Derivé

Capítulo 34

 

 

Podía sentir unos brazos rodeándola y manos sobre sus hombros. Los lentes oscuros cubriendo sus ojos ocultaban su cansancio, pero ella aun podía sentirlo.

Contrario a lo que esperaba; las personas a su alrededor la reconfortaban. Sus semblantes serios y pensativos la hacían sentir como si no fuese la única suspendida en el tiempo.

La noche anterior Bastian había recibido una llamada en la que confirmaban que toda la herencia que Abraham Campell le había dejado estaba completamente asegurada en su cuenta. La noticia habría puesto felices a las Campell, si no fuese porque Minerva estaba de luto. Mariel había sugerido que esperasen un día más a que la familia llegase para que todos pudieran acompañar a Minerva en la ceremonia luctuosa.

Y como Mariel se había estado encargando de todo, como el firme pilar familiar que era y como si Minerva le importase de verdad; le había hecho caso en cada sugerencia posible. Además de que, la chica no estaba en un buen momento. Lo mejor que podía hacer era seguir la voz de la razón.

Minerva dejó una ultima rosa sobre la lápida de Annabelle. Estaba tranquila. Había llorado bastante y en el fondo comprendía que aquel era el funcionamiento de la vida, y pudo aceptar que desde hace mucho sabía que aquel era el destino inevitable para su abuela.

Morin seguía aferrándose a sus hombros, cuando ella la miró y asintió. Era un silencioso ´estoy lista´. Aún no se sentía tan preparada para hablar.

Había hablado demás, el día en el que la desdicha se apoderó de su ser y la llevó a arruinarle la noche a su suplente, gritarle a Bastian que ya no quería su amor y que no creía en él… definitivamente debió haber seguido el consejo de Mariel sobre dormir un poco. Pero ya no podía cambiar nada.

Sólo pensaba en el rostro de Bastian al borde de las lágrimas, mientras confesaba algo que debió ser importante para él y recordaba su propia risa incrédula e insolente; eso bastaba para que deseara huir y alejarse de todo…

No sabía cómo habría reaccionado si aquello se lo hubiese dicho mientras ella estuviese en un mejor momento. Y suponía que ya no lo sabría jamás, porque nada se podía cambiar.

—¿Te apetece comer un poco? —la voz ligera de Mor cerca de su oído la llevó a mirarla nuevamente.

Asintió. Si, eso estaría bien.

Los pasos a sus espaldas mientras salían del elegante panteón la hicieron pensar en que visitar a su abuela se volvería un suplicio cuando tuviera que salir de la vida de los Campell. Quienes, viniendo a tema, caminaban a sus costados, como un sequito de lujo, vestidos de negro y con rostros acongojados.

Lamentaba arruinarles la noticia, lamentaba que no pudiesen hacer una enorme fiesta para festejar su herencia millonaria y en su lugar tuviesen que acompañarla porque era lo que una supuesta familia haría.

—Te veo en casa —la voz ronca de Bastian la distrajo de momento.

Morin soltó su brazo en cuanto la vio detenerse.

Comenzaron a subir a los coches elegantes y ella miró al hombre a su lado. Al menos podía mirarlo sin morirse de vergüenza. Asintió con recato.

—Está bien —le dijo, sintiéndose obligada a responder cada cosa que él decía desde la noche en la que sus respuestas le habían arruinado todo.

No se atrevió a preguntar por qué debía irse, tampoco a verlo alejarse en dirección opuesta a la que ellas tomaban. Sólo… pensó.

Lo mejor que podía hacer después de todas las tragedias que la precedían era comenzar de nuevo. En un lugar alejado. Y aquel cazatalentos del que aun guardaba la tarjeta en su bolso, era una buena opción…

Bastian no había vuelto a tocar el tema de su confesión y tampoco había pasado mucho tiempo a su alrededor si podía evitarlo. Quizá había herido su ego y era completamente consciente de su culpa. Pero también era consciente de que ella estaba fuera de sí.

Si bien todo lo que le había dicho; sobre el amor cambiando de prioridad en su vida y sus expectativas ahora distintas, era cierto, la verdad era que jamás habría esperado que él le jurara amor y le prometiera una vida feliz…

En verdad no estaba segura de qué era lo que debía sentir, y tampoco estaba segura de lo que estaba sintiendo.

En perspectiva; toda su vida había cambiado gracias a él. Era verdad todo lo que le había prometido al inicio, incluidas las nuevas oportunidades y dejar de estar sola, pero, la posibilidad de que lo que sea que fueran se volviese real había sido un ´no´ de parte de Bastian, a ella le había costado un par de malas experiencias aceptarlo. Y cuando se había dado por vencida, llegaba él de nuevo, volviendo a convertirse en el genio de la lámpara, ofreciendo su tercer y último deseo como un inesperado regalo…

En algún momento entre todo ese tiempo, las líneas se habían difuminado. Y ya no había dos personas; no había una Minie que amaba a Bastian como actuación y una Minerva que tenía una vida propia. Su vida se había ligado irremediablemente a él. Y era aterrador.

No estaba segura de muchas cosas, pero sabía que su corazón no podía soportar más. No por un tiempo y no viendo a quien le había ayudado a encontrarse en medio de una vida volátil. Bastian la había forzado a poner los pies sobre la tierra, le había mostrado realidad tras realidad; eres más que una chica pobre, puedes triunfar, el amor no lo es todo…




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