Depredador

11: Lobos solitarios

Silas llevaba constantemente a Syn a la base para entrenar. Algunos días incluso se quedaban a dormir ahí con algunos otros miembros de Nixstrike. Ella había tenido la oportunidad de conocer algunos otros chicos del grupo. Todos ellos eran bastante jóvenes, no pasaban de los veinte años, y la mayoría tenía entre dieciséis y dieciocho. A pesar de tener una edad similar a la de su líder, todos le tenían respeto y obedecían sus órdenes sin refutar, después de todo, él les había dado un hogar y una familia. Syn también se daba cuenta del cariño que Silas les tenía a todos y cada uno de ellos, de cierto modo eran como hermanos, les había enseñado a defenderse y los asesoraba en cómo mejorar su destreza y habilidades.
Syn disfrutaba pasar tiempo con los chicos de Nixstrike, se llevaba especialmente bien con Xander y otros chicos gemelos llamados Raze y Ryker, dos jóvenes de dieciséis años que jamás se separaban el uno del otro. Eran los más cercanos en edad a la niña. El resto de los miembros también disfrutaban mucho de la presencia de Syn con su alegría y entusiasmo. Además, habían prometido protegerla a toda costa al escuchar sobre su condición. Por otro lado, aunque no lo admitiera con frecuencia, a Silas le agradaba que la niña se llevara tan bien con el grupo, incluso algunas veces dejaba que practicara con ellos durante los entrenamientos.
Pero no todo eran sonrisas y diversión. Syn ya había tenido que mudarse con Silas un par de veces y él estaba siempre alerta. De alguna manera, varios de sus enemigos se habían enterado de la existencia de una jovencita con inmunidad a los depredadores. Silas evitaba hablarle mucho sobre esto a ella, pues no quería asustarla, pero sabía que corría mucho peligro a pesar de sus esfuerzos por protegerla. Algunas noches, incluso se quedaba despierto por el miedo a que alguien viniera a buscarla para llevársela. Se había encariñado tanto con ella que no soportaba la idea de que algo le sucediera y él no pudiera hacer nada para evitarlo. Y eso se había convertido en su mayor miedo, aquello que le causaba pesadillas en las noches.
Una de esas noches, Syn se despertó porque tenía mucha sed, así que bajó por un vaso de agua a sala de la casa que habitaban desde hacía unas semanas, un lugar modesto y pequeño, pero con suficiente espacio para la comodidad de ambos. Para su sorpresa, se encontró con que Silas también estaba ahí, tumbado en un sillón con un arma junto a su mano, sus ojos cerrados y su cabello cayendo sobre su rostro.
—Silas... —le llamó ella en voz baja mientras le movía un poco la mano.
—¿Eh? ¿Syn? —él abrió los ojos lentamente.
—¿Estás bien? —le preguntó la chica con una expresión de preocupación.
—Hmm, si. ¿Tú que haces aquí?
—Tenía sed. ¿Por qué estás aquí? Deberías estar descansando o mañana no tendrás energía para que entrenemos.
—También tengo malos sueños a veces. Ahora, vete a tu cuarto, debes dormir —Silas deseó que no siguiera preguntando o no podría inventar una excusa convincente.
—¿Qué hay de ti? ¿Vas a quedarte aquí toda la noche? —la chica endureció su mirada.
—No lo sé, ya veré. Anda, vete a dormir —le instó él.
Ella hizo caso omiso y procedió a sentarse a su lado con su manta sobre la espalda.
—¿Qué estás haciendo? —le preguntó Silas.
—No quiero que estés solo —ella se envolvió en la manta y se acurrucó junto a él.
Silas no pudo evitar mirarla con ternura. Pasó su brazo por los hombros de la niña, juntándola a él y dándole calor. Con sus ojos cerrados, ella sonrió.
—Oye, Silas —masculló ella.
—¿Hmm?
—Acabo de tener un sueño... sobre mi mamá.
—¿De qué trataba?
—Al principio era más una pesadilla. De nuevo la noche de la matanza. Pero después... se convirtió en algo hermoso. Estaba soleado, el cielo azul y podíamos ver los planetas en él. Las flores crecían y el viento movía los árboles de un lado a otro. No sé qué lugar era, jamás lo he visto en la vida real.
