Si cierras los ojos con fuerza y luego te esfuerzas por poner tu cerebro en blanco; funciona. Dejas de sentir lo que ocurre a tu alrededor y sólo lo observas, como si estuvieses en uno de esos sueños lúcidos, o como si pudieses ver una película de tu vida en la que no estas siendo parte del reparto.
Minerva mantuvo aquel estado tanto como sus inestables sentimientos se lo permitieron. Se dejó sentir desolada y volátil.
Podía notar la preocupación en los ojos de Bass y le hacía desear dejar de ignorar todo el exterior. Pero no era suficiente…
Sintió las manos de Mariel rodeándola cuando volvieron a casa. Los veía hablar y no podía entender lo que decían, a menos que pronunciaran su nombre intentando hacerla volver de aquel cómodo lugar en la esquina de su mente.
Bastian la cargó en brazos hasta llegar a la recámara que compartían. Él se sentó en la orilla de la enorme cama, mientras Mariel la hacía entrar al baño. No fue consciente de nada hasta el momento en el que un chorro de agua fría hizo temblar todas sus terminaciones nerviosas. Soltó un grito ahogado y clamó por respirar.
—Tranquila cariño —la voz de Mariel la hizo parpadear.
La sostenía bajo la regadera. Mirándola con afecto, como imaginaba que lo haría su madre si estuviese viva.
Viva. Vida. Annabelle…
Cerró los ojos con fuerza, aguantando los temblores de sus manos. Mariel la envolvió en una toalla y salieron al cuarto.
Bass miró preocupado hacia su madre.
—Quizá debamos volver al hospital —sugirió, ante la mirada perdida de Minie.
—Ella está mejor, te dije que la ducha fría la haría reaccionar.
Mariel comenzó a cepillar el cabello rubio de la chica, con amabilidad.
Minie temblaba tanto, aun podía sentir el frio del agua calando sus huesos. Le ardía la piel del rostro y podía sentirla tensa. Miró hacia sus manos rojas.
—Minie, tu abuela estará bien. Debes mantenerte fuerte, piensa en todos los que te amamos. Todos te necesitamos fuerte y positiva; Annabelle, yo y Bastian —le dijo Mariel. Minie miró hacia Bass, sus ojos marrones ya no lucían tan preocupados —. Morin vendrá de visita pronto. Además, Aries ha preguntado por ti esta semana.
Bastian la miró, por un microsegundo pudo ver la duda en su rostro. Seguramente habría preguntado quien era ese tal Aries, pero su prudencia había ganado.
—Estoy mejor Mariel, gracias —soltó Minie.
No estaba dejándose caer, no por siempre. Sólo se había cansado de luchar contracorriente y… apartarse del mundo había sido la mejor solución.
Sus ojos se sentían pesados cuando Mariel salió de la habitación, dejándola sola con Bastian.
El reloj marcaba 03:25 am. Jamás olvidaría aquel momento, porque supo por primera vez, que aquello de “el tiempo se detuvo” era real.
Lo observó ponerse de pie, buscar entre sus cosas y tomar un camisón. Caminó hasta ella y la hizo levantar los brazos para pasarlo por su cabeza. La toalla aún la envolvía y la hizo ponerse de pie para que cayese al piso, al tiempo que la tela negra de seda la cubría.
Sus ojos no la miraban de una forma lasciva ni penetrante, era solo una mirada amable, preocupada.
—Ve a dormir Minerva.
La estaba cuidando y aquello hacía mella con tanta facilidad en alguien como ella. Lo miró a los ojos, sintiéndose tan débil y fuerte a la vez.
—Gracias Bastian, gracias por acompañarme.
—No me agradezcas Minerva. No me lo pediste, yo quise hacerlo.
Su ingenua esperanza y la intrínseca necesidad de ser amada y sentirse acompañada la llevó a creer que aquello era más que una simple frase, la llevó a creer que eso era un tipo de cobarde declaración.
Y en medio de su deseo de llegar a aquel anhelado amor, mirándolo, sintió que sus brazos eran el lugar perfecto para dejar a su soñador corazón experimentar lo que había pasado años buscando en chicos que nunca fueron lo que pensaba. Quería que él tuviese su cuerpo. Ya no le importaban las veces que ella lo había entregado antes con la esperanza de llegar hasta el alma de alguien más y solo había obtenido la piel. Ya no le importaba porque creía que podría ser distinto.
Bastian hizo ademán de alejarse y ella tomó su mano.
Sus ojos no eran más los de la chica rota y perdida. Parecía saber completamente lo que hacía.
Bass sintió un escalofrió bajar por su columna. Es el frio, se dijo. Pero, era ella.
Lo besó, por su propio deseo, tomando la iniciativa.
Él nunca pareció desear obligarla a nada, la estaba tratando como alguien a quien se quiere y aquello, para Minerva, era algo así como una enorme muestra de comprensión.
Si somos la suma de muchas personas, definitivamente un pedazo del hombre frente a ella ahora sería parte de Minie. Porque había sentido sus cuerpos conectar, más allá de sus almas.
Él no la miró como si estuviese enferma, como si aquello fuese extraño o como si lo pensara dos veces. En el momento en que ella se deshizo del camisón de seda, él no dudó ni un segundo. Su cabello aun mojado lanzó gotas hacia la piel del pecho de Bastian.
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Editado: 10.08.2021