Depredador

14: Socios

Syn corría a través de un desconocido bosque. Todo era oscuro y apenas podía ver por dónde pisaba. Las ramas caídas y hojas secas tronaban debajo de sus pies, que se movían a gran velocidad, alejándola del peligro que la perseguía. La joven estaba agotada y los latidos de su corazón resonaban por todo su cuerpo. A unos pocos metros de ella, un depredador avanzaba clavando sus garras en la tierra, con la intención de devorarla. De sus fauces emergían rugidos que hacían temblar el bosque entero. Sus ojos enrojecidos se mantenían fijos en la chica que con todos sus esfuerzos trataba de escapar. Cegado por su sed de sangre, el depredador no tenía intenciones de dejarla escapar.

Ella saltó sobre árboles caídos y pasó por debajo de raíces que salían de la tierra como enormes brazos formando arcos en todo el bosque. Los árboles estaban secos y daban la impresión de querer agarrar y destrozar cualquier criatura con sus ramas en forma de garras. Además, una densa niebla grisácea se extendía por todos lados, dificultado la visión y dándole un aspecto más aterrador al bosque. Con cada paso que daba, Syn se internaba más en esa selva de ramas desconocida. No tenía la menor idea de dónde estaba ni de cómo es que había llegado ahí. Solo había una cosa que, si sabía, tenía que escapar del depredador.

Con el aliento casi agotado, continúo tan rápido como pudo, hasta que una raíz cubierta de hojas secas, la hizo caer al suelo. Lo extraño era que no solo había aparecido de la nada, sino que había atrapado su pierna, enroscándose y clavándose en ésta. La sangre de la chica manchó de rojo la tierra. Syn sacó un cuchillo y comenzó a cortar la raíz, mientras que el depredador se acercaba cada vez más. Sin embargo, la raíz no cedía y se resistía a soltar su pierna, como si quisiera mantenerla ahí para que la bestia llegara hasta ella.

—Carajo — se quejó Syn.

Con el cuchillo se hizo accidentalmente una cortada en la pierna, provocando que más sangre escurriera hasta el suelo. El olor de la sangre era un estímulo para el depredador, por lo que este corrió cada vez más rápido hasta que se abalanzó sobre la joven. Ella dejó salir un grito ahogado. El depredador clavó sus garras en la tierra, acorralándola. Syn pudo sentir el pesado aliento del monstruo sobre su rostro. Este, sin embargo, no la lastimó, se limitó a olfatear todo su cuerpo, como si hubiera algo en ella que le resultara familiar. Los ojos de la bestia se clavaron en la expresión aterrada de la chica, quien se pegaba al suelo como si así pudiera alejarse de aquel monstruo. Pero llegó un momento en que su mirada bicolor se cruzó con los ojos rojos del depredador y notó algo en ellos que jamás había visto en otro depredador, un destello de humanidad que rogaba por ser liberada. Y más importante, no era la primera vez que se encontraba frente a esa mirada de rubí.

—Silas...

Syn abrió los ojos de golpe y se incorporó. Se llevó las manos al pecho, notando la fuerza con la que latía su corazón y lo agitada que estaba su respiración. Todo había sido un sueño, una pesadilla. Hacía tiempo que los depredadores no aparecían en sus sueños. Además, esa vez había sido diferente, en ese depredador había visto los ojos de Silas, algo extraño. Syn se agarró el cabello con las dos manos y cerró los ojos. Quería olvidar ese sueño, pero la imagen de Silas transformado en un depredador no salía de su mente. Automáticamente se levantó de su cama y abrió la puerta de su habitación. La casa estaba completamente en silencio con todas las luces apagadas. Syn caminó lentamente y colocando suavemente sus pies sobre la madera en dirección a la habitación de Silas. Dudó un poco antes de abrir la puerta, pero finalmente lo hizo cuidadosamente para no despertarlo. Él estaba profundamente dormido, con la figurilla de dragón de madera al lado de la cama, esa que Syn le había regalado hace un par de años.

Syn se tranquilizó un poco al verlo en su forma humana, como era realmente, así la imagen del depredador se desvanecería poco a poco. Después de cerrar la puerta, la chica regresó a su habitación, donde se dejó caer sobre su cama, mirando al techo. Las pesadillas con depredadores habían regresado y ahora eran mucho más intensas que antes. Internamente, esperaba que fuera la única en un largo tiempo, no quería tener sueños como ese cada noche. Era su propia mente y sus miedos jugando con ella. Syn soltó un largo suspiro, luego tomó el arma que se encontraba en la mesa junto a su cama, la Escama de Dragón. Era una pistola bastante grande, pintada de un color negro profundo con algunos matices rojizos. Y como contraste, las balas eran blancas. Aquella arma le recordaba mucho a Silas. A los pocos minutos, la dejó de nuevo en la mesa junto al cuchillo de su madre. A continuación, se metió entre las cobijas y cerró los ojos, deseando que el resto de la noche fuera más tranquila y sin pesadillas.

Cuando amaneció, Syn se despertó con los rayos de sol entrando por su ventana. Eran intensos y atravesaban las cortinas con toda facilidad. Luego de cambiarse de ropa y alistarse para el entrenamiento que tendría más tarde, bajó a la sala, donde Silas colocaba los platos para el desayuno. Al notar la presencia de la joven, se dirigió a ella.

—¿Cómo dormiste?

—No muy bien, las pesadillas regresaron —ella explicó sin dar detalles.

—¿Los depredadores otra vez? —preguntó él con cierta preocupación en su voz, pues sabía que en el pasado esos sueños habían sido un gran problema para ella.

—Si... —la chica asintió tallándose los ojos.

—Tal vez al rato puedas olvidarte de eso. Tu mente estará ocupada con lo que haremos hoy.

—Supongo... los entrenamientos siempre me distraen.

—Hoy no habrá entrenamiento —Silas dijo.

—¿Ah no? —ella frunció un poco el ceño.

—No —Silas se sentó junto a ella, dejándole un plato con comida enfrente —Hoy me acompañarás a una misión.




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