—¿Y tu madre estaba contigo?
—Mhm, ella estaba ahí, con una expresión de paz en su rostro, como cuando pintaba. Era como si todos los problemas del Baja Distrito jamás hubieran existido. Me gustó verla así —la niña, con sus ojos cerrados, recordó todo lo que había visto en ese lugar mientras hablaba —¿Crees que ese lugar exista?
—Lo dudo, suena muy irreal.
—¿Y en el Alto Distrito?
—No lo sé, jamás he estado ahí.
—Hmm, ya veo.
Ambos se quedaron en silencio unos momentos, escuchando el viento que azotaba contra las paredes y los cuervos chillando en los árboles secos.
—Oye, Silas —Syn habló de nuevo.
—Dime —murmuró él.
—¿Dónde estará mamá ahora? ¿Crees que sepa dónde estoy? —a Syn se le quebró un poco la voz.
—Yo creo que si lo sabe. Donde quiera que esté, te aseguro que está velando por ti.
Al escuchar estas palabras, la chica sonrió.
—Silas... —añadió cuando el sueño empezaba a vencerla.
—¿Qué pasó? —él la escuchó atentamente.
—Nunca vas a dejarme, ¿verdad?
Silas esperó unos momentos para responder.
—No pienses eso, te protegeré estés donde estés.
—¿Lo prometes?
—Lo prometo. Ahora duerme, mañana entrenaremos duro.
La niña se acomodó y se envolvió bien en la manta. Con sus ojos cerrados de nuevo imaginó aquel lugar que había visitado en el sueño con su madre, y cuando se quedó dormida, el cielo azul y los verdes árboles permanecieron ahí, dejándola adentrarse de nuevo en ese mundo de ensueño que compartía con su madre.
. . .
Los días pasaron, entrenamiento tras entrenamiento, Syn adquiría más habilidades. Aprendía rápidamente todo lo que Silas le enseñaba. Luego de cumplir catorce años, ya sabía perfectamente como defenderse y se pasaba mucho tiempo entrenando para mejorar. Sin embargo, no solo se dedicaba a eso. Ya que era una persona más madura, pasaba mucho tiempo con Silas, hablando sobre sus sentimientos y los cambios por los que estaba pasando en su adolescencia. A veces incluso se soltaba llorando sin razón aparente. La mayoría de las noches, Silas se quedaba con ella para contarle historias y simplemente platicar con ella.
Extrañamente, Syn seguía soñando con ese lugar de flores coloridas y cielos azules después de algunos meses. Eran pocas las noches en las que su madre no venía a visitarla en ese lugar. Syn había comenzado a pensar que aquellos no eran simples sueños que reflejaban lo mucho que la extrañaba aun después de dos años, a veces se le venía a la mente la idea de que tal vez el alma de su madre si estaba presente en esos momentos. Le había contado un poco de eso a Silas, pero no todo lo que pensaba, pues según ella, podía traerle recuerdos de su propio pasado y no quería perturbarlo.
—¿Soñaste algo hoy? —Silas le preguntaba todas las mañanas.
—Mhm —ella respondía casi siempre, asintiendo con la cabeza —Esta vez mamá y yo recolectamos flores y las pusimos en un lago. Es increíble, el agua parecía de cristal. Fue muy hermoso. Se parece en parte a lo que se alcanza a ver del Alto Distrito. Pero es diferente también, no sé cómo describirlo, pero si ese lugar existe, no está en el Alto Distrito.
Silas le acarició la cabeza, alborotándole el cabello.
—¡Oye! —exclamó ella y se rio —¿Dónde entrenaremos hoy? —añadió luego de unos momentos de silencio.
—Hoy no habrá entrenamiento —dijo él.
—¿Por qué no? —preguntó la chica, confundida.
—Te llevaré a un lugar. Después de todo, tu cumpleaños fue hace solo unos días.
—¿Entonces será por mi cumpleaños? ¡Genial! ¿Dónde es?
—Cerca del río. Hace tiempo me dijiste que querías ir ahí.
—¿Enserio? —Syn frunció el ceño —No lo recuerdo. ¿Alguna otra pista?
—No, no más pistas, se supone que debe ser una sorpresa. Ahora, termina de desayunar y ve a alistarte.
