Desafiando a las bestias

Garra de Cazador

El amanecer en Nytheria no llegaba con dulzura. En el corazón del Bosque Plateado, donde la luz de la luna apenas se desvanecía entre las nieblas que serpenteaban el suelo, la aurora era más un rumor que una certeza. Un resplandor pálido se filtraba entre las copas altas de los árboles, como si el sol temiera desafiar la autoridad de la noche en las tierras de los Thalyra.

En la choza apartada de Eldra, un leve crujido de paja anunció que Nyra había abierto los ojos. La respiración de la joven era irregular, mezcla de ansiedad y fatiga por las pocas horas de sueño. Se incorporó lentamente, sintiendo el calor rancio de las pieles que la cubrían y el olor áspero de hierbas colgadas en racimos sobre su cabeza. La estancia estaba en penumbras, apenas iluminada por los rescoldos de una hoguera vieja. Unas motas de polvo flotaban en la penumbra, girando como diminutas luciérnagas muertas.

Eldra ya estaba despierta, de espaldas a ella, encorvada sobre su mesa de trabajo mientras trituraba raíces con un mortero de piedra. Sin girarse, la anciana habló, con esa voz áspera que parecía arrancada directamente de la madera del bosque.
—Despierta del todo, niña. Hoy no puedes permitirte dudas.

Nyra tragó saliva y se sentó en el borde del camastro improvisado. —Lo sé —musitó, aunque no estaba segura de creer en sus propias palabras.
Eldra giró apenas su cabeza y su mirada heterocroma la atravesó como un cuchillo: un ojo celeste grisáceo y otro marrón oscuro, ambos igual de duros, igual de inapelables.

La curandera la miró unos segundos más, antes de volver a lo suyo. —Hoy es la primera vez que las demás querrán verte sangrar —dijo—. Y créeme… no será la última.

Nyra sabía que Eldra tenía razón. Hoy comenzaba el primer desafío de la Competencia de la Triada: La Garra del Cazador. El símbolo de la luna nueva ya colgaba sobre el cielo del bosque, presagiando la dureza de la prueba. Ella no sólo tendría que sobrevivir al bosque y a la presa que se le exigía cazar, sino también a las miradas de las otras participantes, a la crueldad velada —y no tan velada— de las hijas puras de los Thalyra.

La Competencia era más que un ritual. Era el acto sagrado que marcaba quién era digno de formar parte de una triada, el vínculo más fuerte y más respetado entre los Elerys. Tres guerreros y su par se unían para ser uno solo en propósito y espíritu. No era simplemente una cuestión de prestigio; era el camino hacia la plenitud, la única manera en que alguien podía reclamar su lugar en la historia y en las estrellas.
Y para Nyra… era más que eso. Era su única oportunidad de pertenecer realmente, de dejar de ser la “huérfana sin forma”, la que no podía transformarse en su animal interior como todos los demás. La triada era su ancla, su boleto para ser vista como igual. Aunque todavía no sabía quién sería capaz de compartir un vínculo con alguien como ella, debía al menos probarse digna.

Mientras se vestía con la túnica de cuero oscuro y ajustaba las vendas en sus muñecas, recordó los primeros años bajo el techo de Eldra. La curandera la había recogido siendo apenas una niña desorientada, débil y temblorosa entre los árboles, abandonada por unos padres que nunca volvió a ver. Había crecido entre el frío de las cuevas de hierbas y el fuego tenue de la choza apartada, aprendiendo las leyes más duras a manos de la mujer que era a la vez su salvadora y su carcelera.

Eldra nunca la había tratado con dulzura, pero siempre le había dado lo que necesitaba para seguir adelante. Hoy no sería distinto.

Cuando Nyra salió de la choza, el silencio del bosque la envolvió como una marea. Las nieblas bajas parecían arrastrarse por entre los troncos, y un escalofrío le recorrió la espalda. Más allá, en el Claro Sombrío, se alzaba la arena central, iluminada por las fogatas ceremoniales y custodiada por centinelas de mirada implacable.

Las otras aspirantes ya estaban allí, reunidas en semicírculo, murmurando entre ellas y lanzándole de vez en cuando miradas cargadas de veneno. Entre ellas, por supuesto, estaba Zyrena.

La hija de la Matriarca estaba impecable como siempre, con su cabello rubio recogido en una trenza perfecta y su porte altivo. Cuando los ojos celestes de Zyrena encontraron a Nyra, una sonrisa torcida se dibujó en su rostro.
—Mira quién decidió arrastrarse hasta aquí —murmuró, lo suficientemente alto para que todas la escucharan—. Espero que al menos traigas un buen grito cuando la presa te desgarre. Nos hará más entretenido esperar tu fracaso.

Unas cuantas risitas apagadas acompañaron la burla. Nyra apretó los puños y bajó la mirada, sintiendo la sangre hervirle en las venas, pero se obligó a respirar hondo. No le daría el gusto de reaccionar. Ya estaba acostumbrada a ser el blanco de su crueldad.

Por el rabillo del ojo, alcanzó a ver cómo Zyrena intercambiaba una mirada cómplice con otra de las participantes, una muchacha alta y morena con garras afiladas como cuchillas. Un escalofrío le recorrió la columna.

Poco después, la Matriarca se adelantó al centro del círculo. Su voz retumbó en el claro cuando explicó las reglas.
—En las próximas horas, cada una de ustedes deberá internarse en las Tierras Prohibidas, al sur del Bosque Plateado. Allí cazarán una presa digna, una bestia salvaje, y regresarán con su piel o colmillo antes del amanecer. No hay aliados. No hay treguas. No se permite atacarse entre ustedes. Y si alguna no regresa… —hizo una pausa significativa— el bosque reclamará su cuerpo como propio.

Las jóvenes asintieron en silencio, cada una sosteniendo la mirada de la Matriarca por un instante. Cuando su turno llegó, Nyra la enfrentó con la barbilla alzada, aunque sus entrañas se revolvían de miedo.

Finalmente, la orden llegó y el grupo comenzó a dispersarse entre la niebla. Una a una, las jóvenes se internaron en la espesura, cada una siguiendo su propio instinto, su propio destino.

Nyra sintió cómo el peso del silencio del bosque la aplastaba cuando cruzó la línea de árboles. Aquí no había fogatas ni centinelas. Aquí sólo estaban ella, la oscuridad y los susurros de criaturas invisibles que acechaban entre las sombras.




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