Syn estacionó su auto y llevó a Silas al interior de su apartamento. Era la primera vez que él veía una casa tan ordenada y estética, pues había vivido toda su vida en el Bajo Distrito, donde tener un sitio al cual llamar "hogar" ya era suficiente privilegio. Él se paseó por la sala, observando todo lo que había a su alrededor. Era un lugar pequeño, pero repleto de libros, películas y adornos. Se detuvo enfrente del estante donde ella había colocado sus trofeos y medallas de la Asociación.
—Eres una cazadora dedicada, ¿uh? —dijo cruzando los brazos.
—Lo que hago lo hago bien, ya deberías saberlo —ella respondió luego de cerrar la puerta del apartamento.
Silas llevó su mirada a los libros que también se encontraban en el estante. Reconoció varios de ellos, los cuales empezó a hojear.
—¿Recuerdas esos libros? Tú me regalaste la mayoría —la voz de Syn sonó nostálgica.
Él se limitó a mirarla reojo. Unos momentos después, dejó el libro en su lugar.
—Me sorprende que aún tengas estas cosas. Creí que a estas alturas ya te habrías deshecho de ellas —comentó.
—¿Cómo podría deshacerme de todo esto? Era lo único que me quedaba de ti. Si quieres echa un vistazo. Aún tengo las películas y los peluches.
A Silas le sorprendió que Syn hubiera guardado aquellas cosas por tanto tiempo. Con esto, se dio cuenta de que realmente había sido un golpe duro para ella. Estaba muy cambiada, ya no era la misma niña de antes. Ahora era toda una mujer, madura, cuya alma vivía sufriendo por sus pérdidas.
—¿Quieres algo de comer? Se ve que te falta alimento —añadió ella, cambiando de tema.
—Tus amigos cazadores no son muy generosos con la comida que digamos —Silas se volvió en dirección a ella con los brazos cruzados.
—Al perecer la Asociación tiene una parte oscura... —Syn murmuró, pero Silas alcanzó a escucharla.
—Creo que no conoces todo sobre tu querido centro de trabajo —le dijo.
—Tampoco tú —ella le lanzó una mirada a lo que él respondió con una pequeña sonrisa de lado —Ahora, prepararé algo de cenar.
En cuanto ella se retiró a la cocina, Silas se dejó caer sobre el sillón de la sala y suspiró. Estaba agotado, aunque no quería admitirlo. Hacía tiempo que no tocaba nada más que el duro suelo de esa jaula. Al poco rato, Syn regresó con algo de comida para ambos y colocó los platos en la mesa. Después se sentó en el sillón junto a él. Silas se fijó en ella, su cabello castaño cenizo le llegaba casi a la cintura, su piel se veía limpia y bien cuidada, pero en sus ojos podía verse esa misma mirada nostálgica que le había acompañado desde que era una niña. Syn se percató de que los ojos de Silas estaban puestos en ella. Trató de ignorarlo, pero algo más llamó su atención. Sus manos estaban cubiertas de heridas infectadas. La chica le garró la muñeca.
—¿Qué crees que haces? —él trató de apartar su mano, pero Syn se lo impidió.
—¿Te hicieron esto? —preguntó ella luego de analizar bien las heridas.
Silas desvió la mirada.
—Ya puedo comprobar que no tienes idea de lo que sucede en tu Asociación Protectora o como quiera que se llame. Realmente no sabes nada de lo que pasa ahí abajo, ¿verdad?
Ella se limitó a bajar la cabeza. Sabía que mantenían encerrados a los depredadores más fuertes y de fase avanzada en el último sótano por la seguridad de todos, pero no tenía idea de cómo los trataban. Y por las heridas de Silas, era evidente que vivían en pésimas condiciones. De pronto, se levantó del sillón, dejándolo a él algo confundido. Regresó con algunas vendas y ungüentos que colocó también sobre la mesa.
—Dame tu mano —le indicó a él.
—¿Realmente te preocupa? —éste la miró con recelo.
Syn dejó salir un suspiro, cerrando los ojos. Unos momentos después, clavó su mirada bicolor en el joven de cabello plateado y ojos escarlata.
—Silas, paremos con esto de una vez. He pasado tres años creyendo firmemente que estabas muerto, que jamás volvería a verte. Tuve que huir al Alto Distrito y... enserio no sabes lo que he tenido que pasar para llegar aquí. Me uní a la Asociación de Protección contra Depredadores para vengar tu muerte... y la de Buck... y la de mi madre. Y ahora que sé que estás vivo, te miro y... y... simplemente no te reconozco. Solo quiero saber, ¿realmente eres tú?
Silas sintió una punzada en el pecho, no sabía que contestar. Quería acercarse a ella y decirle que nada había cambiado, que todo podría ser como antes. Pero ya nada podía ser como antes, las cosas habían cambiado, ellos habían cambiado.
—Estás buscando respuestas donde no las hay —él se levantó y le dio la espalda a la chica.
—Silas... —ella se levantó también y se colocó detrás suyo.
Él se quedó mirando la ventana y respirando algo agitado. Syn le puso la mano en el hombro y después rodeó su torso con sus brazos, recargando la cabeza sobre su espalda. Luego de un par de minutos, lo tomó de las manos y lo llevó de vuelta al sillón.
—Ven, déjame curarte esas heridas.
Silas dejó que ella empezara a limpiarle las heridas cuidadosamente para luego aplicar un líquido que las desinfectaría. Le untó una pomada para que pudieran cicatrizar y le vendó suavemente ambas manos.