La niña acabó rápidamente su desayuno y subió corriendo a su recámara. Luego de ponerse su ropa favorita y arreglarse un poco, regresó con Silas, quien ya la esperaba en la puerta de la casa. Ambos salieron y subieron al auto, Silas al volante y Syn en el asiento del copiloto.
—¿Qué hay en ese lugar? ¿Está muy lejos? —preguntó ella cuando ya habían avanzada un buen tramo.
—No voy a responder una sola pregunta —dijo él.
—Lo siento, estoy muy ansiosa por saber a dónde vamos —la niña se encogió de hombros.
—Pronto lo verás.
El caminó pareció más largo de lo que en realidad era por la impaciencia de Syn. Durante todo el camino estuvo preguntando cosas y tratando de identificar algún lugar cerca del río que conociera. Sin embargo, a Silas no le molestaba, al contrario, una ligera sonrisa se formaba en sus labios cada vez que ella intentaba adivinar su lugar de destino. Pasaron por varios callejones oscuros, pero pronto estuvieron en la vía principal, donde las personas parecían estar haciendo sus vidas de manera normal. No había depredadores merodeando por ahí, lo cual le dio un poco de calma a Syn. Aun después de todo ese tiempo, los recuerdos de los depredadores en la noche de la matanza la aturdían de vez en cuando.
—¿Vamos al Alto Distrito? —ella inquirió al darse cuenta de que su camino los estaba llevando directo al norte.
—No, pero estaremos cerca —Silas respondió.
—¿Alguna vez has ido allá? —continuó Syn.
—Solo cruzando la frontera. No es nada fácil.
—¿Y cómo lo hiciste?
—Con ayuda de Dara y Viktor. No llegamos muy lejos antes de que los policías se dieran cuenta —explicó él —Tuvimos suerte de que solo nos enviaran de vuelta.
—He escuchado que han desaparecido la mayoría de las personas que han intentado cruzar. ¿Es cierto?
—Lo es. Por eso le prohibí a todos y cada uno de los chicos intentar cruzar. Si lo intentábamos una segunda vez, tal vez no hubiéramos salido con vida. Claro, no todos obedecieron, y bueno... ya te imaginas lo que sucedió.
—Nunca regresaron.
—Así es.
—¿Por eso nos proteges tanto?
—¿Qué? —Silas miró a la niña de reojo.
—Mhm. ¿Por eso te preocupas tanto?
—Es mi trabajo como líder del grupo.
—Pero no solo lo haces por obligación. En especial conmigo. Sé que te quedas despierto algunas noches con la inquietud de que alguien pueda venir por mí.
—¿De dónde sacaste eso? —él frunció el ceño.
—Soy buena leyendo los sentimientos de las personas. Sé cuándo estás preocupado por alguien —aclaró Syn muy segura de lo que decía.
—¿Cómo sabes que este... "don" tuyo no te engaña? ¿Qué tal si solo tengo calor algunas veces?
—¿Calor? ¿En el Bajo Distrito? Silas, no me hagas reír. Siempre estás alerta, es imposible no notarlo. En especial de noche.
—Así que me has estado espiando en las noches. ¿Es eso?
—Bueno... —Syn desvió su mirada bicolor —A veces no puedo dormir y voy a buscarte, pero no siempre te encuentro, así que me da curiosidad saber dónde estás.
—Hmm, te gusta jugar a la espía, ¿no es así?
—¡No estoy espiando!
Silas sonrió un poco.
—Ya llegamos —anunció.
—¿Enserio? —Syn se asomó por la ventana.
A unos metros de distancia, la chica vio un arco de metal que parecía ser la entrada. En cuanto Silas estacionó el auto, ella bajo tan rápido como pudo y se acercó al arco.
—¡¿Es un zoológico?! ¡Qué increíble! —gritó saltando de alegría.
—Más o menos —Silas la alcanzó —Es más como una reserva. ¿Ya recuerdas que querías venir aquí?
—Recuerdo que lo vi en internet, pero no pensé que estuviera aquí. Creí que estaba en el Alto Distrito.
—Bueno, estamos cerca de la frontera. La influencia del Alto Distrito hace posible que esté aquí.
—¡Hay que entrar! —Syn tomó la mano de Silas y entró corriendo en el lugar.
