Derivé

Epígrafe

 

Una dama angustiada, ataviada en un vestido de tul camina en puntillas por el escenario. Sus ojos azules abiertos con inquietud se pierden entre la profundidad de los asistentes. Alza la mirada y cae una tela que simula ser un cielo estrellado. Estira la mano, en busca de poder sostener una estrella y una luz cegadora estalla desde la punta de su dedo cuando este se une al refulgente astro.

Ella abre los ojos, de pronto, ha encontrado eso que su rota alma anhelante había buscado por siglos. Súbitamente todo tiene sentido y la sonrisa lenta y hermosa va inundando su bello semblante de a poco. Mira a su alrededor, ahora sabe quién es, ahora sabe qué era eso que había estado faltando en su pecho; es la hija de las estrellas y por fin ha encontrado su lugar en el mundo.

Su rostro se invade de la sonrisa más preciosa. Mira hacia el público y todos la ovacionan cuando cae el telón. Unos minutos después, el telón se eleva, dejando a la gran revelación a la vista de todos; ella. De pie en el centro del escenario; sonríe, tiembla desde dentro al recibir todas esas miradas de conmovida admiración. Lo ha logrado.

En medio de su reverencia en agradecimiento, con la fina elegancia de un cisne recoge una rosa que cayó a sus pies y la lleva contra su pecho, deseando que las únicas dos personas que no están entre el público pudiesen verla.

 

 

 

 




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