Decir que habían estado cohabitando en completa sinergia era una mentira, porque se evitaban la mayor parte del tiempo. Vivían juntos, porque sería una estupidez que unos recién casados no lo hicieran.
El apartamento cerca del hospital estaba siendo su hogar. Bastian dormía en el sillón azul. En total silencio se movían por las habitaciones. Siendo un par de extraños comprometidos por solo un contrato y un par de fuertes sentimientos de parte de ella…
Una mierda, en resumen.
En una esquina, cientos de cajas de regalos guardaban modernos aparatos de cocina y billetes de avión con fecha abierta. Minie solo miraba hacia los regalos de bodas y sentía ganas de vomitar. No podría abrirlos, quizá nunca.
Un mes pasa rápido y Minie lo sabía. Aquella había sido la ventana de tiempo en la que tomó una decisión enorme y estúpida para su vida; casarse con un contrato.
Llevaban dos meses siguiendo aquella rutina; vivir juntos, jugar a ser algo ante los demás. Minie iba a clases en la academia, se lo había tomado muy enserio las últimas semanas. Al fin se animaba a participar, le gustaba conversar con Aries y Azul. Cada día iba al hospital, ahora todos sabían que además de visitar a su abuela, visitaba a su esposo.
La triste chica con suerte se casó con el doctor Campell…
Morin había regresado a sus clases en Europa, las gemelas iban y venían cada tanto, a Vera no la veían desde hace tiempo y Mariel estaba sola en casa.
Así que cuando Bastian sugirió que se mudaran a la mansión para hacerle compañía a Mariel, Minie no pudo más que aceptar, sabiendo cuan triste podía ser la soledad.
—Puedes mantener el apartamento si así lo deseas —le había dicho Bastian, mirando la pantalla de su móvil fijamente.
—Lo quiero mantener —ahora que estaba a unos pasos de ser millonario, no parecía un esfuerzo que lo siguiera pagando.
Y así es como llevaban una semana viviendo en la mansión. Minie se había tomado esos días para estar más tiempo con Annabelle, así que no había asistido a la academia.
Ahora viajaba en los coches de la familia Campell. Tener dinero es algo a lo que puedes acostumbrarte con suma facilidad. También a ignorar la presencia de alguien, aun cuando duermen en la misma cama.
—¿Cómo te ha ido en la academia?
La interrupción del habitual silencio la hizo sentirse extraña.
Cuando miró hacia Bass y su semblante tranquilo le fue sencillo recordar porqué su corazón se sentía atraído hacia él.
Y aun cuando hablar de sus días no era algo que hacían, en aquel momento, se sintió como algo normal.
—Muy bien. ¿Cómo va tu proyecto?
—Maravilloso —la sonrisa orgullosa llenó su rostro de luz.
A Minie le quedaba claro que el trabajo de aquel hombre era una de las principales cosas que lo hacían feliz. En momentos como ese, sintiendo una paz increíble mientras compartían miradas, era sencillo pensar en que no eran una causa perdida. Quizá habría un camino para ellos, en donde ninguno tuviese que abandonarse para ser lo que el otro necesitaba. Quizá si se encontraban a la mitad…
—Bass…
Ya no quiero ignorarte. Ya no quiero que me ignores.
—¿Sí, Minerva?
El sonido del móvil anunciando una llamada los hizo encresparse por instinto. Bastian miró su pantalla con el entrecejo fruncido y entonces contestó. —¿Qué? —lo escuchó decir antes de que se pusiera de pie para alejarse.
Quizá habría sido mejor pedir habitaciones separadas, porque Minerva odiaba instantes como ese. Se tapó hasta la cabeza con las cobijas. Llevaba una semana compartiendo cama con él y no estaba segura de cuanto más soportaría. Las veces que Bass tomaba guardias nocturnas agradecía tanto dormir sola. Incluso había pensado en volver a dormir con su abuela.
—Minerva… —el susurro fue tan tranquilo que la hizo sentirse nerviosa.
Apartó de golpe las cobijas y sólo mirar el rostro preocupado de Bastian, supo que había algo mal. Se incorporó.
— ¿Bastian? —sintió ganas de llorar.
Existía sólo una mala noticia que podía recibir y, definitivamente, no estaba lista para enfrentarla si era el caso.
Bruno era el nuevo responsable de su abuela, desde que, gracias a un papel con peso legal, Bass y Minie eran familia. Las reglas del hospital prohibían que el personal atendiese familiares, por lo que, si algo sucedía, ellos eran notificados por alguien más.
—Tenemos que ir al hospital.
— ¿Es mi abuela? —la preocupación en su voz era tangible.
Cuando él asintió, todo se derrumbó.
—Está bien Minerva. Bruno la está atendiendo. No es nada malo, una enfermera asegura que presentó movimiento. Si ella despierta, deberías estar ahí.
Soltó un suspiro de alivio. Lo habría golpeado por asustarla, pero estaba tan feliz.
El camino hasta el hospital se sintió inusualmente largo.
Bastian bajó del coche, siguiendo los pasos de Minie. Cuando se asomó a la habitación, Bruno observaba a Annabelle con rostro serio.
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Editado: 10.08.2021