Derivé

Capítulo 28

 

Pasaba las mañanas contándole a Annabelle sus aventuras. Era gracioso como había pasado de leerle sobre otras chicas con vidas geniales a convertirse en una. Aunque eso de ´genial´ podía ser efímero y subjetivo.

—Hoy darán los resultados de la audición. Si logro ser seleccionada estaré pensando en ti Annie. Siempre pienso en ti… —dijo, tomando su mano.

Y entonces, como casi cada día, salió hacia la Academia.

Antes solía tener tan mal fario. Pero últimamente sabía que no era la misma que tiempo atrás; cuando su abuela sufrió el accidente y su vida dio un vuelco. Ahora caminaba con positivismo y seguridad. Se dio cuenta de que a pesar de todo lo que había vivido seguía en pie. Y entonces descubrió que en verdad estaba cambiando y para ella esa fue señal de buen augurio.

Quedaban siete meses en su contrato, cada vez estaba más cerca de poder alejarse de Bastian y curar las heridas de su corazón, que no sanaban del todo al verlo cada día.

Apenas cruzar las puertas y recibir un par de miradas indiscretas, supo que sabían algo sobre ella. Y con toda el alma esperaba que fuese lo que creía. Sus pasos rápidos llegaron hasta el tablero y cuando todos se giraron a mirarla y Aries sonrió en medio del gentío, sintió su alma salir de su cuerpo y regresar.

—¡Felicidades Minie! —Aries se lanzó a rodearla y la hizo girar elevándola del piso.

Debía confirmarlo con sus ojos, así que se acercó hasta el anuncio. Sonrió ampliamente. La hoja frente a sus ojos fue la total responsable, además de las felicitaciones de las personas a su alrededor.

 

La audición había sido una de sus mejores experiencias.

Era un poco irónico que para alguien que unos meses atrás había disfrutado tan poco de ser vista, ahora fuese su elemento. Porque apenas estuvo de pie, frente a sus maestros haciendo de jueces, se convirtió en ´la hija de las estrellas´, como Vera había llamado a su personaje principal.

Así que, su mundo se había sacudido de una forma nueva para ella; el éxito. Y fue embriagante. Incluso cuando Azul con su rostro nada feliz la interceptó en el baño.

—Quisiera felicitarte, pero no es un logro cuando la directora es tu familia… —soltó la pelinegra.

Minie se sintió extraña, se preguntaba si realmente tendría algo que ver. Pero si de algo estaba segura, era de su talento.

—Te vendría bien aprender a perder, Azul —respondió ella.

La chica soltó una sonrisa turbia y extraña.

—Yo no pierdo, Minie —nunca había odiado tanto la forma en la que sonaba aquel diminutivo hasta entonces —. Llevo años en esta Academia, he trabajado mucho por tener un lugar y no será fácil para ti quitármelo.

Azul salió, sin esperar una respuesta, dejando a Minie confundida.

Esa misma tarde, le cuestionó a Mariel si su relación tenía algo que ver en que ella tuviera el papel en la obra. Porque no había podido sacar de su mente las palabras de su compañera.

—No seas tonta, cariño, los maestros te han elegido. No es por mí, yo jamás dejaría que el corazón me guiase en algo como esto.

Y por fin sintió tranquilidad.

Cada noche, Bastian pasaba por ella y el camino era igual de silencioso que la primera vez. Él había estado feliz cuando su madre anunció que Minie sería la protagonista de la obra nueva.

Era una extraña repetición de la historia familiar; una obra hecha por un Campell, sólo que esta vez, sería interpretada por una falsa Campell.

Los ensayos fueron su parte favorita de aquella experiencia y amaba pensar en el momento en que actuar frente a todo un público fuese real. Amaba el teatro y el eco de su voz al decir las líneas memorizadas. Amaba a Morin que había ido a visitarla apenas se había enterado. Aun amaba a Bastian también, aunque su amor había quedado ciscado con la experiencia previa. Y tal como los topos que aprenden la lección después de recibir un golpe accidental al salir de su guarida; su amor ya no asomaba al exterior.

 

 

Bastian Campell se miraba cada mañana al espejo tratando de convencerse de que seguía siendo el mismo, de que nada había cambiado y de que no le daban miedo sus pensamientos y los sentimientos desconocidos que le entraban al mirar a una persona en especial. Una persona cuyos ojos azules veía cada día.

Era extraño, todo lo que pasaba por su mente lo era.

Había pasado toda su vida indispuesto a experimentar el amor, así que no sabía cómo debería sentirse. Pero sinceramente, tenía miedo de que aquello fuese lo que ella le provocaba.




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