Derivé

Capítulo 33

 

—Te amo, Minerva.

—¿Qué? —lo miró, confundida.

Justo cuando se había dado por vencida él aparecía con eso… que ilógico es el mundo. Que ilógica es la manera en la que uno obtiene lo que ha deseado cuando ya parece ser demasiado tarde.

—Te amo —repitió, aun con los ojos cristalinos. Una sonrisa iluminó su rostro, como si aquello hubiese sido liberador.

Mirándolo a través de sus cansados ojos; con ropa casual y una loca mueca de alivio inundando su bello rostro, pensó en la probabilidad de que fuese una broma. No sabía si él podía jugar de esa manera. Pero en realidad, jamás lo sabía con él. Jamás le había sido tan difícil aprender a leer a alguien más, pero con él lo era. Bass no era una de las historias del periódico que le encantaban, Bastian era como un antiguo libro escrito en una lengua desconocida. Estaba lleno de secretos y pasajes confusos y cuando comenzaba a pensar que lo estaba descifrando; la realidad es que estaba lejos de lograrlo.

—Tú no crees en el amor —dijo ella, aturdida.

—No, no creía en el amor, pero tú me has hecho sentir algo en lo que no creía. No quiero irme. Quiero estar aquí para ti, en los momentos difíciles, en todos los momentos.

—Bastian… —una sonrisa incrédula y triste se formó en sus labios —. No puedo creer lo que dices… pero, si es verdad, lo siento, ya es demasiado tarde para… todo…

Bastian se acercó más, tomando su mano. Hasta entonces no había notado lo bien que encajaban sus manos al unirse. Se quedó con una sensación de vacío cuando ella se apartó de su toque.

—Puedes creerme. Sabes que nunca miento. Ni yo sé cómo pasó esto, pero… te necesito.

—Después de todas las veces que dijiste que no sabes amar… ¿ahora lo haces?

La incredulidad de la chica cortaba sus esperanzas.

Bastian tomó una respiración profunda y la miró a los ojos. Ella lucía tan rota… quizá lo mejor era darle tiempo, pero debía decirle todo, en ese instante. Porque ya no podía parar la necesidad de soltar todo lo que guardaba en su interior.

Que sentimiento más arrasador, acogedor y excitante es amar… cuanta esperanza crece en el interior al mirar los ojos de quien amas y que fácil es romperte cuando esos ojos se apartan de ti con indiferencia…

—No sé hacerlo, tuve que tomar mi tiempo para averiguar si era esto lo que sentía. Porque en verdad no lo había sentido antes. Tuve que descubrir cómo avanzar y… me ha costado tanto saber si está bien o mal. Si es la forma correcta o no lo es. Pero se siente correcto. Decírtelo… se siente correcto.

Minerva lo observó en silencio. Sus ojos azules nunca habían estado tan apagados.

» Si pudieras enseñarme… Te pido que lo hagas, te pido que seas quien me enseñe a amar. Yo haré todo… todo cuanto esté en mis manos, Minerva, no puedo perderte… —le dijo, abriendo su corazón nuevo y poniendo en sus manos su amor sin estrenar.

Minerva se sentó en su silla y comenzó a desmaquillarse en silencio. Como si estuviese procesando todo.

Quizá, hacer la confesión en ese momento, había sido su peor decisión tomada. La incertidumbre le mordía los nervios y no podía dejar de mirarla a la espera de que dijese algo.

Minerva se giró cuando su rostro estuvo completamente libre de cualquier rastro de maquillaje.

 —He amado a varias personas equivocadas; incluyéndote. Dejé que la idea de un amor maravilloso me consumiera. Por otro lado, tú dices que no puedes amar y nunca lo has hecho. ¿Cómo sabremos si somos la persona correcta para el otro?

—No podemos saberlo, pero podemos averiguarlo. Antes lo hemos sido; fuiste la persona correcta para hacerme sentir esto… Y espero haber sido el correcto en al menos una cosa para ti.

—Si lo fuiste; me ayudaste a saber qué es lo que puedo lograr —su voz inusualmente cortante lo hizo mirarla con desesperación.

—Minerva, puedes tomarte un tiempo, yo esperaré todo lo que tenga que esperar. Sólo necesito una oportunidad para demostrarte que mi amor es real.

—Es que… creo que ese es el problema, Bass. Eso; el amor, ya no es algo que espero o anhelo. Por fin entendí que hay mucho más en la vida, que ese no es el final perfecto que merezco, merezco más y aunque siempre quise saber lo que era ser amada, creo que ya no me apetece averiguarlo… —entornó los ojos.

Bass tragó saliva, sintiendo una gota de frio sudor bajar por su espalda.

—Estás mintiendo. Te mientes a ti misma, sé que lo haces. Conozco cada uno de tus gestos Minerva… hemos pasado tanto tiempo juntos. No puedes engañarme. Yo sí que sé cuándo mientes.

Minerva lo miró, entornando los ojos en su dirección.

—No me conoces —soltó.

Bastian la observó; las pronunciadas bolsas bajo sus ojos azules le hicieron saber que ella no podía estar en su mejor estado. No pensaba darse por vencido…

—Debes dormir un poco, vamos a casa…

Bastian la animó a ponerse de pie y salieron del camerino, Minerva lo siguió en silencio, como si de golpe recordase lo que la había hecho actuar de esa manera dolida.




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