Depressione |yoonmin|

Depressione

Depresión.

Muchos hablan de ella pero ¿saben realmente qué significa?

Yo era un simple mortal ignorante del profundo significado tras nueve simples letras. No quería conocerla, no la necesitaba, ni pensar más allá de mis notas promedio, o el juguete que quería mas no podían comprarme, o ese chocolate extra que mi mamá se negaba a cederme porque según ella solo me provocaría horribles caries y cuando fuese un adulto nadie me querría. Deseaba mantenerme al margen, sin preocupaciones reales, sin malos momentos, sin dificultades o agravios.

Mis planes eran tan sencillos.

Hasta que él llegó a mi vida.

La primera vez que vi a Park Jimin tenía apenas 10 años. Recuerdo que era un niño alegre de abultados mofletes cubiertos por un eterno sonrojo, tierna sonrisa y pequeños ojitos en los que resplandecía un genuino brillo de esperanza.

A su corta edad sus habilidades con los lápices a color eran increíbles, portaba una voz melodiosa, practicaba danza contemporánea con extrema gracia e incluso su desenvolvimiento en los estudios era superior. Su personalidad animada favorecía su innata habilidad para contar chistes, una de cada tres sonrisas en el curso eran provocadas por el tierno chico.

Muchos lo admiraban; la luz que desprendía, la fluidez de cada uno de sus movimientos y pensamientos, su gracia y habilidades. Muchos igual criticaban sus acciones respaldando su idea con que tan solo deseaba atención, que la hipocresía era realmente lo que el chico albergaba en su interior. Sin embargo, con humor siempre se enfrentó a los comentarios maliciosos, manteniendo ante todo su frente en alto y su seguridad firme.

Nunca permitió que nada ni nadie lo afectase.

Por eso me sorprendí cuando a los 12 años al inicio de un nuevo semestre volví a ver a Park Jimin.

A pesar del paso de los años aún recuerdo su rostro. Recuerdo de ese día su caminar pausado, su rostro pálido y ojos opacos, recuerdo la ocasión en la que contó un chiste mas la sonrisa no llegó a sus ojitos y sobre todo también recuerdo los auriculares que llevaba a cuanto lugar visitase.

Algo en mi estómago se revolvió, Park Jimin ya no lucía como Park Jimin. Su vitalidad y enérgica personalidad, la seguridad que lo caracterizaba, aquella luz que desprendía y cegaba a cuanto lo conociese, se extinguían; sin embargo, pocos parecían notarlo.

Ese día le pregunté a mi mamá su opinión al respecto.

Dijo que era solo una etapa, que con la adolescencia iniciaban un sinfín de cambios hormonales y psicológicos en cada adolescente que afectaban nuestra forma de actuar y ver la vida. También dijo que pasaría, que en algún momento se adaptaría a su nuevo yo y todo volvería a la normalidad.

Sin embargo, poca esperanza quedó cuando al paso de los meses todo solo fue en picada.

Los aros oscuros eran comunes alrededor de aquellos pequeños ojitos que en algún momento brillaron con esperanza, el tierno sonrojo había desaparecido al igual que aquellos abultados mofletes que le habían brindado una apariencia adorable, su aura ahora era oscura y su atención absoluta se centraba en aquel par de auriculares que siempre llevaba consigo.

No habían más risas, ni bromas, ni siquiera asistía a sus clases de danza y a pesar de que su rendimiento académico aún era alto ya no se desenvolvía de la misma manera que antes.

Lucía tan perdido, tan fuera de lugar, tan apagado. Sentía que cada día quedaba menos de sí.

Recuerdo que hablé con mi mamá nuevamente, le conté cuán grande había sido el retroceso y cómo a cada instante sentía al chico más distante, más perdido.

Ella me aconsejó que hablase con él, que le preguntase qué sucedía y en qué podía ayudarlo, que le ofreciera mi apoyo, mi hombro, mi silencio.

Pero no podía hablarle cuando nunca antes lo había hecho. No podía brindarle mi apoyo, mi hombro, porque Park Jimin no era mi amigo.

El tiempo pasó, tan rápido e inquebrantable y yo, escondido tras mi cobardía fui espectador de cada paso en retroceso, cada suspiro de agonía, cada palabra no dicha, cada segundo de sufrimiento.

Hasta ese día.

Recuerdo que caminaba lentamente a través del corredor. De un momento a otro comentarios absurdos acerca del radical cambio de Jimin habían comenzado a resonar a través de los corredores, poco a poco se había convertido en una costumbre. Yo solo podía recriminarme por sentirme incapaz de hacer algo al respecto.

Quería gritar que no les importaba, que era la vida de otra persona y no tenían derecho, también quería gritarles que era mentira, que cada palabra no era más que un mísero invento.

Pero no podía.

No podía decir que no era cierto cuando en realidad no sabía.

Y el no poder hacer nada al respecto solo alimentaba mi mal humor.

Esa vez me detuve frente a mi casillero más temprano que de costumbre. Recuerdo que tomaba mis cuadernos de mala gana cuando sentí un cuerpo precipitarse sobre el mío, acción que avivó mi carácter malhumorado, y en el preciso momento en el que sapos y culebras se preparaban para salir de mi boca una mirada temblorosa se encontró con la mía.

Mi entrecejo se relajó en un acto instantáneo y mi estómago dio un vuelco.

Ahí se encontraba él, Park Jimin, el causante de mi preocupación, la persona a la que había visto marchitarse día a día sin que nadie hiciese nada para detenerlo. Algo en mí se movió. Su mirada se mantenía temerosa, los aros oscuros permanecían firmes alrededor de sus ojos, su rostro lucía demacrado y pálido.

Su cuerpo se movió con rapidez y torpeza, era notable que algo le preocupaba.

Pero no era yo.

Ni que a su alrededor el murmullo ascendía en tono.

Ni las miradas juzgadoras.

Ni las risas.

Ni nada fuera de aquellos auriculares que ahora descansaban en el suelo.

Quise preguntarle qué sucedía, el porqué de su dependencia a tal artilugio, pero cuando me decidí a romper mi eterno silencio, él ya se había marchado.



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En el texto hay: fanfic, yoonmin, depresión ...

Editado: 26.09.2024

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