—Dos boletos, por favor —dijo él al guardia de la reja que daba acceso.
—Que se diviertan —respondió este amablemente.
En cuanto la reja se abrió Syn se echó a correr, haciendo que Silas tuviera que apresurarse para alcanzarla. El lugar estaba conformado por diferentes caminos de piedra que pasaban por enormes jardines donde toda clase de animales andaban libremente por todos lados.
—¡Mira, Silas! ¡Leones! Wow, jamás había visto uno en la vida real, son más lindos que en foto.
La chica tomó algunas fotografías de los leones, al igual que de otros animales de la sabana. En esa primera parte del recorrido, el pasto era amarillento y había pocos árboles. Las cebras comían hierbas y las aves pasaban volando. Ya que el propósito de aquel lugar no era solo, mostrar los animales a la gente, sino protegerlos, los leones, guepardos y otros cazadores estaban separados. Syn logró acercarse a una cebra y acariciarla antes de que esta se echara a correr con su grupo.
—¿Viste eso? ¡Pude tocarla! Y es muy suave.
Los dos continuaron caminando lado a lado, disfrutando de la fauna que habitaba aquel lugar. Luego de la sabana, se encontraba la selva, donde enormes serpientes se deslizaban sobre la tierra, los monos recolectaban frutas y de vez en cuando el pelaje rayado de los tigres lograba verse entre la abundante vegetación. A petición de la chica, se adentraron un poco entre las hojas y las lianas hasta llegar a un lago formado por el agua que caía de una gigantesca cascada. Syn le tomó una fotografía a ese paisaje, donde podían verse los animales bebiendo agua y las cascadas reluciendo con la luz del sol.
—Creo que a mamá le hubiera encantado venir aquí. Ella adoraba la naturaleza —comentó la chica.
—Seguro que si —Silas le acarició la cabeza —Sigamos, no querrás que un oso hambriento aparezca y te devore, ¿cierto?
Dicho esto, ambos regresaron al camino de piedra y continuaron con el paseo. Luego de un rato, dejaron atrás la selva. En ese punto el camino se dividía en dos, una parte que llevaba al bosque y otra que conducía a los ecosistemas nevados. Syn escogió ir primero a la parte nevada, pues moría de ganas de hacer un muñeco de nueve. Silas le ayudó a hacerlo a pesar de que la nieve estaba extremadamente fría. Cuando las tres esferas de diferentes tamaños estuvieron una sobre otro, Syn tomó un par de ramas delgadas de un árbol seco y se las puso a los lados para simular los brazos.
—No tenemos zanahorias para la nariz —comentó.
—Hmm... —Silas miró a su alrededor para ver si podía encontrar algo que sirviera —Hay flores por allá. ¿Quieres usar una?
—¡Si, excelente idea!
Syn tomó una flor de color azul claro y regresó para ponérsela al muñeco en el lugar de la nariz, así como dos bayas en en donde irían los ojos.
—Creo que se ve bien —dijo Silas.
—Un poco improvisado, pero es lindo —ella aplaudió al ver su creación —¡Silas, mira! ¡Pingüinos! —añadió al ver a las aves negras y blancas.
Silas corrió detrás de ella para que no se fuera sola. Los pingüinos no parecían asustarse con la presencia de los humanos, seguramente ya estaban acostumbrados. Syn se paseó entre ellos, logrando tocar alguno de vez en cuando, aunque no era tan fácil. A la distancia también alcanzaron a ver algunos osos con su hermoso pelaje blanco, sin embargo, con estos tuvieron más cuidado y decidieron no acercarse. Al final de esa parte, había algunas focas que entraban y salían de un lago de aguas heladas.
—¡Uf! Qué frío hace ahí —dijo Syn —Vamos, falta la mejor parte. ¿Crees que haya lobos en el bosque? —añadió emocionada.
—Seguramente —Silas le sonrió.
—¡Yay! —ella dio un salto y de nuevo echó a correr.
Se detuvo cuando se dio cuenta de que había algunos ciervos entre la maleza. No quería asustarlos. Silas la alcanzó poco después.
—Mira sus cuernos. Son enormes —murmuró Syn —Ese de ahí debe ser el líder de la manada agregó señalando al ciervo con las astas más grandes.
