Desafiando su Corazón

Capítulo 6: El Primer Día Luego de Todo

Silas 

Debería recibir un premio al padre más recursivo del mundo porque levantar a mi hija de su cama es todo un reto. Es el primer día de Nayla en su nueva escuela, y me encuentro con una pequeña bola de cobijas que se niega a ceder ante la mañana.

—Nayla, cariño, es hora de levantarse. Tienes tu primer día en la escuela nueva —anuncio con una voz suave, intentando infundir ánimos en la habitación.

Sin embargo, en lugar de una respuesta llena de entusiasmo, obtengo un gemido apagado. La pequeña figura bajo las cobijas se encoge y se envuelve aún más, como si estuviera decidida a resistir el avance del nuevo día.

—Papi, solo cinco minutos más, por favor —murmura, con la voz ligeramente ahogada por la almohada.

¿Ya dije que me derrito cuando me llama papi? Si no lo he dicho, lo hago ahora. 

Sonrío ante su súplica, consciente de que las mañanas adormiladas son territorio familiar para muchos padres y ahora soy uno de ellos. Me acerco y acaricio suavemente su cabello.

—Cinco minutos más, pero después realmente debemos levantarnos. ¿De acuerdo?

Obtengo un murmullo somnoliento como respuesta, y aprovecho esos preciosos minutos para preparar el desayuno y organizar sus cosas para el gran día. La adrenalina de la nueva aventura parece haberse apoderado de mí, pero sé que para Nayla, las mañanas pueden ser un reto, especialmente en momentos de cambio.

Cuando regreso para despertarla nuevamente, sus ojos parpadean lentamente, luchando contra el sueño persistente. 

—Vamos, Nayla, el día nos está esperando —La animo.

Finalmente, logro que se siente en la cama, aunque su expresión sigue siendo la de alguien que preferiría quedarse acurrucado bajo las sábanas. Con un suspiro juguetón, la levanto en brazos y la llevo hasta el baño para comenzar el proceso de preparación para su primer día en la nueva escuela.

Mientras ayudo a Nayla a ponerse su uniforme escolar y a peinar su cabello, puedo sentir su impaciencia palpable. Sus quejas sobre el peinado simple que le estoy haciendo resuenan en el aire, y aunque su descontento es evidente, sé que detrás de su protesta hay una pequeña chispa de expectativa por algo más, por querer destacar o encajar.

—Papá, este peinado es demasiado aburrido. Todos van a tener peinados más bonitos que el mío en la escuela —Se queja mi hija, frunciendo el ceño mientras observa su reflejo en el espejo.

Sonrío a medias ante su preocupación y decido tomar acciones. 

—¿Sabes qué, Nayla? Hoy mismo buscaré algunos tutoriales de peinados para niñas. Quiero que vayas a la escuela luciendo como la niña más bonita, ¿te parece? —Escondo la sonrisa para que sepa que hablo en serio. 

La sugerencia parece sorprender a Nayla, y veo cómo una sonrisa comienza a asomarse en sus labios. Sus ojos brillan con anticipación mientras imagina las posibilidades de lucir un peinado especial en su primer día en la nueva escuela.

—¿De verdad, papá? ¡Eso sería genial! —exclama, su entusiasmo palpable mientras se imagina con nuevos peinados y estilos.

Asiento con determinación. 

—Por supuesto, cariño. Hoy mismo nos dedicaremos a buscar inspiración y aprender algunos trucos para que puedas lucir espectacular.

La idea parece haber cambiado el tono de la mañana, y mientras termino de arreglar su uniforme, veo cómo la emoción brilla en los ojos de Nayla. Aunque puede que el peinado simple de hoy no sea tan emocionante como esperaba, la promesa de explorar nuevas posibilidades y aprender juntos llena la habitación con una sensación de anticipación y alegría.

Con una sonrisa, le doy un último toque a su peinado y le aseguro que hoy será solo el comienzo de su aventura en el mundo de los peinados. 

Después de desayunar, la impaciencia de Nayla comienza a manifestarse mientras observa cómo me muevo a un ritmo que ella considera exasperantemente lento. Sus ojos, llenos de disgusto, me miran como si mi lentitud pudiera ser el único obstáculo entre ella y su llegada triunfal a la escuela.

—Papá, ¡vamos! No quiero llegar tarde el primer día. ¿No sabes que eso sería terrible? —Me apura, frunciendo el ceño con autoridad.

Sonrío ante su comportamiento de señorita mandona, una faceta que parece haber florecido de repente. 

—Claro que sí, señorita Nayla. ¿En qué más puedo servirle hoy?

Sus ojos se iluminan ante mi respuesta, y se irgue con una postura más digna. 

—Bien, primero, debes apurarte a poner las cosas en la mochila. ¡No puedes olvidar nada en casa!

Asiento con solemnidad. 

—Entendido, señorita Nayla. Las cosas en la mochila son la máxima prioridad.

Mientras sigo sus órdenes con un aire juguetón, puedo ver cómo su actitud de «jefa de operaciones» la llena de satisfacción. A cada paso, me aseguro de seguir sus instrucciones al pie de la letra, convirtiéndome en su diligente asistente.

—¡Y no te olvides del almuerzo! No quiero morir de hambre en la escuela —agrega, con una expresión de horror dramático.




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