Depredador

20: La verdad comienza

Syn corría desesperadamente a través de un bosque oscuro en el que reinaban las sombras. Los árboles desnudos se levantaban como enormes garras que intentaban atrapar a la joven cazadora. Las raíces emergían de la tierra como largas colas que trataban de enroscarse en sus piernas y derribarla. Cuando una de estas logró alcanzarla, la chica gritó desesperadamente. Las raíces cubiertas de espinas inmovilizaron sus piernas y sus brazos. Sin embargo, la cazadora logró tomar el cuchillo en su cintura y cortó las raíces de golpe, liberándose para después levantarse y salir corriendo. A los lejos se escuchaban los atemorizantes rugidos de los depredadores que la perseguían. Ella dejó salir un grito ahogado al escucharlos cada vez más cerca. No faltaba mucho para que la alcanzaran y la devoraran.

Mientras corría, Syn observó a su alrededor, buscando un escondite para evadir a los depredadores, pero todo lo que alcanzaba a ver eran árboles secos y una niebla densa que no le permitía ver lo que estaba más adelante. Finalmente, su vista se posó en un único tronco hueco. Tan rápido como sus piernas se lo permitieron, corrió hacia este y rápidamente se ocultó dentro. Esperando que los depredadores no detectaran su olor, cerró los ojos y se tapó la boca con ambas manos para no gritar. Los depredadores pasaron de largo sin siquiera detenerse a revisar el escondite. Luego de unos momentos, la chica se asomó cuidadosamente por uno de los extremos del tronco para asegurarse de que todos se hubieran ido yo. Pero cuando estaba casi segura de que no quedaba ninguno de ellos, sintió una fuerte respiración en su cuello. Lentamente volteó su cabeza solo para encontrarse con la penetrante y roja mirada de un depredador. Ella gritó y de inmediato intento levantarse para huir, pero la enorme bestia le atravesó una pierna con sus garras. La castaña gritó por el dolor y por puro instinto se arrastró tan lejos como pudo.

El depredador parecía más un lobo que otra cosa, si pelaje era grisáceo y sus garras tan negras como una noche de luna nueva. Su lomo estaba cubierto de grandes escamas al igual que su cola. Sus orejas eran puntiagudas y sus ojos tenían un color escarlata particular que Syn sabía que había visto antes. Conocía perfectamente a ese depredador y al mirar dentro de la profundidad de su mirar, se encontró con un alma que sufría al estar atrapada dentro de ese monstruo. La chica se arrastró entre las hojas secas apuntándole a él con su pistola, dejando un rastro de sangre con su pierna herida. Su mano temblaba, y no solo por lo atemorizada que estaba, sino por el dolor que sentía al ver a alguien tan querido encerrado dentro de ese monstruo. El depredador clavó sus garras en la tierra mientras avanzaba. Cuando ella menos se lo esperaba, dio un saltó para caer sobre la joven y con un zarpazo le rasguñó el rostro lanzó la pistola lejos de ellos.

—Silas... —murmuró ella.

Él colocó una de sus patas sobre el brazo de la cazadora, clavándole las garras y haciéndola sangrar. Ella se quejó por el dolor, pero luego sintió la otra pata sobre su cuello con las garras comenzando a atravesar su piel. Syn trató de empujar al depredador con su mano libre, pero era demasiado fuerte para ella.

—Silas... por favor... —dijo al sentir como su respiración era cada vez más limitada.

Silas rugió y acercó su rostro al de la chica, quien suplicaba una y otra vez para hacerlo entrar en razón. Pero nada parecía dar resultado. Las garras se le clavaron poco a poco a ella en el cuello. La sangre comenzó a brotar. Syn estaba segura de que ese sería su fin, pero todavía tenía la leve esperanza de que Silas regresaría. Él terminó de empujar sus garras y atravesó el cuello de la chica.

Syn se abrió los ojos de golpe. Por un momento, creyó ver los ojos del depredador frente a ella, pero inmediatamente se desvanecieron, revelando solamente la habitación de su apartamento. Se agarró el cuello con las manos, buscando las heridas del depredador, pero no encontró nada. Ella estaba bien, sin un solo rasguño ni una sola gota de sangre. Recordó lo que había sucedido esa misma noche, hacía apenas unas horas. Silas estaba vivo, pero ahora era un depredador. Syn no sabía que pensar, su cabeza estaba llena de recuerdos e imágenes aterradores de su sueño.

—¿Silas, por qué? —balbuceó cuando las lágrimas empezaban a inundar sus ojos.

La joven se agarró los brazos y bajó la cabeza, dejando que el cabello le cayera sobre su rostro. El dolor que sentía en su corazón era inmenso. Sentía un gran alivio al saber que Silas estaba vivo después de tanto tiempo que creyó que lo había perdido para siempre, pero su primer encuentro después de años había sido desgarrador. Él era un depredador y Syn se preguntaba si con eso seguiría queriéndola de la misma manera, si aún podría estar cerca de él sin que la atacara. Su cabeza estaba llena de preguntas para las que no encontraba respuesta.

La castaña levantó la cabeza y se limpió las lágrimas. Tenía que acudir a la Asociación y cumplir con un día más de trabajo. ¿Pero, cómo iba a poder actuar como si todo estuviera bien? No podía mencionar nada sobre Silas y su relación con él, la Asociación no podía saber que mantenía lazos con un depredador del Bajo Distrito. Eso podría costarle su trabajo y peor aún, su libertad. Syn se levantó de la cama y se paró frente al espejo. Miró en el reflejó la cicatriz en su hombro y recordó cómo Silas se la había curado en su momento. Luego la cubrió con su ropa.

Syn se puso su uniforme y tratando de dejar su mente en blanco, manejó en su auto hasta el edificio de la Asociación. Al entrar en la oficina, Quinn la recibió con una sonrisa.

—Syn, eres increíble, gracias. ¿Terminaste de revisar todos los expedientes tu sola?

—Ah... si... eso creo... —con todo lo que había sucedido, la cazadora no recordaba bien si había sido ella quien había terminado con el trabajo.




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