Depredador

6: Felicidad incompleta

Una semana pasó desde que Syn había llegado a la mansión. Buck estaba al pendiente de ella todo el tiempo, pues sabía que los tiempos difíciles no terminarían pronto. Sin embargo, la niña había traído alegría y buen ánimo a la casa, se llevaba muy bien con los guardaespaldas y asistentes que ahí trabajaban. Todos disfrutaban de su presencia, su risa era contagiosa y su actitud ponía de buen humor a cualquiera. Cada día se la pasaba jugando, subiendo y bajando y saliendo al jardín para divertirse. Le gustaba estar entre las plantas, era la primera vez en su vida que veía tantas flores y árboles frondosos. Era evidente que Buck se esmeraba por mantener el jardín bien cuidado.

Un día como cualquier otro, la niña se encontraba afuera como de costumbre, quitando las flores secas y colocándolas en un libro para disecarlas. Estaba tan concentrada en lo que hacía que ignoraba lo que pasaba a su alrededor. El frío viento parecía no molestarle y el polvo que se levantaba no era un problema para ella. Pero hubo algo que si llamó su atención.

—¡Hey, Syn! —era la voz de un hombre joven que reconoció al instante.

—¡Silas! —ella exclamó y soltando lo que llevaba en las manos, corrió tan rápido como pudo hasta que lo abrazó con fuerza —Te he extrañado mucho.

—Solo ha pasado una semana —comentó él.

—Para mí ha sido como un mes —ella dejó de abrazarlo y empezó a dar pequeños saltos —Esta casa en increíble, hay muchas personas trabajando. ¿Y sabes que es lo mejor? No pasan autos cerca de aquí, todo es muy tranquilo.

—Me alegra que te hayas acostumbrado tan pronto. ¿Qué hay de Buck? ¿Cómo van las cosas con él?

—Él es genial, siempre está pendiente de mí. A veces me acompaña un rato en las noches cuando no puedo dormir. Pero voy a ser honesta, extraño que me cuentes tus anécdotas.

—Te contaré más alguna vez.

—¿Cómo por ejemplo... hoy? —ante la enorme mirada de la niña no había manera de negarse, incluso para Silas.

—Hmm... quizás —él respondió —Pero no es justo que uses esa mirada tuya para obtener lo que quieres.

—¿Qué mirada?

—Esa que haces cuando quieres que los demás te hagan caso. Pareces un cachorro.

La niña se rio.

—Lo siento, no es intencional —dijo.

—Ajá... —Silas cruzó los brazos.

—Ven, quiero enseñarte algo —añadió la niña y tomó a Silas de la muñeca.

Rápidamente lo llevó al interior de la casa, donde se encontró con Buck.

—Hola, Buck —exclamó y llevó a Silas al segundo piso.

Estando ahí lo hizo entrar en la recámara que ella ocupaba, donde las pinturas de su madre adornaban las paredes.

—Mira —señaló —¿No son lindas?

—Si, lo son. Aún tengo la que me diste en el mismo lugar —comentó él.

—¿De verdad? —Syn le agarró la mano —La tendrás ahí siempre, ¿verdad?

—Ya te he dicho que si —Silas le paso la mano por la cabeza, alborotándole el cabello.

—Basta, Silas —ella se rio —Ven, vayamos a comer, tengo mucha hambre —añadió.

. . .

Los días pasaron, uno tras otro hasta que se convirtieron en semanas, y las semanas pasaron a ser meses. Syn ya se había adaptado completamente a su nueva vida. Buck era como un padre para ella y Silas podría ser como un hermano. En una plática que había escuchado, se había enterado de que el joven tenía apenas diecisiete años, lo cual la sorprendió. Eso la hacía pensar mucho en lo que le había contado y lo difícil que había sido su vida. Él también consideraba a Buck como una figura paterna, pues le había enseñado a pelear y defenderse, le había dado un hogar cuando apenas era un niño, igual que a Syn.

Constantemente, Silas estaba de visita para atender asuntos de su negocio. Syn solía preguntar mucho al respecto, pero no le daban la cantidad de información que esperaba, la mayoría de las cosas las mantenían en secreto. Su excusa siempre era que querían mantenerla alejada de todo eso porque era un negocio peligroso, en especial para una niña con una condición que podía ser codiciada por muchos. Ella no estaba de acuerdo. Ya que eran como familia, quería saber más sobre lo que hacían y solía escuchar sus conversaciones a escondidas.

—La nueva droga... viene del Alto Distrito. Hay grupos criminales que han empezado a traerla ilegalmente —decía Buck.

—No me sorprende, todo lo que se hace aquí es ilegal —respondía Silas.

—Pero hay algo extraño con esta droga. Dicen que afecta a los depredadores, los vuelve más... agresivos. Le llaman el Elixir.

—Hmm, ya veo. ¿Qué crees que hagan con esta... cosa aquí?

—Hay gente que manipula a los depredadores a su favor, eso es bien sabido. Si los grupos criminales tienen en su poder el Elixir, usarán a los depredadores para destruirse mutuamente.

Syn vio a través de un rendija en la puerta como Silas se levantaba y empezaba a pasearse por la habitación de un lado a otro.

—Los depredadores no son tontos... —masculló.

—No mientras estén en las primeras fases. Recuerda que un depredador avanzado no tiene control de sus impulsos, se convierte en un animal, una bestia, pierde consciencia de sus actos —Buck lo interrumpió.

—Tiene sentido que los usen si están en fase avanzada... —señaló el chico —¿Pero cómo los controlan? —añadió deteniéndose junto al otro hombre.

—Tendremos que enfocarnos en averiguarlo —Buck se levantó de su asiento —Te llamaré si averiguo algo.

Ambos estrecharon manos y se dirigieron a la puerta. Al verlos, Syn, rápidamente se ocultó detrás de una planta lo suficientemente alta para cubrirla. Ella observaba como los dos hombres salían de la habitación y se alejaban por el pasillo.

Muchas veces había escuchado conversaciones de ellos dos sin que se dieran cuenta o si quiera sospecharan de su presencia, sin embargo, una vez, fue diferente. Los dos se encontraban en el jardín trasero, compartiendo la información que habían obtenido sobre el llamado Elixir. Desde la ventana de su habitación, Syn escuchaba atentamente cada palabra.




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