Un par de minutos después, los ciervos se adentraron en el bosque. Silas y Syn los siguieron hasta llegar a un estanque. Cerca de ahí había una gran variedad de animales, peces en el agua, mariposas y libélulas agitando sus pequeñas alas sobre el agua, ardillas subiendo y bajando de los árboles y conejos dando saltos entre las hojas. Al verlos, Syn tuvo ganas de agarrar uno, así que se agachó y se acercó cuidadosamente, pero los conejos eran bastante asustadizos.
—Prueba con esto —Silas le entregó algunas hierbas.
Syn las tomó y se las acercó lentamente a un conejo color gris.
—Mira, mira lo que tengo aquí —le dijo en voz baja —¿No quieres una hierbita? Mira, ven.
Silas no pudo evitar dejar salir una ligera risa.
—Shhh, vas a hacer que se vaya —le espetó ella y se volvió de nuevo en dirección al animalito —Ven amiguito, mira lo que traigo.
El conejo movió su nariz y con pequeños saltos se fue acercando a la niña. Finalmente empezó a comer las hierbas que ella le ofrecía, dándole oportunidad de agarrarlo.
—Es muy suave. Tócalo —Syn se lo acercó a él para que pudiera acariciarlo.
Silas le tocó suavemente la cabeza al animalito.
—Tiene tu color de pelo —ella se rio un poco.
—No sé si tomar eso como un halago o un insulto.
—¿Qué dices? Obviamente es un halago. Solo míralo, es tan lindo.
Dicho esto, Syn dejó ir al conejo y se incorporó. Con Silas detrás de ella, continuó caminando entre los árboles, tomando fotografías a cada cosa que le parecía bonita. Estaba tan entretenida que Silas tuvo que detenerla e indicarle que se ocultara. Ella se dio cuenta de que, a una corta distancia de ellos, había una buena cantidad de lobos.
—Wow —susurró y les tomó una fotografía —Son hermosos, ¿no crees? —añadió mirando a Silas.
—Lo son —dijo él en voz baja.
Al terminar de ver a los lobos, salieron del bosque en dirección a la salida.
—Oye Silas —Syn iba dando algunos saltos.
—Dime.
—¿Sabías que cuando viajan los lobos, el alfa siempre se queda hasta el final para proteger a la manada?
—¿De dónde sacaste eso?
—Vi un video.
Silas soltó un suspiro.
—A veces me arrepiento de haberte dado ese teléfono.
Syn hizo una mueca, pero al cabo de unos minutos antes de llegar a la puerta de salida, detuvo a Silas.
—Foto juntos —le dijo y lo jaló para que se agachara un poco y quedaran a la misma altura.
—Está bien, pero aprovecha, no siempre aceptaré —respondió él.
Syn puso su teléfono frente a los dos y lo abrazó a él. Luego tomó la fotografía.
—¡Me encanta! —exclamó al verla —Gracias, Silas.
Terminado su recorrido, cuando el sol empezaba a esconderse en el horizonte, ambos caminaron de vuelta al auto. Syn estaba tan cansada de tanto caminar que en el trayecto se quedó dormida. Al darse cuenta de esto, Silas sonrió y la acomodó para que no fuera a lastimarse. Le daba gusto verla feliz y disfrutando lo que podía darle. Ella estaba tan profundamente dormida que incluso cuando llegaron a su hogar, seguía sumergida en su sueño. Para no despertarla, Silas abrió su puerta y la cargó para después llevarla hasta su habitación, dónde la recostó y le echó una manta encima. Decidió quedarse junto a ella esa noche. Se veía tan tranquila y pacífica en ese momento, sin nada que la perturbara. Una vez más, visitaba ese paraíso donde se encontraba con su madre.
A su lado, Silas recordó todo lo que había sucedido ese día, la alegría de la chica al ver los animales y su emoción por descubrir cosas nuevas. En su interior, agradecía haberla encontrado, aunque le dolía que a veces se sintiera sola. Quería demostrarle que no lo estaba, que, así como ella le había devuelto la sensibilidad a su fría alma, él podía darle consuelo y compañía cuando lo necesitara. Quería que supiera que siempre cuidaría de ella sin importar las circunstancias y que siempre la protegería como un lobo protege a su manada, que juntos superarían las adversidades, como dos lobos solitarios.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.