Tres meses han pasado desde que Malia fue dada de alta del Hospital de Bethlem, y aunque costará trabajo creerlo, debía admitir que las cosas marchaban muy bien en su vida. Estaba siendo medicada con antidepresivos fuertes junto a sus altas dosis de antipsicóticos, solía bromear sobre esto diciendo que tenía que tomar un cóctel de pastillas tres veces al día. Además, su trastorno había sido calificado como una amenaza realmente peligrosa para la salud mental de Malia.
Malia se encontraba durmiendo agradablemente en su cama, después de cuatro meses y medio de dormir alrededor de unos cuarenta y cinco minutos cada noche, más el insomnio del que era presa, había logrado volver su ciclo de sueño a la normalidad, lo cual, le ayudó a controlar su ansiedad de una mejor manera.
De repente, el timbre de la puerta principal comenzó a sonar, haciendo que Malia despertara de mal humor; chequeó su teléfono móvil, ¿Quién demonios estaba tocando el timbre de su casa a las 9:30 am de un sábado? La semana escolar había sido muy dura y agotadora, y lo único por lo que Malia rogaba era poder dormir bien y descansar todo lo que necesitase. Agarró una almohada y se cubrió la cara con ella, tratando de volver a dormir, pero, una vez más, el timbre sonó. Ella lanzó la almohada contra su armario y, molesta, se levantó de su cama, y bajó las escaleras para abrir la puerta.
"¿Qué quieres?" Gruñó Malia de manera ruda.
"Buenos días, cariño. ¡Estoy muy bien! Gracias por preguntar, eres adorable."
Los ojos de Malia se abrieron de par en par cuando escuchó la voz de Michael, él no era el tipo de hombre que solía aparecer en la puerta de su casa de forma tan inesperada, Malia debía admitir que siempre había querido que Michael la sorprendiera de esa manera.
"Mis padres me dieron un buen dinero y quería pasar toda la semana contigo. Entonces, ¿Que dices? ¿Te animas?"
Ella rodó los ojos tan pronto como escuchó a Michael hablando de dinero. Su familia no tenía tanto dinero como ellos, y Michael solía presumir mucho de su alto estatus social. Sus padres, ambos eran abogados, pero su padre solía engañar a sus clientes, era mentiroso y un completo estafador, todo lo que hacía era robarlea sus clientes, y, además, le era infiel a su esposa.
Su madre era una vagabunda, le gustaba pensar que ella estaba por encima de la familia de Malia, ya que ellos no formaban parte de su mismo estatus social. En su trabajo realizaba lo mínimo, y Malia odiaba la manera en que llegaba a casa diciendo que estaba demasiado cansada, ¿Cansada de qué? De no hacer nada.
Por otro lado, a Michael le disgustaba enfrentar la realidad cuando Malia se la hizo saber, se rehusaba a aceptar lo miserables que eran, y le gustaba pretender que su familia era perfecta. No podía soportar que una estúpida chica como Malia le mostrase la realidad. Lo más triste era que Michael comenzaba a actuar como ellos eran... Amigo, el infierno es mejor, acéptalo.
"No lo sé, no me siento tan bien."
"No seas tan aburrida. Vamos, sube y prepárate, vamos a disfrutar esta semana de vacaciones."
Y así, lo hicieron. Pasaron juntos una maravillosa semana. Él la llevó a diversos lugares donde vivieron experiencias inolvidables. El sábado, Michael la había llevado a un parque de diversiones, se divirtieron y comieron perritos calientes, junto a una gran cantidad de algodón de azúcar. El domingo, fueron al cine y de compras.
Al día siguiente, Michael organizó un picnic, así que caminaron por el parque y pasaron todo el día juntos, aunque en el transcurso del día comenzó a llover, haciendo que ambos jóvenes se empaparan de pies a cabeza. El martes, condujeron todo el camino a la playa de Brighton, alquilaron una habitación de hotel y se quedaron allí hasta el jueves. Finalmente, el viernes, Michael hizo una reserva en uno de los restaurantes más finos de la ciudad, y tuvieron una noche mágica.
Sábado de nuevo, Malia y Michael se encontraba sentados en uno de los sofás que el local de Starbucks poseía tanto fuera como dentro del mismo. Malia había ordenado un moka de chocolate blanco y Michael se había decidido por un mocchiato de caramelo. Él chico fingió una sonrisa con notable disgusto cuando vio que Malia tenía crema batida en la punta de su nariz. Maldita sea, ¿Qué tan estúpida podía ser esta chica? Comenzaba a hartarse de su comportamiento infantil. También solía pensar, de manera recurrente, que Malia utilizaba su depresión para hacer que la gente sintiera lástima por ella.
"Mikey." Ella lo tomó de su mano.
"Mhm?"
"Sabes que la próxima semana es nuestro segundo aniversario, ¿verdad?" Tomó un sorbo y se rió.
Michael puso los ojos en blanco. "Si, lo sé..."
"Estaba pensando en que podíamos ir a un restau-..." Le interrumpió.
"Oh, hablando de eso, me voy para Irlanda, estaré fuera por dos semanas." Se encogió de hombros. "No sé si me marcho esta noche, mañana o el lunes."
"Pero... ¿Q-qué hay de mí?" Preguntó y sus ojos se llenaron de lágrimas casi de inmediato.
"Oh, vamos Malia." Él dijo molesto. "No seas tan infantil, no entiendo por qué no soportas verme feliz. No soy tu niñera."
Ella miró hacia abajo y sollozó, se sintió realmente herida. "¿N-no puedes quedarte conmigo?" Su voz temblaba.
"Por supuesto no."
"¿Por qué?"
"Estás deprimida y siempre estás por ahí llorando y llorando, simplemente porque no logras conseguir todo lo que quieres." Él la miró con odio. "Sin embargo, este viaje es para mi hermano menor, pues este año se gradúa de la escuela primaria, creo que él es mucho más importante que una chica estúpida, como tú."
Malia dejó caer las lágrimas que mantenida retenidas en sus verdes ojos. "Michael, eres de lo peor. Finalmente entiendo por qué has estado solo toda tu vida. Nadie te quiere porque eres tan egoísta y solo piensas en ti mismo. Me alegro de que tu primo haya muerto."
"¡Cierra la puta boca, perra!"