FELIZ LECTURA ♧♧♧♧♧♧♧♧♧♧♧♧♧♧♧♧♧♧♧♧♧♧♧♧♧♧
En la hora de la tarde Claver se encontraba con su hijo en el patio delantero de su hogar practicando arquería, cosa que había aprendido muy pequeña tan solo con prestar atención y cuando por fin pudo obtener el arma no dudo en enseñarle a su pequeño hijo.
—¿Por qué tengo que aprender esas cosas?, todos los chicos a esta hora se recrean —Se quejó Darían con el arco en la mano, en realidad no quería hacerlo lo veía innecesario, ya que los guardias solo usaban espadas. Por lo menos los que trabajaban en las calles.
—Tú no sabes si alguna vez debes defenderte de alguien muy malo y más alto que tú, por esa razón te enseño —Esto lo dijo exasperada, ya habían hecho demasiados intentos fallidos, pero al ver el rostro de su pequeño bajo la guardia—. Es por tu bien, pronto trabajarás para la... la...
—¿Mamá estás bien? —Claver respiró profundo.
—Para la reina. Sí estoy bien, estarás bien, eres un chico inteligente, anda ve, ve a jugar —dijo tomando el arco, el chico sonrió guiñándole un ojo y corrió lejos de su madre, Claver caminó hasta su puerta viendo su hijo.
El chico atravesó los callejones de una tienda de mercaderes para cruzar la otra calle encontrándose frente a frente con su lugar favorito, la biblioteca, una pequeña casa de madera llena de libros de toda clase existente en la isla, le encantaba leer y como solo a esta hora daban permiso a los chicos para recrearse se debía aprovechar una o dos horas más tarde debían encerrarse por orden de la reina, solo los niños aún los mercaderes podrían seguir vendiendo sus frutas y vegetales. Darían odiaba por esa parte ese reinado aunque nunca había visto o vivido en otro, pero lo odiaba, odiaba que solo de este lado de lovely le impedían muchas cosas, mientras que del lado que vivía su abuela todo era diferente y mucho mejor. Toda la gran belleza de la isla la tenía esa parte de la isla no había tanto lodo y siempre que podían limpiaban las calles.
Tan hermosa la describen en los libros, libros que niños no podían leer, pero Darían no era un chico como cualquiera, cuando él se proponía algo lo cumplía por encima de todo, así era él una pequeña característica de su madre o grande dependiendo del asunto que se proponía.
Diana se encontraba en una gran piedra de mármol que sobresalía del suelo lleno de hierba el cual estaba detrás de su casa, una de las cosas que engrandecían a esta ciudad era el lodo, si eso era engrandecimiento lo cual nadie creería; pero también era el mármol que sobresalía en diferentes partes, un mármol puro en bruto que nacían de la tierra de la isla; a la pequeña le gustaba estar ahí viendo las mariposas salir del bosque que se encontraba a la lejanía, su mirada no se iba tan lejos porque daba miedo, pero si a una parte donde llegaba la claridad, se preguntaba si a mamá le daría miedo entrar allí, de seguro hay muchos cucos o no sé; ¿tal vez una sirena?, siempre soñó con ver una, aunque las sirenas son de las aguas y allí no había agua solo bosque. Vio algo brillar y era de su color favorito, ¡azul marino! Como el vestido que llevaba puesto esa tarde como el cielo cuando se reflejaba en el mar, miró hacia la puerta mamá no estaba se levantó y cruzo por los alambres que separaban partes del bosque y su patio; caminó dando sal titos hasta llegar a zonas boscosas más espesas, pero que aún tenían claridad. Volvió a brillar la luz y corrió hacia ella, pero esta se desvaneció y volvió a brillar más al fondo esta vez corrió más de prisa para atraparla, <está si la agarro> pensó, era la verdad, la iba a tomar, pero al instante de llegar al lugar nuevamente esta luz se desvaneció, refunfuño y giró sobre sus talones para volver a casa, pero otra vez volvió a brillar más al fondo y corrió tan rápido que al llegar se sintió fatigada y la tomó, está vez si la tomó y se desvaneció.
Claver se despertó con brusquedad y observó su casa, había un silencio incómodo, sus pequeños, ya lo comenzaba a extrañar, <este mueble sí que era cómodo para dormir> pensó mientras acomodaba los cojines de paja que sus hijos habían hecho, la campana sonó, esa que avisaba que los niños debían entrar a casa. Salió para buscar a sus dos pequeños, vio correr hacia ella a Darían, traía una sonrisa en su rostro que lo iluminaba a ella le encantaba ver eso, recordó haber dejado a la pequeña en la parte de atrás, así que entro a la casa para pasar por la puerta de atrás, pero la pequeña no estaba tal vez se había aburrido de estar sola y había salido a la calle aunque eso nunca pasaba. Se sentó en el mueble con su hijo esperando la entrada de la niña, Pasaron las horas, pero la pequeña nunca entró.
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Horas más tarde llego su esposo y aun la pequeña no estaba.
—¡Donde la dejaste! –gritó Darius con el ceño fruncido, Claver era una madre muy responsable perder a uno de sus hijos era algo muy fuera de lugar para su familia y sobre todo para ella; Darían aún más triste al ver su madre en un mar de lágrimas, de seguro está jugando por ahí paso por su mente, que podría pasarle a una pequeña tan inocente como Diana.
—Mamá cálmate, debe estar jugando a fuera, ahorita alguien la traerá — suplicó con tristeza para que su madre parara de llorar, pero sabía que no lo haría, conocía muy bien a su madre.
—Mi pequeña —Susurro Claver abrazando a su hijo, Darius terminó de hablar con los guardias y estos se fueron en su búsqueda, habían pasado demasiadas horas desde que la pequeña no aparecía.
—¿Qué harán? —Preguntó Claver levantándose del mueble.
—Ya la han buscado por toda esta área boscosa, no la encuentran Irán más para arriba pero sabes muy bien que no pueden entrar al bosque —Dijo sentándose en un sillón.
—Ya así nada más, te darás por vencido, y nuestra niña, ¡Darius! ¡¿Qué te sucede?! —Reprochó Claver.
—¡Y que puedo hacer yo, no puedo hacer nada Claver! —Grito con fuerza.
—Es nuestro bebe, mi bebé, la quiero aquí conmigo.
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Editado: 20.07.2022