Depredador

33: Lobos bajo la luna

Cuando amaneció al siguiente día, Syn se despertó y se dio cuenta de que Silas ya se había levantado como de costumbre. Su herida le dolía mucho menos gracias a su habilidad para sanar rápidamente, pero aun así tuvo cuidado para no lastimarse más. Al salir de su habitación reparó en Silas preparando algo de comida para ambos. Él no se dio cuenta de su presencia hasta que ella se aproximó.

—Syn —él dejó lo que estaba haciendo y la tomó suavemente de los hombros —¿Cómo te sientes? —le preguntó preocupado.

—Mejor, creo —ella respondió.

—Preparé algo espacial para ti. Pruébalo —dijo Silas y le ofreció un poco de la comida.

Al probarlo, Syn se dio cuenta de que estaba realmente bueno.

—Me agrada.

—Ven, siéntate.

Silas la llevó hasta el sillón de la sala y le indicó que se quedará ahí. A continuación trajo dos platos de comida y se sentó a su lado.

—¿De verdad estás bien? —inquirió todavía con preocupación en sus ojos.

—Puedo sanar rápido, ¿lo olvidas?

—Tienes razón. Sólo quiero asegurarme de que no empeore la herida.

—Tranquilo, no me pasará nada —aseguró ella, sin embargo si había algo que la inquietaba fuera de la herida —Oye, Silas.

—¿Qué pasa?

—No nos encontrarán aquí, ¿verdad?

—Confío es que estaremos seguros por ahora.

—Tuve mucho miedo de perderte. Cada vez que te veía en esa celda... se me partía el alma en mil pedazos —Syn bajó la mirada, recordando todo el tiempo que él había tenido que permanecer en ese lugar y como había sido torturado y lastimado.

—Pero estoy aquí, ¿o no? —dijo él, pretendiendo que no le afectaba.

—Si, y me alegro por eso. No sé qué haría sin ti

Syn recargó su cabeza sobre el hombro de Silas. Él la miró cariñosamente, pero diferente. No era la misma manera en que la había mirado hace años, como a una niña pequeña. Ella había madurado. Su cariño hacia aquella joven era diferente, como nunca antes lo había sentido. Él mismo no lo entendía aún, pero sabía que no podía estar lejos de ella, no podía vivir sin ella a su lado.

Ese día, Silas insistió en que permanecieran ocultos, sin dar indicios de su paradero. Después de todo, los cazadores aún estaban buscándolos y probablemente sospecharían que habían huido al Bajo Distrito.

—¿Quieres ver una película? Puede ser tu favorita —Silas sugirió.

—Pero todas mis cosas se quedaron en el apartamento.

—Tengo una copia.

La chica abrió grandes los ojos.

—¿De verdad?

Silas asintió.

—Con suerte la televisión seguirá funcionando —dijo y encontró la película entre el desorden.

Juntos en la sala, se taparon con una manta mientras prestaban atención al lobo que era guiado por la luna para regresar con su manada. Cuando terminó de comer, Syn recargó su cabeza sobre el hombro de Silas. Él la rodeó con sus brazos y la acercó un poco más. Quería tenerla cerca.

Para cuando la película estaba a punto de terminar, cuando el lobo miraba a su familia a la distancia, caminando entre la nieve, Syn acercó lentamente su mano a la de Silas hasta que sus pieles se tocaron. Silas entrelazó sus dedos con los de ella y apretó un poco su mano sin lastimarla. Cuando la escena final se oscurecía poco a poco hasta desvanecerse, ambos se quedaron en silencio unos momentos. Luego, fue Syn quien habló.

—¿Cuántas veces hice que vieras está esta película conmigo?

—Ya perdí la cuenta. Pero créeme, disfrute cada una de ellas.

—¿Tanto como esta? —Syn lo miró a los ojos.

Silas le mostró una ligera sonrisa.

—Esta la disfruté más —admitió.

—Te quiero, Silas —ella bajó la voz.

—También yo —murmuró él.

—Creo que ambos fuimos ese lobo, buscando regresar a su hogar. Este es nuestro hogar, Silas, este es lugar al que debíamos volver.

—¿De verdad piensas eso? A pesar de las comodidades y lujos que tenías en el Alto Distrito.

—Mi mayor lujo es tenerte conmigo cada día.

Silas le puso un mechón de cabello detrás de la oreja. Tocó su mejilla y lentamente deslizó su mano pasando por su boca y también por su cuello. Las marcas rojas de Zephyr habían disminuido, pero todavía seguían ahí.

—Silas…

—¿Hmm?

—Zephyr dijo algo… algo sobre tu pasado… como si ya se conocieran.

El chico suspiró y bajó la cabeza.

—¿Qué pasó entre ustedes? —Syn preguntó.

—Yo… no lo sé… honestamente no lo sé. Él… sabe más de mí que yo mismo —Silas se pasó las manos por el cabello.

—¿Quieres decir que hay cosas que no recuerdas de tu pasado?

—En realidad no recuerdo nada antes de que Buck me encontrara junto al río a los once años.



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En el texto hay: cienciaficcion, romance, postapocalipsis

Editado: 19.12.2025

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