Derivé

Capítulo 4

 

Pasaron dos minutos como mucho y ya estaban en las puertas del hospital.

El paramédico la ayudó a bajar de la ambulancia, odiaba su mirada penetrante, odiaba saber lo que probablemente él pensaba; desear conocerla en otras situaciones para hacer algún movimiento de conquista.

Se alejó de él al instante en el que sus pies tocaron el asfalto, tomando la mano fría de su abuela. Los sollozos se habían vuelto incontrolables y su cabello se movía en todas direcciones, deseaba tener un listón en aquel momento, hasta que pensó en todo el dinero que deseaba tener y decidió que desear dos cosas a la vez era avaricia… dinero, por favor.

—Lesión cerebral traumática por caída en casa... lleva aproximadamente diez horas de la lesión y unas cinco inconsciente —soltó la paramédico mirando a uno de los médicos frente a ellos.

—Encárgate Bass —soltó él, acercándose a Minie.

La obligó a soltar la mano de su abuela, en cuanto el otro médico la llevó hacia alguna parte de aquel lujoso y brillante hospital a la que ella no podía ingresar.

—Por favor… —suplicó, sintiéndose demasiado débil, el primer médico la sostuvo, ayudándola a entrar en la sala de espera.

No había nadie, ni un alma. Si aquella era otra de las señales que ya no estaba ignorando, quería decirle al universo que no entendía, que quizá si que era una rubia tonta; porque jamás entendía las señales.

El uniforme azul de aquel doctor hacía lucir su piel morena como un lindo accesorio, se sintió tonta pensando en moda o lo que aquello fuese, mientras recibía la botella de agua que él le ofreció.

— ¿Estás más tranquila? —le preguntó luego de unos cinco minutos, que en medio de aquel cuarto blanco y silencioso se sintieron como horas.

Ella asintió, mirándolo desde su asiento, de pronto fue consciente de todo; su abuela podría morir, había llevado su uniforme de trabajo puesto por veinticuatro horas seguidas, su cabello era un desastre, su abuela podría morir, aquel hospital era el mas costoso de la ciudad, su abuela podría morir… quiso negar; no estoy más tranquila, pero ya era demasiado tarde.

—Te haré algunas preguntas, sé que es un momento muy angustiante, pero debes saber que en este lugar hacemos todo lo posible por la vida de los pacientes… ¿Cuál es tu relación con la paciente?

—Es mi abuela —respondió con voz entrecortada.

—Muy bien. Le han realizado una tomografía y el doctor que la atiende está controlando su presión intracraneal, ha sido trasladada a quirófano por una cirugía de emergencia; había hematomas en el tejido y deben retirarlos para evitar que aumente la presión en el cerebro, pero tendremos noticias en breve —Minie asintió, sin entender la mitad de lo que él había dicho, él lo notó y en seguida se sentó en la silla a su lado —. Mira, no te preocupes haremos todo para que ella esté bien —la rubia asintió de nuevo.

—Gracias…

—Mi nombre es Bruno, si necesitas algo pregunta por el Doctor Hammil. En cuanto salga de cirugía, vendrán a informarte. Quizá en unos momentos venga una enfermera a tomar los datos de tu abuela y los tuyos, si necesitas llamar a alguien hay un teléfono ahí —apuntó la esquina contraria de la sala y ella asintió de nuevo —Muy bien, te dejó entonces… ¿Cuál es tu nombre?

—Minerva —soltó con esfuerzo.

—Nos vemos Minerva… —pensó en lo amable que él estaba siendo, le habría agradecido de tener la capacidad de pensar en algo.

La linda enfermera no tardó en aparecer, había sido amable y le había llevado un vaso con fruta que ella no había tocado para nada. Sus preguntas afables sobre su nombre, el de su abuela, su edad, su tipo de sangre y todo lo relacionado con su estado de salud, habían dejado de sonar inofensivas en cuanto le había pedido el número de cuenta al que se cargaría el costo por servicios. Minie se había sentido tan estúpida como en aquel instante; mientras dictaba los números de su tarjeta de débito, en la que solo había como mucho, cinco dólares.

Miró el teléfono durante dos horas, sentada en aquella sala, pensando en alguien a quien pudiese llamar. La cruda realidad es que no tenía a nadie, a nadie en absoluto. Una lágrima rodó por su mejilla justo cuando pensaba que ya se habían terminado y justo cuando alguien entró a la sala. El hombre la miró, su semblante serio y su mirada fría y evasiva lo hacían totalmente opuesto al doctor que la recibió; cuya calidez la había hecho sentir por dos segundos como si nada de todo lo que estaba terriblemente mal lo estuviese en verdad.

— ¿Cómo está? —le preguntó ella, poniéndose de pie.

—Soy el doctor Campell, la señora Annabelle sufrió una acumulación cerebral de fluidos, esto provocó un fuerte aumento de la presión intracraneal, hicimos todo para que ella pudiese recuperarse, pero su estado era crítico —Minie sintió el tiempo detenerse, era, era, era, era, solo esa pequeña palabra había llegado a su atormentado corazón.

Estiró la mano, buscando sostenerse de algo ante la sensación de inestable mareo. El médico frente a ella ofreció su brazo por inercia, pero cuando su mano rodeo la gruesa muñeca del hombre, él la miró de una forma extraña, que ella ni siquiera notó en su estado volátil.

— ¿Qué más? —su voz suave sonaba herida. Ella miraba el piso, mientras se sostenía de aquel desconocido.




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