-Así mejor, quiero evitarte una tortícolis Petite puce(Pequeña pulga). Ahora sí, dime ¿Qué puedo hacer por ti?- se rio.

-¿No te importa acaso quién soy? ¿Me vas a ayudar así sin más?- fruncí el ceño y traté de bajar del sillón, pero él me lo impidió.

-Ya sé todo lo que tengo que saber de ti, además suena emocionante que desafíes eso de "No hagas tratos con un diablo".- al decir la última palabra sus el carmesí de sus ojos se intensificó.

-No te tengo miedo.- dije con toda seguridad.

-¿Y estás segura de eso? Porque decírmelo a la cara solo me afirma que estas aterrada.- se acercó y su cabeza quedo casi a la altura de mis ojos.

-Quiero que me lleves con los Exiliados, necesito que me enseñen a traer de vuelta a alguien.- cambie de tema, mi voz no tambaleaba ni un poco, y estaba muy segura de todo lo que estaba diciendo, aunque si estaba un poco llena de miedo.

-Eres tan pequeña y frágil que sería como llevarle carne a los lobos, le loups sont sauvages(los lobos son salvajes). Pero puedo ayudarte a cambio de algo.- de nuevo retrocedió y tomó algo similar a una libreta de la mesa.-Tienes que darme una noche... ¿Qué te parece en una semana? Y después vamos a donde tú quieras, puce (pulga).

-Yo no vine hasta aquí para ser tu hazmerreir, ni estoy bromeando. No estoy interesada en ti, o en tu estúpido mundo. Solo quiero recuperar algo de lo que tu espantosa raza me quitó.- me bajé del sillón y subí aún más el tono de voz.- Y si todo esto es un juego para ti, o piensas que no vale mi palabra contra la tuya, quiero decirte que no importa absolutamente nada de ti más que tú estúpida ayuda, así que escucha mi maldito trato porque no estoy aquí parada frente a ti para que no tomes enserio nada de lo que estoy diciendo por tu estúpido ego. Y no tengo tiempo así que responde ya, ¿Escucharas el trato con seriedad o no?

Todos me miraron expectantes en la sala, los mellizos pasaban la mirada entre Belial y yo, mientras él solo se vio afectado un segundo antes de recuperarse un cambiar a un semblante un poco más serio.

Estaba sorprendida de mi misma, jamás había dicho tantas palabras así a alguien, ni siquiera había dado a notar ni una palabra de mi voz interna que siempre prefería callar, pero era momento de hacerlo.

-Escuchó.- solo dijo eso y se sentó en la mesa, invitándome con un gesto a sentarme en el sofá y así quedar frente a frente.

-Necesito tu ayuda porque al parecer eres el único que sabe dónde se reúnen los Exiliados, quienes quiera que sea. Tengo que llegar a ellos a más tardar mañana en la tarde porque si no será demasiado tarde. Estoy dispuesta a negociar las condiciones que pongas, siempre y cuando sean respetuosas y no impliquen una bobada tuya.- crucé las piernas y lo miré.

-Bien, no mentía con que mi condición es una noche. Pero la quiero para contarte tu verdad, porque supongo que ninguno de estos cobardes lo ha hecho. Además, ir a ese lugar requiere un poco más de... fortaleza, así como hace un momento, no puedes flaquear ni un segundo porque aunque este yo, a ellos no va a importarles absolutamente nada. – estaba serio y calmado, muy distinto a su personalidad de antes.

-Bien, me quedaré con la condición de que mañana estaremos ahí con una respuesta.- le tendí la mano.

-Te prometo tantas respuestas que me pedirás que paré.- me regresó el gesto y tomó mi mano estrechándola y cerrando el trato.

-Nosotros nos iremos, ¿Estarás bien?- dijo Forneus mirándome con algo de miedo.

-Ma Reine está segura conmigo, una de las chicas le preparará una habitación y después le hablaré de todo lo que sucede. ¿Qué no fue para eso que Dantalion la envió conmigo?- se levantó y les tendió la mano en señal de despedida.

-No trates de pasarte, o si no...- comenzó Forneus.

-¿Qué podría hacerme un triste demonio de tercera orden? Además, mi lealtad a mis tratos es más fuerte de la que piensan, así que buen camino y gracias por las hierbas.- se burló e hizo que una de las chicas vestida igual que la primera los acompañara a la salida.

De pronto se quitó el saco y lo arrojó al sofá del otro lado de la habitación, después los zapatos, se aflojó un botón de la camisa y se subió las mangas hasta los codos, dejando ver más su cuerpo. Si no tuviera que fingir, probablemente ese segundo habría estado soltando saliva. Pero no, todos mis impulsos estaban retraídos, solo me importaba lograr mi meta.

-Lo siento, pero no aguanto esta espantosa migraña, ¿Me acompañarías a la cocina mientras preparan tu habitación.- su voz era mucho más cálida cuando no tenía otras intenciones o había más gente a nuestro alrededor.

Yo asentí, él tomó la botella que habían dejado los mellizos sobre la mesa y comenzó a caminar por otro pasillo, yo lo seguí esperando no perderme. Cuando por fin llegamos me sorprendió una enorme cocina de mármol color beige, con estanterías blancas y el perfecto balance de detalles negros que la hacían resaltar.