"¡Es hora de levantarse!" Un grito alto se escuchó por todo el pasillo, seguido de varios golpes en las puertas del pabellón.
Malia se levantó de la cama y suspiró, había estado internada en Bedlam durante 2 semanas, y no sabía nada acerca de Michael, era como si su novio hubiese desaparecido de la faz de la Tierra.
Todos los días era la misma rutina: terapia, medicamentos, tratamientos, charlas y un par de horas libres en las que ella podía ocupar su tiempo en cualquier actividad que ella deseara, pero esto comenzaba a aburrirla.
Salió de su habitación y caminó hacia las duchas, en las cuales ya se encontraban cuatro mujeres haciendo cola para poder asearse. Miró sus brazos, los cortes que la habían arrastrado hasta aquel lugar comenzaban a desaparecer, aunque las cicatrices de las suturas eran un poco más visibles... Esperó pacíficamente su turno y, cuando éste llego, se metió en la ducha. Le gustaba la sensación que provocaba el agua al recorrer cada centímetro de su cuerpo.
Después de ducharse, se recogió su cabello rubio en una coleta alta y tomó camino a una especie de sala de estar; se sentó en un sillón y cerró sus ojos, comenzaba a sentirse agotada.
Sacó un cigarrillo y, con cuidado, lo encendió con la ayuda de una lámpara de aceite que se encontraba sobre una mesa cerca de donde ella reposaba. Le gustaba fumar en la sala de estar, observando cómo las personas, con diferentes tipos de trastornos mentales, destruían sus mentes haciendo algo que, probablemente, pensaban que sería un alivio para sus perturbadas emociones.
Un anciano se golpeaba la cabeza contra la pared, afirmando que: "las voces dentro de su cabeza no lo dejaban en paz." A lo lejos observaba a una mujer, Sara era su nombre, que peinaba desesperadamente el cabello de una pequeña muñeca de porcelana... las personas aquí cuchicheaban acerca de aquella pobre mujer, diciendo que había asesinado a su hija; demente.
Su cigarrillo se había reducido a la mitad ahora, resopló y fumó una vez más, estar internada en un hospital psiquiátrico durante dos semanas sin saber algo de tu familia podía acabar con tu cordura en cuestión de un par de días.
"Hola." Una voz masculina la arrastró fuera de sus pensamientos, haciéndola dar un pequeño respingo, dejando caer el cigarrillo al piso
"¡Vaya! Me asustaste." Replicó mientras pisaba el cigarrillo con su pie en afán de apagarlo completamente.
"Lo siento. Ten, toma uno de los míos." Él ofreció otro.
"Gracias..." Lo tomó dudosa y lo encendió una vez más.
El chico clavó su mirada en Malia por unos minutos, Malia sentía curiosidad por él, parecía rondar los dieciocho años de edad, su tez de piel era blanca, su cabello era rubio y sus ojos eran azules con la característica de ser penetrantes.
"¿Eres la chica nueva?"
"Supongo que sí..." Se encogió de hombros. "Soy Malia."
"Encantado. Soy Adam." Dijo y seguidamente le dedicó una sonrisa cargada de dulzura.
"Encantada de conocerte, Adam."
"¿Por qué estás aquí?" Le preguntó sin preocupaciones, encendiendo un nuevo cigarrillo.
"Soy psico-deprimida... Me intenté suicidar hace algunas semanas." Se encogió de hombros y le mostró sus cicatrices.
"Oh... Nunca he oído hablar de la depresión psicótica." Dijo pensativo colocando su mano en su barbilla. "¿Cuánto tiempo tienes que estar aquí?" Continuó interrogándola.
"Dos meses. He estado aquí durante dos semanas, y estoy empezando a volverme loca."
"Vaya, tienes suerte. Yo tengo dieciocho años de edad y he estado aquí desde dos años."
"¿Qué?" Preguntó con sorpresa. "¿Por qué?"
"Esquizofrenia. Asesiné a mi familia entera." Dijo con frialdad.
Malia guardó silencio, no lo podía creer. Adam parecía un buen chico, pero había algo que le intrigaba sobre él, se sentía atraída a él, anhelaba conocer toda su historia, no sentía miedo, aun después de que Adam le confesara el motivo de su internamiento en Bedlam.
"Estar aquí solo apesta, ¿No?" Intentó romper el hielo.
"Sí, a veces tanta soledad me deprime aun más."
"Vale, seré tu amigo de ahora en adelante... Obvio, si no te importa."
"No, en lo absoluto." Le dedicó una sonrisa auténtica.
"Así que, qué opinas sobre... huh... ¿Las habitaciones? ¿Las noches? ¿La comida?" Peguntó, intentando iniciar una conversación entre ambos y así romper aquel tenso silencio que los dominaba.
"Las habitaciones son muy tranquilas, me gustan, aunque no puedo dormir por la noches..."
"¿No duermes por las noche? Ya somos dos..."
Ella sonrió con sinceridad, se sentía genial hablando con Adam, finalmente, después de mucho tiempo, se sintió acompañada, ni siquiera Michael había sido capaz de hacerla sentir de esa manera.