Depredador

30: Sacrificios

Tres días habían pasado desde la captura de Silas, quien esperaba el momento en que los cazadores continuaran con sus experimentos. Su mente había estado concentrada en su propio miedo, cosa que siempre había logrado esconder, dando una apariencia fuerte e intimidante, pero ahora que sabía lo que le harían, no podía seguir negando que estaba aterrado. En ese momento, la puerta de metal se abrió, revelando a un cazador con expresión seria: Zephyr. A Silas le sorprendió que solo hubiera venido un único cazador. Éste abrió también la reja y volvió a cerrarla una vez que estuvo dentro. Silas le sostuvo una mirada hostil.

―Cerbero, así te haces llamar, ¿no es cierto? ―habló el cazador.

Silas gruñó.

―No hay necesidad de ponerte agresivo, he tratado con muchos depredadores más fuertes que tú. No eres una amenaza ―Zephyr hizo una pausa y dio algunas vueltas en la jaula, luego continuó ―Es curioso que de entre todos los cazadores hayas decidido… "secuestrar", como todos dicen, a cierta chica con una habilidad especial. Para ser una coincidencia, es extraño, ¿no te parece?

―¿Qué es lo que quieres? ―Silas lo fulminó con la mirada.

―Hablar un poco, es todo. ¿Para qué querías a esa cazadora?

―¿Enserio esperas que te responda?

―Puede que hayas engañado a la mayoría en la Asociación, pero no a mí, ni a la Directora. ¿Cuál es tu verdadera relación con la chica?

―Vete a la mierda.

―Cuida tus palabras, depredador.

―¿Ah sí? ¿Quién lo ordena? ¿Tú?

Zephyr sonrió un poco y tomó una cadena gruesa del suelo.

―Mira, Cerbero, no estoy de humor para tus bromas. Vas a darme lo que quiero o te lo arrancaré a la fuerza.

―Quiero ver que lo intentes.

―Ah, los de tu clase son tan arrogantes. Rebeldes… creen que su resistencia tendrá alguna recompensa. Pero concentrémonos en lo primordial, ¿quieres? Dime cuál es tu verdadera relación con Syn.

―Tú lo dijiste, tiene cierta habilidad interesante.

―No intentes engañarme, no te interesa su habilidad. ¿Para qué la querrías? ¿Para curarte? ¡Ja! El virus del depredador no tiene una cura.

―Si me crees o no, ese es tú problema.

―¿Sabes algo? Es tierno como intentas proteger a esa chica, sabiendo que aun así no podrás hacer nada para evitar lo que vendrá.

Silas gruñó e intento lanzarse sobre el cazador, pero las cadenas solo lo hicieron caer al suelo.

―Así que es cierto, tú y Syn trabajan juntos. Dime, ¿se conocieron en el Bajo Distrito? ¿Es como una hermana para ti? Oh, ya sé, esa mirada es particular. ¿Estás enamorado de ella? ―Zephyr continuó en un tono burlón mientras jugueteaba con la cadena en sus manos.

―Si la tocas o te atreves siquiera a acercarte a ella, juro que...

―¿Qué harás, huh? ¿Matarme? Por favor, estás encadenado en una celda fortificada. ¿Qué podrías hacer desde aquí?

Un rugido brotó de la garganta del depredador a lo que Zephyr respondió golpeándolo con la gruesa cadena. Silas tuvo que soportar el dolor, haciendo un esfuerzo por no gritar. A continuación, el cazador lo agarró fuertemente del cabello y lo jaló hasta la pared. Sin soltarlo, con su otra mano le agarró la mandíbula. Silas lucho por soltarse de las cadenas que lo apresaban, pero el otro lo inmovilizó poniendo la rodilla en su pecho.

―No has cambiado nada ―Zephyr murmuró ―Sigues siendo la misma rata de laboratorio rebelde y problemática que cree que puede manejar todo a su antojo.

Silas estaba confundido. ¿De qué estaba hablando?

―¿Acaso no lo recuerdas? Siempre creíste que eras más importante que los demás sólo porque te decían que eras el resultado perfecto. Las peleas, los experimentos, la arena... ¿te suena familiar?

Imágenes extrañas empezaron a apoderarse de la mente de Silas. Paredes blancas, celdas, sangre derramada, números, monstruos, nada tenía sentido.

―¿Recuerdas cuando peleamos por primera vez? Te negaste a matarme, eso fue muy tierno de tu parte. Siempre fuiste contra corriente. Y al final huiste, huiste con esa niña. ¿Por eso la proteges? ¿Por qué la escogiste a ella en vez de a mí? Tu hermano, tu sangre desde un inicio.

―¿Qué carajos dices?

―Yo era lo único que tenías hasta que apareció esa niña, el gran resultado de todo lo que esperaban. Te olvidaste de tu hermano, te olvidaste tanto que ahora ni siquiera sabes quién soy, ¿cierto, Silas?

El joven luchó con más fuerza, moviendo sus piernas, que era la único que tenía libre. Zephyr lo empujó de vuelta al suelo. Con su fuerza bruta rompió su ropa para dejar al descubierto su torso.

―No sé quién eres ni sé nada sobre lo que estás hablando ―dijo Silas, apenas recuperado de sus visiones.

―En ese caso, yo te ayudaré a recordar ―contestó Zephyr mientras preparaba la cadena.

Segundos después lo golpeó con fuerza en la espalda. Al sentir el impacto de la cadena, Silas estuvo a punto de gritar. El dolor era insoportable. Zephyr le dio un segundo golpe y un tercero y un cuarto. Silas no podía hacer mucho con las manos encadenadas y sus intentos por alejarse o esquivar los golpes no estaban funcionando. En un momento, el cazador incluso lo sostuvo contra la pared con su espalda expuesta y lo siguió golpeando. Algunas veces, la cadena también impactó en sus piernas, debilitándolo. La cadena dejaba intensas marcas rojas en las zonas que golpeaba, que después se convertirían en dolorosos moretones. El cuerpo de Silas se estremecía con cada golpe, apenas podía soportarlo. No fue hasta que sus piernas los derrumbaron que Zephyr decidió parar.



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En el texto hay: cienciaficcion, romance, postapocalipsis

Editado: 19.12.2025

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