No puedo respirar. Me siento asfixiada. Tengo un nudo en la garganta que me impide hablar. Siento como unas manos ásperas tocan mi cuerpo descaradamente. Un asco me invade por todo el cuerpo y unas inmensas ganas de vomitar me inundan. Trato de apartarme, pero algo o alguien me sujeta con fuerza. La desesperación comienza a ser efecto en mi cuerpo y las lágrimas poco a poco se van aglomerando en mis párpados.
Suelto un gemido de horror al sentir como unas manos se deslizan por debajo de mi blusa. Trato de impedirlo, pero la fuerza con la que me sostiene es mayor a la mía.
Por primera vez, me atrevo a abrir los ojos, pero las lágrimas que están aglomeradas en mis párpados no dejan que vea con claridad.
Siento como algo húmedo y caliente se desliza por mi cuello y el pánico me inunda. Trato de gritar, pero algo me lo impide. Una mano. ¿Desde cuándo está ahí?
Comienzo a patalear, moverme de un lado a otro, tratando de soltarme de mi agresor. Pero el peso del sujeto es tanto que apenas y puedo moverme.
Siento como unas manos se deslizan por mis piernas para llegar al botón de mi pantalón. Un grito ahogado suena en mi garganta al sentir como es abierto y bajado lentamente.
En este momento, mis lágrimas comienzan a surcar por mis mejillas. Quiero apartarme, gritar por ayuda, pero no puedo. La fuerza que emplea en mí es tanta que yo no soy rival para él.
Veo horrorizada como una mano se desliza por mi vientre para comenzar a subir de manera lenta hasta mis senos.
¡No! ¡Todo menos eso!
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Comienzo a gritar desesperadamente. Los gritos inundan el lugar. Me muevo de manera frenética, pataleando sin cesar, moviendo mis manos como loca, tratando de alejar a mi agresor.
Puedo escuchar como a lo lejos una puerta se abre y alguien grita mi nombre. Sin embargo, no le hago caso y continúo con mi lucha desesperada para quitarme de encima a mi agresor.
- ¡Skylar, ya basta, está bien, todo está bien!
Unas manos me toman las muñecas, tratando de detenerlas. Una suave voz inunda mi mente, llenándome de palabras tranquilizadoras, dulces. Siento como me suelta una muñeca al ver que me comienzo a tranquilizar y lleva su mano a mi cabeza, acariciando mi cabellera de manera suave y delicada.
- Ya, está bien. No hay nada que temer. – Me tranquiliza, deslizando su mano una y otra vez por mi cabello.
Poco a poco me voy acoplando a la realidad y voy abriendo los ojos. Mi vista es borrosa, pero puedo ver perfectamente la silueta de mi madre aun lado de mí.
Entonces me doy cuenta de que solo fue una pesadilla. No. Un recuerdo.
- Ya no hay nadie que te pueda hacer daño. Estoy aquí. – Mi madre, con lágrimas en los ojos, me atrae de manera suave a su cuerpo y me inunda en un abrazo cálido y reconfortante.
La desesperación en la cual mi corazón se había sumergido poco a poco va desapareciendo. Las lágrimas se deslizan por mis pómulos y mojan el hombro de mi madre. Rodeo de forma desesperada el cuerpo de mi madre con mis brazos y lloro desconsoladamente.
Estar bajo el cuerpo de mi madre en un abrazo reconfortante solo hacía que mi corazón olvidara los recuerdos amargos con los que se había llenado.
- De verdad lo siento. – La débil voz de mi madre inunda mis oídos y me doy cuenta de que trataba de no sonar afectada, de no demostrar que ella también estaba llorando. – No sabes como lo siento. Jamás me voy a perdonar por todo el daño que te he hecho.
No digo nada y solo me limito a hundir mi cabeza en el hueco de su cuello.
Algo en mi corazón, muy en lo profundo, dice que ella tiene la culpa, que, si no hubiera sido por ella, jamás me hubiera pasado lo que me pasó. Pero otra parte, me dice que no era cierto. Que ella no tenía la culpa. Y esa parte es a la cual yo escucho.
No sé cuánto tiempo habíamos durado abrazadas, pero cuando nos separamos, las lágrimas habían desaparecido.
Una sonrisa se dibuja en los labios de mi madre y puedo notar que sus ojos están cristalinos. Lleva una mano a mi mejilla y la acaricia con el pulgar. Disfruto el suave tacto y la miro a los ojos afectada.
- Sabes que no es tu culpa. – Trato de tranquilizarla, porque sé que en estos momentos solo se culpa de todo lo que pasó. Que el remordimiento la está invadiendo de forma sorprendente por todo su sistema, sin tregua alguna.
Mi madre solo niega y me vuelve a sonreír. Con los ojos cada vez más cristalinos.
- Hay que volver a dormir. – Sugiero. Es lo mejor, para ella.
Mi madre solo asiente y se pone de pie. Me ve por unos largos segundos antes de salir de mi habitación. Al ya no tener a mi madre conmigo, suelto un suspiro agonizante. Se sintió tan real que siento asco de mí misma.
Siento aún como las manos ásperas y sucias se deslizan por mi cuerpo y como su lengua me moja el cuello.
Un nudo se forma en mi garganta al sentir las ganas de vomitar. Apresurada, llego al baño y apoyo mis manos con fuerza en el lavabo, inclino la cabeza para vomitar, pero al final no sucede. Levanto la cabeza y miro mi reflejo sobre el espejo y me doy cuenta del aspecto demacrado que tengo. Abro el grifo y me mojo la cara. Tratando de alejar todos los tormentosos recuerdos de mi mente.