Derivé

Capítulo 15

 

Los pies le dolían, también las mejillas de tanto sonreír. Estaba sentada, lejos de las pocas personas que aun rondaban por aquella casa. La cocina era enorme y casualmente también era el único lugar al que los invitados no entraban. Dos chicas en uniformes de empleadas la miraron como si estuviese loca cuando llegó y se quedó en una esquina en total silencio, casi una hora atrás.

Había sentido la urgencia de respirar, tantos abrazos y preguntas de desconocidos le habían drenado la energía. Pensó en todas las mujeres que habían hecho una leve sugerencia de haber estado con su futuro esposo, si no fuese solo un contrato habría dolido más. Afortunadamente su capacidad de fingir la había ayudado a soltar alguna frase mordaz disfrazada de dulces encantos por su linda sonrisa.

Pero se había cansado un poco, después de años creciendo rodeada de tan pocas personas, nadar en un mar de ellas se convertía en algo un tanto incómodo. Estaba sentada sobre una barra, su espalda contra la fría pared que había comenzado a ser cálida después de todo el tiempo que había pasado contra ella.

Las chicas habían dejado de mirarla. Quizá aquella era su mayor habilidad; con el tiempo pasaba desapercibida, se convertía en una parte más del mobiliario.

Las puertas sonaban con cada mesero entrando y saliendo con bandejas llenas de copas vacías, así que cuando sonaron por centésima vez no le tomó importancia. No hasta que la tela azul cielo de un vestido brillante llenó su campo visual.

Levantó la vista, las cocineras ahora la miraban con disimulada atención, había vuelto a ser notada, porque Mariel Campell la miraba de pie frente a ella.

—¿Te sientes mal? —su mirada angustiada atravesó su pesada capa de cansancio y negó con la cabeza, comenzando a formar una sonrisa.

—No, solo… quería respirar un poco

—Para eso es el jardín, yo creo que mejor dicho necesitabas estar sola —dijo Mariel con ligera diversión.

Minie sonrió avergonzada.

—Es que… había tantas personas —no sabía a ciencia cierta porque tuvo la confianza de confesarle la verdad y de dónde salió.

Probablemente eran efectos de no haber tenido una madre… cuando estas frente a una; no puedes mentir, al menos no en todo.

—Si… mi padre hacía este tipo de reuniones todo el tiempo, Vera y yo nos escondíamos en la parte trasera del jardín, hay un columpio bajo un árbol, quizá deberías elegir ese lugar la próxima vez.

—Lo haré —le aseguró.

—Nunca pensé que mi hijo en verdad haría algo como esto… pero, me han sorprendido ambos. Sé que no nos conocemos hace mucho, pero estoy feliz de que hayas sido tú…

Minie sonrió con amabilidad, decidiendo dejar su no tan cómodo asiento para poder estar de pie frente a Mariel.

—Fue una sorpresa para mí también —dijo, su voz suave hizo sonreír a la mujer.

—Ven, salgamos —la tomó del brazo, alejándola de las miradas de aquellas chicas.

Quizá todas deseaban su suerte, una parte de ella aún no se lo creía del todo.

—¿Ayudaste a Bass con el anillo? —le preguntó para hacer conversación, mientras salían de aquel lugar.

Mariel negó, un aire de tristeza cruzó su mirada.

—Creí que utilizaría el de mi madre, pero… dijo que amabas los diamantes, así que prefirió que tuvieses uno nuevo.

Minie asintió con una sonrisa, pero en aquel momento supo que no le había dado aquella reliquia familiar porque no era nada para él.

Podía parecer cada vez más desalmado, pero por motivos desconocidos, Minie comprendía cada una de sus acciones.

—Me ha gustado mucho —murmuró, mirando aquella sortija pesada.

—Quizá te hagan firmar un contrato prenupcial, quiero decirte que no debes sentirte mal. Todos los que se han casado con un Campell lo han firmado, excepto mamá, pero cuando ella llegó a la vida de mi padre aun no tenía mucho de lo que consiguió con los años, espero que lo entiendas… —su cambio repentino de tema le hizo notar que quería ser amable.

Tal vez la había ido a buscar para comenzar a advertirle lo mucho o poco que le deparaba una vida en aquella familia.

Aunque no parecían el tipo de familia despiadada con las que sus amadas protagonistas de las historias se encontraban; cuyas almas desdichadas les arruinaban sus esperanzas… eso ya era ganancia, al menos para Minie lo era.

—Por supuesto, lo entiendo a la perfección —soltó, no pensaba reclamar nada cuando fuese la exesposa. Definitivamente no podría… optaría por desaparecer de sus vidas sin dejar rastro o al menos eso pensaba.

Mientras avanzaba por aquella casa, a través de la multitud, colgada del brazo de aquella mujer, las personas le sonreían sin acercarse. Aquello la hizo pensar en que Mariel provocaba un respeto enorme en todos. Observó a Bastian reír a lo lejos, rodeado de hombres que parecían igual a él; adinerados y exitosos y mujeres que le sonreían con descaro, quizá podrían ser parte de aquella última clausula si lo miraban con más profundidad; podrían ser parte de su discreto espacio de “necesidades a cubrir”.

—¿Te quedarás en casa esta noche? —Mariel la miró con una sonrisa, tan brillante que se sintió verdaderamente apreciada.




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