Depresión de una Estrella

Prólogo: Lo tenue duele

¿Alguna vez has querido dormir y no despertar jamás? Porque ese era mi sentimiento cada vez que la noche caía.

Cuando viví en esa mansión... la soledad y la tristeza eran algo característico en mí.
Me encerré en mí misma, consumiéndome en dolor, arrastrando esos bellos recuerdos de una vida feliz que me atormentaban, porque él no volvería ni sus abrazos ni sus consejos, su amor y él quedaron enterrados muy lejos de aquí.

Mi corazón pedía a gritos salir, no era justo para ninguno de los dos. Poco a poco me fui familiarizando con todo lo que me estaba pasando, pero mi sufrimiento seguía como el primer día. Como ese dos de julio que abandonaste esta vida... ese día que mi alma murió con tu cuerpo.

No fue el mejor momento para conocerte, pero ver lo roto que estabas cuando te vi, llamó mi atención. Jamás olvidaré ese sentimiento que tenían tus profundos ojos azules.

Tú serías la persona que cambiaría mi vida...

Tú estarías siempre conmigo...

Quizás esperamos mucho de quien no debemos esperar nada, pero así somos. Le brindamos confianza a alguien que no la va a valorar, dándole la oportunidad de que nos rompa el corazón.

Ser frío no es una excusa para amar...

Solo las personas como tú o como yo caemos en los encantos de este chico, porque nuestro mayor error es entregarle nuestro corazón sin que él se lo gane. Aunque no puedo negar que con su intensa mirada atrapa a cualquiera que se le acerque.

—Te amo—me hizo bajar de la nube en la que me encontraba.

Le di una mirada de desaprobación ya no creería en sus palabras quiméricas. No podía ser posible, salí de un inferno y entré en otro peor.

—Yo también—mentí. Mi tono de voz se oía falso.

—Me encanta que hayas elegido estar conmigo.

Era una completa ridícula, pensaba que engañándome a mí misma podría amarlo. Pero no, mi amor y mi cariño hacia él desapareció en ese trágico momento que desearía sacar de mi cabeza. Necesitaba la pastilla del olvido.

Quería que me rescataras y me llevaras contigo; sin embargo, recordé lo que pasó y me di cuenta de que era tarde.

—A mí también—fingí una sonrisa.

Nunca olvidaré el día en el que tuve que escoger entre azul aguamarina y azul turquesa, la decisión que me llevaría a un mundo de pena o de felicidad.

Y así seguí con mi mísera vida.
 

 

 

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